miércoles, junio 20, 2007

FUGA Y EVANESCENCIA


FUGA Y EVANESCENCIA
EN LA FOTOGRAFIA FIGURATIVA DE AL-BUDHAHHIB

JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA
(MÉXICO, JUNIO DE 2007)


En La filosofía del sentido común, Thomas Reid (1764:44-46) argumenta y con razón que el conocimiento es una forma especial de mirar, de sentir, y proyectar el mundo. La conjunción armónica de estas cualidades configuran la percepción, y ésta es la base del sentido común. La percepción –nos dice Reid- es una operación de recomposición y reordenamiento, de categorización, donde la imaginación y el intelecto se entrelazan para producir una sola melodía de colores, perspectivas, fondos, referencias y símbolos.


La constelación de polimorfismos, colores, fondos y perspectivas, que se deriva de las fotografías minimalistas de Al-Budhahhib propone una cartografía de territorios inusitados, ágape de crisálidas, murmullo policromo de alas y fulgurante emergencia de dragones. Una especie de palimpsesto donde la figura y el fondo están fusionados con posibilidad de alternancia dinámica, depende de donde se ubique primero la mirada: en la rama que se perfila, en la hebra de hierbas que se insinúa, en los pétalos de mármol, o en la nada que se desdibuja. Tal vez esos colores que hieren sutilmente la retina, obligan al ojo a calibrarse para dejarse guiar por el laberinto de guías encendidas, en rojo ígneo, negro, amarillo, magenta, contenidos en barcarolas trémulas que tiemblan sobre océanos primigenios.


En nuestros días, el orden de lo no visible es subversivo, porque otorga preeminencia a lo que no tiene forma, en el marco de un sistema no-lógico de relaciones simbólicas entre el estímulo físico, que desencadena una serie de respuestas químicas a través de la corteza cerebral desde la retina, y, las asociaciones inconscientes sensitivas o verbales que se activan desde la memoria y la emoción.


La sublimación es una fuga incesante hacia el polimorfismo, la percepción de lo evanescente es emoción e instinto (lo inconsciente), otra cosa muy distinta es la dimensión en la que se mueve quien observa y completa el triángulo en el que también se entrelazan la mirada y la interpretación. Quien mira a través de la iconografía figurativa que propone el fotógrafo, puede también abatir la frontera de lo finito a través de las posibilidades infinitas de su subjetividad, aunque el riesgo de un naufragio en mar abierto es altamente probable. La fotografía figurativa es, si cabe, una ventana donde se asoma nuestra propia oscuridad que se manifiesta como una especie de extrañeza, de desconcierto, de vértigo, porque no hay asideros espaciales o un claro indicio de los límites. La mirada no encuentra en que posarse, y la sensación de no comprender es similar a la que se tiene frente a las figuras de Rorschach, entonces la derrota del intelecto abre paso a la analogía y la metáfora: hadas y faunos revoloteando sobre el jardín de las delicias del Bosco, mariposas de fuego, furiosos ángeles que descienden sobre playas ardientes, odaliscas disecadas en la exhuberancia de bosques antiguos. Rosalind E. Krauss nos dice que hay una frontera tenue que divide el minimalismo, el arte figurativo y el surrealismo porque la plataforma común en la que se deslizan es el inconsciente óptico (1993:39), que deduce una imagen de su sinécdoque, de los contorno que se esbozan, del tiempo detenido en la fotografía; reivindicando la opacidad que se repite en un bucle interminable color-forma-configuración-polimorfismo-fondo.


La auto similitud es uno de los hallazgos más fascinantes de las matemáticas de nuestro tiempo, el precursor de este concepto fue el filósofo alemán Leibniz (Gleick, 1987:115), inspirado en la idea de que una gota de agua poseía en si todas las características del universo conocido, o sea, la parte contiene la imagen del todo. En las fotografías de Al-Budhahhib se deduce una forma lúdica de relación entre el todo y sus partes, una relación recursiva y cíclica, donde el color nos remite al fondo: los delicados y estilizados filamentos de vegetales encriptados nos hablan de un tiempo detenido, de una primavera que se ha marchado, de las huellas de una humedad que se anuncia en el estanque de colores mezclados por el misterio de los pétalos y la poesía de las oposiciones. Lynda Nead sugiere al respecto que las dimensiones resguardan imágenes a través de su metamorfosis en símbolos (1992:58).

La experiencia estética que nos propone Al-Budhahhib es en principio una conjunción de vértigo y sensualidad, la de los ángeles o dragones con formas femeninas elevados sobre un páramo de exhuberancia vegetal. La unión de luz y opacidad en estas imágenes insólitas de Al-Budhahhib, sugiere la coexistencia de la construcción y la destrucción, la serenidad y la furia, la delicadeza y la violencia (lo que se alude con el recio alambre metálico que traspasa la imagen y desarmoniza el conjunto). La conjunción es manifiesta, ante la ausencia de la dualidad luz-sombra y la delectación trashumante del artista por el hallazgo de un microcosmos mágico, quimérico y misterioso (Jodorowsky, 1996:81).

Bibliografía

Alejandro Jodorowsky (1996) Antología pánica, JM editores, México 1996.

James Gleick (1987) Chaos. Making a New Science. A Cardinal Book, England 1991.

Lynda Nead (1992) El desnudo femenino. Arte, obscenidad y sexualidad. Trad. Carmen González. Tecnos, Colecc. Metropolis. Madrid 1998.

Rosalind E. Krauss (1993) El inconsciente óptico. Trad. José Miguel Esteban Cloquell. Tecnos colec. Metropolis. Madrid 1997.

Thomas Reid (1674), La filosofía del sentido común. Breve antología de textos de Thomas Reid. Versión castellana e introducción de José Hernández Prado. Universidad Autónoma Metropolitana, México, 2000.

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