martes, septiembre 11, 2012

LA ERA DEL RUMOR



EL RUMOR

By Jorge Antonio Díaz Miranda
Lunes 10 de septiembre de 2012

Considerado uno de los más antiguos fenómenos sociales, el rumor es una forma de comunicación altamente movilizadora. Sin embargo, no se sabe gran cosa de el y hasta la comunidad de expertos difiere entre sí respecto de la mejor definición concerniente.   En tanto acción comunicativa, el sociólogo alemán Jürgen Habermas lo considera uno más del amplio catalogo de actos semióticos con estructura instrumental indefinida. En esa línea, el filosofo alemán Peter Sloterdijk lo caracteriza como un acto multiforme que puede modificar su sentido o incluso ocultarlo. El piensa que el rumor forma parte de la política y como tal se inscribe en los elementos estructurales de la sospecha o la conspiración política. Por su parte, el filosofo francés Michel Foucault, también lo suscribe como un acto comunicativo que sirve a fines de un determinado espectro político, para moldear, inducir o implantar una visión específica. Desde ese punto de vista lo clasifica como una de las polimorfas tecnologías del Yo. Jean-Noël Kapferer, especialista en la formación de la opinión pública de Northwestern  University (E.U), dice que un punto de partida para definir al rumor es considerarlo un esquema comunicativo de contrapoder respecto de la información oficial. Pero, qué es el rumor, dónde empieza y dónde acaba, en qué difiere de otras formas de comunicación. Pareciera que tales preguntas nos lleva a la cuestión irresoluble de querer atrapar lo inconmensurable pues el rumor se niega a todos las clasificaciones y participa del halo de secreto, misterio, conspiración y sospecha del que se rodea. El primer desafío es que nuestro objeto de estudio no existe y esa de-negación inmoviliza cualquiera de las aproximaciones  analítico-sintéticas de cualquier disciplina. Según Ian Hacking, en Ciencias Sociales definir es aislar y establecer un orden a través de operaciones heurísticas que por sí mismas no pueden ni siquiera circunscribir al objeto que por principio no posee estructura alguna, origen o sentido. Aparentemente. Si bien el lenguaje nombra algo llamado rumor, los factores que lo determinan o la red que lo transfiere, no se manifiestan con escalas ponderativas que nos indique sus dimensiones o niveles. La experiencia social nos informa de cierta particularidad, como el hecho de transferir su contenido informativo de forma oral e individualizada (de boca en boca pues), pero hay un sinfín de fenómenos que se ajustan a tal descripción como los chistes o la comunicación personal de familias, parejas o aún sociedades secretas (respecto de esto último consultar las obras de Petros Markaris o de Roberto Saviano a propósito de la mafias albanas que operan en los Balcanes o la N´drangheta de Campania). Pero aún recurriendo a ese único criterio nos encontramos con otro fenómeno igual de difuso consistente en que cada nodo de esa super red de información no oficial (nos referimos a cada persona que participa en su re-transmisión), modifica a voluntad con marcadores emocionales-cognitivos-intencionales, conscientes o inconscientes, la estructura de la información. Lo que el psicólogo Abraham Maslow denominó en su día como el fenómeno del teléfono descompuesto donde cada persona modifica y altera el mensaje hasta deformar su contenido e incluso su sentido original. Sin querer hemos aludido con lo último a otra característica del rumor en su afán de mimetizar su red de transferencia: el código alterado puede producir desinformación y confusión, lo que visto desde la perspectiva de los grupos políticos penetra un sentido oscuro y maquiavélico: inducir por ejemplo la opinión publica o predisponer negativamente a los votantes respecto de una figura pública, tal como lo describen Karl Young o M. Maffestoli respecto a la formación de la opinión pública en un contexto de contención electoral.  Así pues, no es la naturaleza del mensaje transmitido o del medio de comunicación lo que nos puede hacer decretar en un caso como información y en otro como rumor. Es improductiva la dicotomía prensa escrita vs medio informal de comunicación interpersonal, para propósitos y efectos de caracterización analítica. Pero yendo más al fondo, en verdad que es tenue como subjetiva la separación entre información y rumor, y más bien su distinción forma parte de nuestra propia persuasión, una creencia que no va más allá de una posición personal. Sin duda el rumor tiene un sentido de algún tipo que puede ser individual o colectiva. Si es colectiva, la interacción social determinaría su estructura la cual estará dada por un conjunto de intereses. Pero