La separación: negación de Narciso
Hace
algunos años cometí la ligereza de terminar una conferencia sobre la separación
de los amantes citando un penetrante verso de Lou Reed, en el que el cantante newyorkino formula una de las más
lúcidas y maduras peticiones de principio en la vorágine de la desvinculación
afectivo-fisica: “La encrucijada te llama
hacia una liberación, deja atrás vivir la vida de otro, toma el primer tren y
ve a donde quieras, dueña de ti, sin culpa, plena y vital, despertando dulcemente
a la rara belleza del mundo”. A los
asistentes de la conferencia, en su mayoría mujeres, no pareció molestarles la
veleidad con la que yo cerré el tratamiento del tema, pero a la editora de la
revista donde logré publicar el articulo si, por la injusta amputación que hizo
de la cita final de Reed. Y digo injusta porque de entre la fauna variopinta del
rock contestatario de la segunda mitad del siglo XX, el escritor, poeta, músico
y compositor, recientemente desaparecido, es una de las voces más
representativas y certeras en cuanto a describir la disolución y metamorfosis
de los vínculos amorosos y el naufragio
del goce por una sobrecarga de chantajes y mermeladas existenciales. Del rompimiento de los
vínculos emocionales por una sobrecarga de medias verdades, hipócrita-mente embaladas
en un páramo simulador y superficial, que los adultos solemos emplear de
emergencia cuando todo se ha ido por el caño. El sacrificio de la pasión cuando
la crisis de la pareja estalla con un vendaval de resentimientos acumulados,
culpándose mutuamente de no ser fieles al ritual de la codependencia.
Al
final, la única lección definitiva de cualquier proceso de separación afectiva es
que nada ni nadie es para siempre. Entre ganar y perder se vive una búsqueda
desesperada, divertida, hedonista, se colman los sentidos y se vuelcan los
sentimientos. Los afectos habitan siempre un territorio frágil que a cada paso
se resquebraja. Como se ve, ningún sueño es para la eternidad y la ilusión de
lo perpetuo es pura feligresía neurótica…
O
al menos eso es lo que dicta mi propia experiencia, sin pretender apropiarme el
papel pontificio de la generalización y sin desear que se me confunda con un
apologético del rompimiento amoroso. En el complejo y cambiante territorio de
los sentimientos no hay lugar para generalizaciones: hay separaciones terribles
y separaciones livianas, hay separaciones tristes o festivas, hay separaciones
que terminan antes de dar formal terminación al matrimonio, hay separaciones
que terminan en divorcio que es el contrato legal en el que se especifican su objeto
y condiciones con alcances legales, hay separaciones que terminan en gozosas
reconciliaciones, hay separaciones que desembocan en segundas nupcias con la
misma pareja, hay separaciones intempestivas y otras que van madurando como la
uva de los buenos vinos. En efecto, hay separaciones de todos los tipos e
intentar clasificarlas en un patrón es puro ejercicio insulso.
A
esa amputación evidentemente moralista, están dedicadas estas líneas y no con
resentimiento, sino sólo con la convicción de reafirmar la fuerza y la
intuición de un artista que me gustaba, el cual, se ubica en la línea reflexivo-analítica de gentes como Igor Caruso, para quien el rompimiento de los amantes es la prueba
definitiva de que el deseo trasciende las individualidades y se mueve en un
sentido de persistencia consciente, liberándose para volver a amar desde el
goce y no desde el dolor o la obsesión.
Adenda bibliográfica.
Si alguien desea realizar una revisión literaria sobre el tema, o sobre sus
contextualidades poético-separatistas y psicológicas, os recomiendo consultéis
con provecho la siguiente novelística y literatura especializada, enlistada en estricto
orden aleatorio:
1. Gabriel
García Márquez, Diatriba de amor contra un hombre sentado,
Grijalbo-Mondadori. Un fresco femenino
desolado sobre las ilusiones perdidas y el amor vacío.
2.
Melania G. Mazzuco, Un día perfecto,
Anagrama.
3.
Robert Musil, Uniones, Editorial
Sextopiso.
4.
Oriana Fallaci, Un hombre, Noguer.
5.
Elfriede Jelinek, Las amantes,
Mondadori.
6.
Ingmar Bergman, Conversaciones íntimas,
Tusquets.
7.
Berarda del Vecchio, Túmbame,
Arcopress.
8.
Elena Sevilla, El silencio de las
amantes, Axial.
9.
Gioconda Belli, La mujer habitada,
Seix Barral.
10. Joseph
Roth, El triunfo de la belleza, Acantilado.
11. Beatriz
Rivas, Amores adúlteros, Alfaguara.
12. Henrik
Ibsen, Casa de muñecas, Quinto sol.
13. Melody
Beattie, Ya no seas codependiente, edición electrónica.
14. Elena
de Hoyos (compiladora), Bajo la sombra del guamúchil. Historias de vida de
mujeres indígenas y campesinas en prisión, Edición electrónica.
15. Igor
Caruso, La separación de los amantes, Siglo XXI editores.
Separata de última hora.
Sin querer queriendo como dijera el clásico Chavo del Ocho, me acabo de enterar del “sensual” divorcio de unos
viejos amigos gracias a la indiscreción de unos mórbidos conocidos, que me han
pedido sumarme a la hostia de chacotear alegremente el infortunio ajeno.
Lo
único que puedo decirles a los protagonistas es que guarden la calma y espero
sinceramente que sea un feliz reencuentro con la parte de responsabilidad que
les corresponde.
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