Jorge
Antonio Díaz Miranda
Noviembre 2013
La inquietante fractura entre individualidad y
realidad externa, condensada en el hombre sin atributos, es uno de los signos
galopantes de la crisis austriaca de los últimos años del imperio de los Habsburgo.
El tamiz del malestar social. Una ruptura que, empleando la terminología de
Robert Musil, era cambiante e indeterminada. Un ente fragmentado en múltiples y
antinómicas posibilidades. Signo inequívoco de un desmesurado malestar
cultural. Tal caracterización está entrelazada para Musil, al mundo imperial de
Francisco José, a la fabulosa kakania,
de la cual pintó el más vasto, genial y desolado fresco. El decrépito fondo
político de un imperio en estado terminal le permitió a Musil esbozar las intuiciones
sociológicas más penetrantes de cómo una sociedad se escinde en la Acción Paralela, aquella que actúa sin
nada hacer suspendida en el vacío. La escisión de la acción paralela opera en
la fractura entre el sentido de la
realidad y el sentido de la
posibilidad, cuyo halo de influencia anula mutuamente sus efectos. El nexo entre actos y consecuencias se
oculta tras un decreto autoritario, anacrónico, saturado de vacuos preceptos
que una y otra vez nos llevan a la paradoja onanista del locus in absentia. Las posibilidades de la acción paralela sólo
viven en el espacio imaginario de las palabras y sus entrelazamientos
discursivos, el cual, va erosionando gradualmente la base fáctica de gobernar a
favor de un laberinto declarativo, gestos, reminiscencias y panegíricos
evocativos, incorporados rápidamente al pomposo y grandilocuente protocolo
imperial: entonces para qué gobernar si se puede declarar. El gran tema de las
posibilidades viven en una tesitura de humo, fantaseos y subjuntvos. La suposición se presenta como realidad y la
realidad como suposición. Donde dice podría
suceder esto o aquello debe leerse sucedió.
Donde dice que el emperador dijo tal
cosa debe leerse él quiso expresar lo
contrario, ó, algo distinto de lo que suponen que dijo. Con este mecanismo de desplazamiento
discursivo la figura imperial crea todo el tiempo una hybris delirante y
paranoide, de actos de gobierno que sin haber ocurrido, tuvieron lugar en el
acartonado espacio político del centralismo y la auto referencia burocrática. De
esta forma dice Musil, en el prólogo de su Mann
ohne Eigenschaften: “la Acción
Paralela despedaza la realidad y dispersa en distintos sentidos
interdependientes cada uno de sus aspectos objetivos (…), convirtiéndose en la
base ideológica del Reino Milenario, eterna,
inmaculada, intocada por el cuestionamiento de la objetividad”. La realidad es
solo una potencialidad susceptible de diferentes e infinitas realizaciones,
nunca una realización en sí, en donde la real explicación del suceder real no
interesa tanto como el modo en que se enuncia la posibilidad de su realización. El rígido
comité de la Acción Paralela es una
estructura burocrática que tiene tres propósitos esenciales: distribuir la
caridad imperial entre los menesterosos, controlar la oposición política y persuadir
a las distintas nacionalidades de la necesidad de contar con la unidad del
imperio…