martes, abril 07, 2009

QUÉ ES UNA HISTORIA NATURAL DE LA DESTRUCCIÓN

by JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA
ABRIL 2009
W. G. Sebald es el autor del libro Luftkrieg und literatur, publicado por primera vez en Alemania en el año 1999 por Carl Hanser Verlag:Munich 1999, con 100 mil ejemplares. En castellano aparece el libro de Sebald en el año 2003, traducido por Miguel Sáenz, con dos notables diferencias respecto del original en alemán: el título que impuso la editorial Anagrama Sobre la historia natural de la destrucción; y el tiraje absurdamente limitado a sólo 1000 ejemplares. Absurdo tiraje si lo es porque el tema de las reflexiones de Sebald, derivadas de la extensa campaña aérea de Inglaterra y Estados Unidos sobre la Alemania del III Reich, denominada pomposamente Strategic Bombing Surveys, en los últimos años de la segunda guerra mundial, es un tema del máximo interés para ampliar críticamente la visión de esos años terribles, pero sobre todo, para entender la lógica bélica que se impuso a partir de entonces con el ascenso estadounidense a la categoría de potencia militar. Una lógica militar, por cierto, que en nuestros días se ha desprendido de toda ética normativa o descriptiva –inter arma silent leges-, para imponerse como un instrumento tecnológico que impulsa, regula y consolida el flujo del mercado financiero internacional en tiempos de crisis. La reflexión ante todo literaria de Sebald pretende presentar una cartografía del pensamiento de escritores que se quedaron en Alemania y se convirtieron, contra todos los pronósticos de embotamiento psicológico, locura y suicidio, en los cronistas de la aniquilación por fuego de las ciudades alemanas. Cartografía accidentada, fragmentaria, incompleta, pero con todo censurada por la ocupación militar de los estadounidenses, quienes se encargaron antes que nada de hacer difusión del holocausto judío operado por Adolf Hitler y sus SS; es decir puro ejercicio de poder reactivo para decidir por decreto donde estaban las victimas y donde los victimarios. Extraña decisión de la editorial Anagrama para imponer en el título de la edición castellana un término que Sebald no reclama como propio. La historia natural de la destrucción fue antes que todo una idea literaria acuñada, pensada e imaginada por Solly Zuckerman, partiendo de una pregunta que sólo se formularía una mente atribulada por la angustia existencial de profundos remordimientos: ¿quién tiene derecho a definirse como una víctima?. Pregunta ontológica que por otra parte no se desprende de imperativos categóricos preestablecidos, o de una búsqueda del ser o de la pretensión de fundar un nuevo “deber ser”. Se trata – y aquí hago una hipótesis- de una pregunta por el ser desde la realidad naturalizada de su destrucción física, psíquica y social. Así, el nihilismo de la guerra funda una nueva corriente de reflexión metapsicológica que rebasa las escalas impuestas por los determinantes tecnológicos, políticos o económicos, que hicieron posible un ataque por fuego a gran escala y borraron del mapa a más de cien ciudades alemanas. Esta nueva corriente reflexiva pretende, en su fuero interno, registrar el comportamiento humanos en situaciones extremas de sobrevivencia, muerte masiva y persecución sistemática: cuya magnitud es equivalente a un millón de toneladas de bombas, 131 ciudades arrasadas, 600 mil civiles muertos, tres millones y medios de viviendas destruidas y con siete millones y medio de personas sin hogar. Por consiguiente, la historia natural de la destrucción debe poseer en sí distintas dimensiones de intención. En su dimensión externa, pretende registrar lo más cercanamente posible el realismo de la destrucción de la tormenta de fuego que se desencadenó sobre núcleos densos de población civil, y luego definir las razones últimas para que los aliados siguieran el martilleo masivo de las bombas aún después de lograr el dominio absoluto del espacio aéreo o diseñar formas más precisas de eliminar por aire de blancos militares, industriales y logísticos. En pocas palabras es una historia de los sobrevivientes de una hecatombe sin antecedentes históricos, sus movimientos de huida hacia bosques y comarcas, y su lento y doloroso regreso a la ciudad natal convertida en montaña de escombros. Más allá de la celebración del triunfo o la resistencia militar, la historia natural de la destrucción pretende mostrar las variadas estrategias que emplea la gente para mantenerse en pie y sobrevivir. En su dimensión interna la historia natural de la destrucción es una descripción psicológica de la vivencia cercana de la muerte, más bien de las distintas y variadas formas en que la muerte llegaba tornando siniestro un “espacio familiar”, el cual, fue invadido repentinamente por vientos pestilentes, nubes de insectos de colores mortecinos y ratas ahítas que caminaban despreocupadas en las calles. Una primera observación en este sentido es el embotamiento que se observa en los sobrevivientes ante la destrucción, los cadáveres y la amenaza volante que se cierne sobre ellos. Luego está la capacidad de olvido de todo cuanto ocurrió en los momentos más intensos del bombardeo aéreo. En seguida la lentitud con que reanudan su vida y se hacen cargo de las tareas cotidianas de sobrevivencia. En el inventario le sigue, la rapidez y vitalidad -un tanto cuanto maniacas- con las que asumen las tareas de reconstrucción. Finalmente, la largo y silenciosa melancolía (sin duelo) con que “cada quien”, enfrenta en su interior la propia tormenta de fuego de las ausencias, de las venganzas sin consumar, de la propia muerte psíquica o el vacío que lenta aunque inexorablemente carcome el alma. De este modo Sebald propone, siguiendo el tropo poético del Heinrich Bôll de Der Engel Schwieg (Colonia, 1992), una historia de lo indefinido, de lo indeterminado, de lo inefable, o, en todo caso, de la subjetividad que se reconstruye –sin mediación de la conciencia o de la razón- a través de múltiples prótesis suplementarias que no cumplen necesariamente la misma función de lo que fue amputado. Tardía prótesis este Luftkrieg und literatur, publicada en Alemania con muchos años de retraso, cuando las cenizas de la destrucción se han apagado por la aparente victoria de la unificación y la memoria de los sobrevivientes se extingue naturalmente por muerte, locura u olvido.

No hay comentarios.: