El mensaje es escueto. Del otro lado de la línea teléfonica una voz impersonal. De éste lado un usuario desconcertado que no puede creer lo que le están diciéndo. La llamada se ha repetido a lo largo de una semana diez veces y en los últimos días es más apremiante y exigente. "Somos del grupo de los zetas, conocemos a tu familia, tu domicilio, sabemos a dónde van y cuándo. Si quieres evitar un atentado debes depositar dinero en una cuenta que te vamos a proporcionar. Si adviertes a la policía vas a valer madres...". La zozobra está sembrada. La amenaza es del más alto nivel. El intercambio está planteado: vida por dinero, paz por caudales, detener el levantón a cambio de un depósito que oscila entre 5 mil y 100 mil pesos. Los datos "familiares" que conoce la voz impersonal, son sorprendentes por sus detalles y precisión. El número de seguridad social, la cuenta bancaria, el monto de nuestros ahorros, el domicilio, el número de la licencia de manejo, la familia asegurada en el IMSS o ISSTE, los seguros personales y del coche con sus respectivos montos, las idas y venidas a través de las ciudades, los horarios, la constelación familiar...y hasta donde están nuestros hijos y esposa en cada hora del día. "La voz" en cada nueva llamada se hace más amenazante. Más ronca. Más violenta. Nos recuerda en cada palabra, nuestra fragilidad, nuestra vulnerabilidad ante un tipo de agresión desmedida que sólo vemos en la nota roja. Cuántas veces por cuántas veces más el mensaje se repetirá, quizá hasta que surta efecto y soltemos el dinero, quizá hasta que véamos aparecer en las calles una camioneta con vidrios polarizados dentro de la cual se parapeten tipos mal encarados, armados hasta los dientes y preparados para todo. A todas luces el enfrentamiento es desigual. De un lado personas desarmadas, desamparadas, sin ningún entrenamiento especial para situaciones de emergencia, desprotegidas por el gobierno y la seguridad... del otro lado sujetos que saben cómo actuar para presionar al punto de la desesperación, sujetos con entrenamiento militar que pueden llegar rápidamente a cualquier punto para ubicar, golpear repentinamente y desaparecer con sus secuestrados...hasta que una mañana aparezca la noticia de que un cuerpo ya fue encontrado. Esa es la guerra desigual de los dueños del terror y sus víctimas. Una realidad cercana, no aparte de nuestra vida cotidiana, que se suma a las llamadas de "bancos", "despachos jurídicos", "compañias de recuperación fiscal", "consultoras" y "afianzadoras" que diariamente, atentando contra la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, intimidan, amenazan y exigen dinero a las personas para "evitar" un pleito extrajudicial. Extorsión legal y no legal, cuyos métodos no son tan distintos, y sus efectos psicológicos tampoco. Es urgente saber cómo obtuvieron los criminales de cuello blanco, azul y negro los datos precisos de la ciudadanía. Es urgente castigar a las compañías privadas que vendieron esos datos, ¿verdad hildebrandos, hugaldes, renaves, renauts, compañías telefónicas, tellos y demás fauna?. Está en proceso una tranformación radical de lo familiar en siniestro con el silencio, omisión e impotencia del gobierno calderónico, que insistimos, le importa nada lo que suceda con las minorías. Qué poca madre ¿o no?.
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