en esa ruta no iremos más lejos pues volvemos a caer en el ámbito de las creencias. Además, si estamos de acuerdo en identificar los sentidos como intenciones, las grupos sociales tienden a generar mecanismos miméticos uno de los cuales puede ser, por ejemplo, reproducir la cadena de intenciones en una estructura informal: segundas y terceras intenciones pueden estar operando en la red social sin que esta sea consciente de ello. No hay duda que los sujetos están dispuestos a asumir una información como falsa o verdadera, recurriendo a criterios subjetivos, como las emociones, los vínculos de apego o aún el grado de empatía con las personas que les trasmitieron la información. Es de esta manera como Marco Iacobini, neurólogo de la Universidad de California en Los Ángeles y codescubridor de las neuronas espejo, caracteriza lo que el llama la neuropolítica: los principales componentes de la política es la afinidad con los otros con quienes compartimos valores, ideas, información, acerca de cómo deberíamos organizar la sociedad. Siguiendo estas ideas sugerentes, Darren Schreiber, Profesor de ciencias políticas de la Universidad de California en San Diego, propone considerar que en la formación de ciertas actitudes políticas el modo en que se presenta la información es determinante parta generar o no reacciones empáticas. Por tanto, piensan ambos investigadores, la emoción y no la razón y menos la cognición, se encuentra en la base de la formación de creencias, actitudes, voluntades, conductas, dispuestas a creer en algo y transferirlo en un código específico hacia otras personas. El contagio emocional que hace más de cincuenta años describieron Sigmund Freud, Gustav Lebón, y Sergueiv Moscovici, pasa necesariamente por la carretera de información y emplea los mismos mecanismos subjetivos de activación y predisposición conductual. Lo interesante es que, los autores citados, modernos y recientes, señalan que el malestar social (Freud lo llamaba malestar de la cultura), genera vías no oficiales para vehiculizar información con el propósito de contrarrestar la alienación y romper el monopolio de predominio. Alan P. Fiske, Profesro de Antropología de la UCLA, propuso un modelo de relaciones humanas basado en la transferencia no formal de información relacionada con la formación de actitudes políticas:   Reparto comunal, donde las personas tienen un sentido de identidad común; autoridad superior, donde las personas se relacionan siguiendo una jerarquía; ajustes de igualdad,  donde existe una relación equiparable entre los pares; precio de mercado, donde la relación sigue un patrón de comportamiento de acuerdo a las fluctuaciones oferta-demanda. Fiske piensa que en esta última forma más que en las tres anteriores, los mecanismos no formales de transferencia de información son más significativos por su número y su intensidad. Sin embargo, cuando se realizan trabajos de campo queriendo confirmar la encarnación del rumor en un determinado sistema de información, la red social responde que este no existe: un rumor que niega el rumor, no se reconoce más que como información, en una especie de juego al estilo “simón dice”…el rumor no precede a la persuasión sino que es su manifestación visible en tanto no sea etiquetado como rumor. Tildar una información como rumor está en función de juicios de valor subjetivos, como los prejuicios. Por ello, distintas personas expuestas al mismo mecanismo no formal-subjetivo-indeterminado de transmisión de información, verán cosas distintas: unos lo llamaran rumor y otros, información. Al llegar a este punto de aparente confusión, G. Allport y L. Postman definieron el rumor como un enunciado ligado a los acontecimientos cotidianos, cuyo propósito es formar una creencia, ser trasmitido de una persona a otra, sin que existan datos concretos (y sin que medie la necesidad de probar su veracidad) que permitan establecer su exactitud. El problema con esta definición es que es impecable en cuanto a la reducción analítica que propone pero deja fuera el hecho de que ese enunciado comprende además de la información, juicios de valor preestablecidos, y que, su repetición de boca en boca no pasa por todos los individuos, solo por un grupo que se identifica como tal de acuerdo a intereses particulares. Además, las definiciones propuestas circunscriben el rumor desde su contenido más superficial, es decir, como información de un tipo particular que aporta elementos de novedad e impacto sobre una persona o un suceso cercano, pertenecientes a una comunidad particular y que rebasa los parámetros de lo cotidiano. Un hecho que se deja de lado es que el trasmisor se implica en la comunicación, con el