JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA
Junio / 2013
La respuesta militar del gobierno brasileño es al parecer la única salida a las tensiones sociales que se viven en varios estados de aquel país. Las manifestaciones masivas están vinculadas completamente a la desigualdad social y a las políticas abusivas que imponen nuevos impuestos e incrementan el costo de productos básicos, lo que de forma agresiva depaupera la economía de millones de familias brasileñas que viven en el límite crítico de la pobreza alimentaria y patrimonial. El argumento que presenta el Estado brasileño para justificar las más recientes medidas adoptadas es el de apoyar la organización de la copa mundial de fútbol, argumento que a todas luces es injusto pues no toma en cuenta la situación de las clases trabajadoras y rurales que han sostenido con enormes sacrificios la burbuja macroeconomica de Lula y Dilma Rousseff.
Pero la acción del gobierno brasileño no se circunscribe al último año, al menos dos años atrás su acción institucional, agresiva y violenta se ha desencadenado en las principales ciudades desplazando poblaciones marginadas, criminalizando la protesta social y elevando el costo de la vida; lo cual a final de cuentas beneficia sólo a un sector privado que espera obtener para sí millones de dólares apoyados con recursos públicos. Las guerras cariocas apenas comienzan y disfrazan tras las apariencias del combate a la criminalidad acciones masivas en contra de los más pobres para que el festín de los leones -entiéndase fútbol y olimpiadas- se reparta entre unos cuantos... como siempre.
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