miércoles, octubre 23, 2013

BESTIARIO MEXICANO III LA NOTA ROJA



BESTIARIO MEXICANO III

LA NOTA ROJA
“levantola, violola, matola y decapitola ”

Jorge Antonio Díaz Miranda
Agosto de 2013


Si la imagen vale más que mil palabras, los medios impresos que venden escenografías de la violencia, desde hace por lo menos siete años, son los que mejor han comprendido la intención del refrán. En el camino, todas las palabras se hicieron añicos, las interpretaciones desechadas, los cuerpos quebrados y todos perdimos la guerra ante lo que Hannah Arendt definió como la banalidad del mal. Ciento cincuenta mil muertes después, las imágenes y crónica de la nota roja siguen pesando a este país no sólo por la inmoralidad de su alevosía sangrienta sino precisamente por las ganancias fabulosas, los tirajes magnificados, la cima de la vulgaridad y el fondo que tocamos cuando la tragedia nos arrolló con sus beligerantes tropas de asalto. Y así la sociedad fue levantada, torturada, ejecutada y decapitada simbólicamente. Neutralizada, paralizada, desorganizada y dispersada por el miedo, la sociedad y sus instituciones no opusieron resistencia al embate de las tribus descarriadas, que perfeccionaron el teatro del terror y la galería gore. Siempre tan artistas, las cabezas desfilaban una a una o en grupos macerados, colocadas en los capós de autos desvalijados, banquetas, puentes y callejones para que estuvieran expuestas al flash de cámaras aviesas. En miles de hogares se acumularon los pasquines de marras y el comentario entre vecinos siempre comenzaba con la pregunta de a cuál de los coetáneos había visitado la Santa Muerte. La explotación comercial del morbo y lo grotesco, más que el deseo de informar, fueron los motivos que dinamizaron el –hasta antes del 2004- aletargado panorama editorial de la “prensa roja”. Los tabloides sensacionalistas son diferentes del periodismo de nota roja aunque frecuentemente se nutran de lo mismo, pero en la perspectiva de las editoriales que son empresas de negocios, una misma casa editorial suele sostener medios diversos conviviendo en el “mismo espacio común”, diluyendo la tenue frontera en la danza de los intereses económicos. En el sexenio de la guerra fallida ALARMA¡ alcanzó 2 millones de ejemplares semanales, El Gráfico alcanza un tiraje promedio de 60 mil ejemplares de lunes a sábado, Metro saca 195 mil periódicos diarios, El Extra de Morelos tiene un tiraje de 300 mil ejemplares (y es el periódico más vendido en el estado). Ante la inesperada bonanza, muchos medios “serios” cedieron a la tentación de someter la nota policiaca a un tratamiento similar de nota de entretenimiento y reubicaron la sección erótica para asociar artificialmente violencia y sensualidad, lo que a la postre fue un exitoso hit de marketing. Así irrumpió por todos lados la estética gore, adjetivada y sustancializada por el estupor moral cuya expresión, ya se sabe, mantiene disimulada una condena tremendista: 

“Chacal”, 
“Hiena”, 
“¡Brutal¡”, 
“Una rata menos”, 
“Halcones de cacería”, 
“Ya la debía”, 
“Quien a hierro mata…”, 
“La patrol les dio su bendición”, 
“Menuderos cazados como moscas en Tepisur”, “Ex polis piden comisión a comercios”, 
“En malos pasos andaba”, 
“Castigo por Sancho”, 
“Era cocodrilo y lo ejecutaron”, 
“Ratas en fuga”, 
“Ya duerme en chirona temible violín”, 
“Le reventaron el cacumen”, 
“Cuerpos sin cabeza”, 
"Descuartizados y con tiro de gracia”, 
“No para la carnicería”, 
“Policarpos piratas”, 
“Juanes drogos”, 
“Niños sicarios”, 
“Le quemaron el camarón”, 
“Colgados con narcomensaje”, 
“Galería del horror en Cuernavaca”, 
“Madreados y humillados por no pagar la merca”, 
“Lo sorprendieron como al tigre de Santa Julia”, 
“Mujercito ejecutado”, 
“Mocháronle la choya”, 
“Macabro hallazgo”, 
“Amante asesina”, 
“Despechado a salto de mata”, 
“¡Pozole con seres humanos¡”, 
“Al fin confesó la bestia inmunda”, 
“Tamales regios”, 
“Bella en capilla”, 
“Se lo llevó patas de cabra”, 
“Metiche y encajoso, al joyo”, 
“Levantón de universitarios”, 
“Encobijados en la carretera”, 
"torturado y muerto por el ejército”, 
“Pozito mortal”, 
“Le quitaron el rostro…¡aún vivo¡”, 
“La maña se llevó a sus hijas”, 
“Cachitos de cristiano con narcomanta”, 
“A glamorosa güera le robaron los silicones”,
etc. 

Por vía directa o indirecta, pero siempre cooptados y atrapados por la amoralidad del beneficio comercial, la prensa escrita fue invadida por el huracán de la violencia de la violencia, el cual despedazaba poblados en Michoacán, barrios populares de Tijuana, Ciudad Juárez, Guadalajara, Cuernavaca, Oaxaca, el Estado de México, Jalapa, Acapulco, etc. Un muerto por cada quince minutos en promedio, o sea, seis mil muertos por cada unos de los 26 capos atrapados o abatidos;  con el premio a los más escatológicos, horribles y escalofriantes que, de acuerdo al consenso de los medios, se le puede otorgar a los ex militares de fuerzas especiales, “cuyo nombre nomás de evocarlo perturba”, según una fuente castrense que pidió el anonimato.                            

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