fin de compartir sus creencias y movido por intenciones declaradas o no. Considerando este último hecho podemos ahora contextualizar el rumor. Primero, el rumor es una narrativa que versa sobre un suceso de actualidad, y en ello difiere de la leyenda que trata sobre un hecho pasado. Segundo, el rumor está destinado a ser creído, por lo que no se trasmite con la única finalidad de divertir o de hacer soñar, por ello se distingue de los chistes o los cuentos. Tercer, su contenido narrativo es de naturaleza prescriptiva, es decir, conlleva juicios valorativos que en general aprueban o desaprueban a personas o las formas en que discurren hechos cotidianos. En este sentido no es raro que empleen algún tipo de sistema moral, formal o informal que discrimine el bien del mal. Cuarto, la estructura del rumor está planteada para persuadir o convencer, de ahí que sea considerada como un artefacto lingüístico de evangelización. Quinto, la fuerza del rumor está en función de la fuente determinante (¿quién habla?), como también de las predisposiciones de los receptores (¿a quienes les habla?), y la naturaleza particular del mensaje (¿de qué se habla?). Sexto y último, sin importar que el rumor tenga o no una base fáctica para verificar o comprobar algunos o todos los aspectos que afirma, su grado de verdad se establece a priori. No por ser in verificable es menos verdadero. Más aún, si es verdadero o no, no importa, su fuerza no proviene de ahí. Si bien el rumor puede ser no más que información no verificada, su impacto proviene de la persuasión, no de su veracidad. El veredicto final de su impostación o su falsía tampoco importa porque receptores y transmisores lo consideran como otro rumor más. Sin embargo, el rumor no es necesariamente falso, puede alterarse, deformarse o desvirtuarse pero aún así posee, utilizando las palabras de Freud, un fragmento de realidad. Si bien los estudios experimentales muestran una compleja red de sucesos, la verdad es que el circuito social del rumor no lo es. La fuente puede ser indeterminada, los trasmisores asumir su papel de forma escrupulosa en un contexto errático, y lo que es más importante aún, los trasmisores tratan de persuadir haciendo comprensible sus ideas para compartir sus creencias. Mircea Eliade señala una clave cultural para entender la fuerza del rumor: entre las sociedades humanas, no hay mayor fuerza que el testimonio directo de una persona que asume que ha visto lo que ha visto ofreciendo un juramento y su palabra de honor… Otra diferencia con los estudios experimentales es que la fuente del rumor no es tan determinante en su circulación como sí lo es el grupo social que está dispuesto a circularlo. En este ámbito difuso, la dinámica de la circulación es más preponderante que la verdad o falsedad del contenido.  El tomar en consideración la movilidad del rumor para intentar delimitarlo presenta una ventaja considerable. Ello recuerda que lo que funda el rumor no es su origen sino el hecho de que se hable de él. Pero el grupo social como tal no difunde cualquier información, esta se selecciona cuidadosamente utilizando marcadores intencionales y enlaces semánticos potenciadores de reacciones emocionales masivas. La penetración en la población, su velocidad de circulación, su evolución estocástica y la función comunicativa de cada miembro del grupo transmisor, pueden considerarse indicadores para medir el impacto del rumor. La frase según la cual los rumores se construyen “en caliente” alude de forma directa a lo que el sociólogo norteamericano Tyler Shibutani describió como un proceso de generación de noticias improvisadas que resultan de un proceso de discusión colectiva, inducida u orientada. En un contexto de manipulación política y férrea  vigilancia informativa, el rumor sería la puesta en común de los recursos intelectuales de distintos grupos sociales con objeto de formular una interpretación satisfactoria de un suceso ambiguo. Así, el rumor es a un tiempo un proceso de reproducción - dispersión informativa, y un proceso de interpretación y de comentario. Desde este nivel semiótico el rumor se constituye como una acción colectiva que pretende dar un sentido a hechos inexplicados. El rumor es una especie de hipótesis sensus communis, que trata de ordenar los hechos y ponerlos en perspectiva. Las alteraciones del rumor en su evolución informativa es la suma de los comentarios que los miembros van agregando de acuerdo a su leal saber u entender, al núcleo febril de su sistema de creencias. Si encontráramos una simplificación matemática para expresar el índice exponencial de movilidad-impacto del rumor, tal vez está sería una de las más aproximativas: 

Rumor = Importancia X Ambigüedad/actualidad

El impacto potencial del rumor es un coeficiente que se establece en función del carácter geométrico de su importancia y la ambigüedad informativa,  ponderados por su actualidad. Si la importancia es nula no habrá rumor, o bien, si la importancia es significativa y la ambigüedad amplia relativa a un hecho actual, habrá un tsunami de opiniones generando un rumor o varios; a mayor transparencia en los sucesos la ponderación de actualidad y el factor importancia se disolverán. En términos coloquiales, hay rumor donde la gente quiere saber y quiere informar. El rumor es el mercado negro de la información, un valor que fluctúa de acuerdo al grado en que las especulaciones sobre cómo un hecho afecte o no directamente nuestra vida. En la bolsa de valores, en la empresa, en la política, en las comunidades  y en nuestra casa,  lo más próximo es lo que más nos afecta. Tal descripción nos acerca peligrosamente a algunas cuestionables posiciones psiquiátricas que quieren ver al rumor como el síntoma de una enfermedad colectiva, tal vez un delirio o una alucinación. Si bien es posible que la psiquiatrización del rumor parezca lógica y no ideológica, aún así este enfoque posee una debilidad estructural inadmisible: negarse a reconocer el hecho de que una vez inducida en el cuerpo social una falsa información, esta se difunde exactamente igual que otra verídica, siempre y cuando afecte la proximidad cotidiana. El rumor nunca llega por personas desconocidas, al contrario, de este modo la movilidad de la información está basa en la confianza, pues por principio no suponemos que nuestros parientes, amigos. Colegas o vecinos, mienten, fabulan, inventan o son blanco de alucinaciones… La fuente no es importante, ni la veracidad, o el grado potencial de verificación, y menos aún la información: es el mensaje de que sea como sea, ante una paradoja generada por medios oficiales concerniente a un hecho próximo que sale de lo cotidiano, la gente no se detendrá para formular sus propias versiones y circular su propia información. Volviendo a la naturaleza del rumor después de haber desmontado su circuito de circulación, sus elementos contextuales y semióticos, podemos sugerir que estructuralmente el rumor es una proposición que relaciona un sujeto (s) y un acto (A). Pero esta relación puede ser determinante en la generación y propagación del rumor: si hay un sujeto positivo (bien intencionado) o un acto positivo (altruista), además de una cadena de hechos establecida con transparencia, no se genera ningún rumor; si en cambio hay un sujeto negativo (con reputación de inconsistencias morales) y un acto negativo asociado (infidelidad) entonces esta relación generará el rumor sin que importe la cadena de hechos contextuales, gravosos o atenuantes. El circuito es tautológico por necesidad, la fuente es la verdad y la verdad es la fuente.              

Bibliografía

(1) Jürgen Habermas (1995) Ciencia y Técnica como Ideología. Traducción: Emilio Barcarcel Edit. REI, México 1996.

(2) Peter Sloterdijk (2000) Die Verachtung der Massen. Versuch über Kulturkämpfe in der Modernen Gesellschaft., Suhrkampf Verlag Frankfurt am Main, 2000.

(3) Michel Foucault (1997) Technologies of the self, The University of Massachussetts Press.

(4)  Jean-Noël Kapferer (1987) Rumeurs, Le suil, París.

(5) Ian Hacking (1999) The Social Construction of What?, Harvard University Press, Cambridge Mass., y Londres.

(6) Abraham Maslow (1967) Principios generales de psicología, Ed, Mansour, México.

(7)  Karl Young (1999) Opinión Pública,  Ed. Paidos, Argentina.

(8) M. Maffestoli (2009) El tiempo de las tribus, Trad. Angélica Rossi, Ed. Sociológicas. Argentina.
 
(9) Marco Iacobini (2008) Mirroring people. The new science of how we connect with others. Edición del autor.  

(10) Darren Schreiber & M. Iacobini (2003) “Thinking about politics: Results from experiments studyng sophistication”, 61ª Midwest Political Science Association.

 (11) Sigmund Freud (1932) El malestar de la cultura.

(12) Gustave Lebon (1990) Psicología de las masas,  

(13) Sergei Moscovici (1999) Psicologia de las masas

(14)  Alan P. Fiske (1991) Structures of social life: The four elementary forms of human relations. The Free Press, New York.

(15) G. Allport y L. Postman (1947) The Psichology of rumor, Ed. Holt, Cambridge, Massachusetts.

(16) Mircea Eliade (1958) Vuelo Mágico. Estudios sobre la Obra de Brancussi, Trad. Mario Azkenazi, Ed. Siruela, Madrid.

(17) Tyler Shibutani (1966) Improvised News: A sociological study of rumor, Bobbs Merril, Londres.  

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