LAS HORAS FALSAS
JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA
FEBRERO 2014
La brisa de abril
inquietaba levemente la hierba.
La primavera bajaba
alegremente de las montañas.
Cantaba con la voz del río en el que nos gustaba
mojar nuestros pies…
El primer beso lo
tomaste de mi boca de niño y la miel de tus labios me hechizó.
¿Te acuerdas?
Pero aunque ese primer
esplendor ya se ha ido,
mantiene mi mente atenta a la última intensidad de su
pulso.
Delante de mí la
eternidad. Detrás de mí el olvido.
Mis ojos se pierden en
un extenso cuerpo de agua que se mueve sinuoso
y me habla con su aliento de
espuma…
Tienes una piel
inquieta que guarda una fuente inmensa de
ternura.
Hemos venido a verme.
Te acercas a mí.
Me acerco a mí.
Levanto la mirada para
conectarme brevemente contigo, más yo no estoy en mi.
Estoy aquí mirando cómo me miras.
Estoy aquí mirando
cómo te miro.
Pero tú intuyes mi ausencia en el vacío de mis ojos
que no te miran.
Volteas dónde estoy y
me sonríes fugazmente.
Tomas mi cabello con
la ternura que siempre me guardas y vuelvo por un instante para sentirla.
Luego me alejo otra
vez para mirar la escena en que estamos juntos.
Mamá te llama desde el
jardín.
Pero tú no vas.
Te quedas conmigo.
Me abrazas, me besas,
me desnudas.
Descubres tus pechos
tibios y los pones en mi boca.
Mi boca se abre y
muerde suavemente tus pezones.
Todo mi cuerpo experimenta
una tensión violenta.
Un torrente de sangre
se acumula en mi cadera.
Hasta que un anillo de
fuego abrasa todo mi ser y me arrastra a un torbellino de inconsciencia.
Mientras la brisa de
abril rozaba levemente la hierba.
Mientras el atardecer
culminaba con una explosión de ámbar.
Mientras el mar, iba y
venía de la playa esculpiendo sus bordes con pequeños cinceles de coral.
Mientras la primavera
cantaba en los campos, perfumando las flores de rocío
que despuntaban salvajes con su belleza intacta…
que despuntaban salvajes con su belleza intacta…
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