martes, julio 31, 2012

THE DARK KNIGTH RISES



THE DARK KNIGTH RISES
Las mentiras dentro de las mentiras dentro de las mentiras...

Jorge Antonio Díaz Miranda
28 de julio de 2012

A caballo del apocalipsis que golpea la deteriorada Hélade de la modernidad, el mito del héroe se disuelve lenta pero inexorablemente. La historia del murciélago llega a su fin teniendo como trasfondo la demente risa de Jocker, que aún en las tinieblas, sigue acumulando trofeos en honor de las múltiples debilidades sentimentales del murciélago que van sembrando cadáveres bienintencionadamente en las mismísimas cloacas de Gotham City. En esta nueva entrega, Christopher Nolan se ha encargado de tecnificar la debacle de Batman en una espiral interminable de pequeñas muertes que se van sumando a la creciente ola de fango, violencia y locura. El nuevo villano que emerge, cual terrible pesadilla de destrucción y fuego, toca incesante las puertas maltrechas de la mansión Wayne para llevarse en su ordalía de venganza a ambos; al hombre y al súper héroe, caídos en desgracia. Pero no hay debilidad más terrible que vivir con el remordimiento de la duda, la cual, martillea hasta la agonía, una y otra vez ensimismada en el vacío y descolocada de todo a todo del sentido de la vida, pues esta se ha convertido en una larga pesadilla de angustia y  depresión. El telón teatral cae estrepitosamente en el devenir de la sinrazón que derriba una tras otra todas las mentiras escénicas tras la parafernalia denominada Batman. Una mentira dentro de mil mentiras más en una arquitectura siniestra de locura y terror,  donde la revelación es dolor en una cadena interminable de crímenes sin expiación. La acción sucede en vértigos cada vez más arriesgados, el enfrentamiento de Batman con su soberbia e imponente némesis anuncia el mausoleo y la cripta, la desolación en vida que sólo puede dirimirse en el manicomio Arkham, donde están recluidos todos aquelloss fantasmas que escaparon del espejo para perseguir con gasolina y dinamita la saga del murciélago. La velocidad es fulgurante en medio de las horas más oscuras de la noche en que los padres drogadictos golpean a sus hijos para desterrar de ellos la tentación del infierno, continuando por otros medios, la heredad de las culpas y el asesinato de la inocencia. Batman no puede solo morir, pues debe tanto a la maldad desde que se auto propuso como el nuevo mesías a torturar y sacrificar en la cruz. Más el reino del dolor sí es de este mundo y el murciélago tendrá que pagar con esa divisa la esquizofrenia de ser un hombre rico y pretender parar el fuego en que este mundo ha de arder. El desdén humano hacia la naturaleza y la negación que supone de ella la ciudad, ha de revertir al hombre una sistemática deshumanización, que en la danza del carnaval parece un delirio de máscaras y armas. Nada más irreal y decadente, compulsiones fugitivas que huyen de la tormenta, mientras el sol es anulado por concentraciones masivas de nubes químicas. La venganza de los proscritos devuelve golpe por golpe la caída furiosa de los primeros ángeles caídos y dan un giro al plan político-institucional de criminalizar la maldad ajena pero no la propia o la de los amigos ricos, introduciendo el virus mortal de la codicia en los hilos más oscuros del corazón humano, que cual vuelta de tuerca a la Joseph Conrad, se interna en las modernas selvas de hierro para perder el juicio en un perverso ciclo de complicidades y corrupción. ¿Sátira  de la densidad urbana o vuelta sofisticada a la barbarie, empleando el argumento ontológico de mentirnos para comenzar de nuevo y hacerlo mejor? Puro egocentrismo reactivo es, si cabe, esta teología desechable del sujeto racional y asertivo, en medio de la monumental crisis de despersonalización y al mismo tiempo ser muchos sin saber exactamente quién: “vengo aquí, al lugar donde mis padres murieron para silenciar las voces que claman en mi interior disputándose mi alma, queriendo salir, queriendo invadir mi juicio, deseando que Batman cruce la línea y se una al festín  de sangre donde se confabula la tumba de las víctimas”. Bane es la respuesta de Nolan a la exégesis de los malos augurios, la nueva peste social que acecha furtiva en el morbo de cada quien, “porque la esperanza se perdió. La fe está rota y hasta la mierda (la droga) nos quitan en estos días. Se encenderá un fuego (Hope is lost. Faith is broken. A fire will rise)”. Ya no hay pues refugio ni siquiera en el zeitgeist de nuestro tiempo. El ocaso del murciélago tiene verificativos precisos en una tierra de nadie, y comienza y termina con un acto de magia negra, Bane piensa que la mejor forma de atraer a la víctima alada es haciéndole saber que él intentará algo que podría significar la muerte, como en los mejores tiempos de Houdini. Esta vez, Nolan emplea una narrativa épica de encuadre multi causal, al estilo de un Fritz Lang. Nolan quiere hacernos creer que aún en el show business hay lugar para la introspección y la recreación intuitiva, aunque todo esté planteado en el plano de las secuencias, close up y el panorama que revela su incesante dirección de cámara. Encontramos a Bruce Wayne siendo una piltrafa demasiado humana, ejerciendo las lamentaciones en los límites de un psico-patológico hakikomori, por todas aquellas decisiones del pasado que empiezan a pesarle, en el punto de quiebre cuando se da cuenta que hay heridas físicas y espirituales que no cicatrizaran. El punto en que tener propósitos y ejecutar acción se vuelve adicción. Hay una frontera muy tenue entre ser Batman y ser el psicópata que tiene en frente, pues ambos tienen el potencial de infringir el dolor, no importando las distintas causas. Depredadores eficaces de una raza beligerante que empuja al límite de la desesperación las frustraciones de sus respectivos enemigos. Bane, a diferencia de Jocker, es un villano meticuloso que difícilmente deja al azar el devenir de sus decisiones, no hay actos innecesarios ni planes dejados al azar, todo en él es de una precisa funcionalidad militar prusiana en la línea implacable de un solo objetivo y un conjunto de acciones que van de a a z, en sincronía espacio-temporal. Es por eso que el nuevo villano es capaz de demoler a Batman con fuerza, inteligencia y anticipación. Frente a esta fortaleza de vicio, Batman no tiene ninguna oportunidad pues se halla postrado, vacilante, agotado y derrotado, y ello mucho antes de entrar a combate. Ecce homo aeternum. Así las cosas, el argumento ilustra la caída del héroe venido a menos, devaluado por sus propias dudas, escarnecido y exhibido en su insalvable fragilidad, quebrantado física y espiritualmente, derrotado por sí mismo y recluido en la sombra royendo las hilachas de un pasado que no puede ser distinto al dolor y la desolación. La música también es algo digno de mencionarse, las composiciones ominosas, densas, oscuras, laberínticas de Hans Zimmer desdoblan la narrativa visual del fin de una era y aportan angustia al universo espeleológico de maldad y zozobra.

Así, en medio de la duda, estalla el carnaval macabro, desfile interminable de ausencias, de ojos inundados por lágrimas, la ruina de un sol oscuro, el fuego que asciende y los vertederos de porquería fluyendo a un mar envenenado… no hay nadie que salve a nadie, no hay nadie que responda los llamados de auxilio, no hay nadie en casa, Batman ha partido en el narrenschiff del ritualizado exilio, para arder en altamar como los antiguos reyes paganos, en compañía de su séquito de freaks y clowns dementes

No hay comentarios.: