JORGE
ANTONIO DÍAZ MIRANDA[1]
Abril 2014
Para Karla, Ruben, Aldo, Giselle y
Alberto…
I.
El “crescendo” fílmico de una realidad sin anclajes
El director Darren Aronofsky
subleva la sensibilidad del cinéfilo,con una
andanada de emocionesque persisten a lo largo de toda la cinta en un crescendo agónico que lo persigue hasta
el letal desenlace.La primera escena establece de forma absoluta el contexto
perturbado en el que se desarrollará la desquiciante historia de Sara Goldfrag
y la de su hijo desalmado, el drogadicto Harry;
pero en verdad que no hay ni para donde moverse en ese proceso de
corrosión de la maternidad.
“Viene de lejos y parece
no tener fin la guerra entre padres e hijos, la herencia de las culpas,
el asesinato de la inocencia”.[2] No olvidemos que la modernidad se funda desde
Iván Turguéniev (Padres e hijos, 1862) y
Dostoievski (Los hermanos Karamazov, 1880), a partir de una profunda ruptura
entre padres e hijos, que desdobla el apego en dos dimensiones contrapuestas:
el vínculo amoroso que tiene un sentido manifiesto, y su contraparte que se mueve furtivamente en las aguas cenagosas de lo
latente.
Desde la azarosa lectura del
Evangelio sabemos que no es la duda lo
que enloquece sino la certeza: en el mundo despiadado de los recientes años que
corren con una celeridad desbocada, los
mejores valores de la humanidad han sido
derrotados, de modo tal que, en la viciada “normalidad” que nos rodea, las
compulsiones y las obsesiones sobrepasan
cualquier sistema moral. No cabe duda que las drogas forman parte de la
escena actual de la cultura estadounidense. Al igual que las armas, el trabajo
compulsivo y la ansiedad.
El estado de New York - que
comprende cinco boroughs (que se entiende como condados o ghettos): Bronx,
Brooklyn, Manhattan, Queens y Staten Island, presenta uno de los más altos índices de delincuencia juvenil asociado con el tráfico
de drogas y su consumo. Las drogas que consume con más frecuencia la juventud
neoyorkina, perteneciente a los estratos sociales de clase media y baja, son:
marihuana, cocaína (crack), heroína y anfetaminas[3]. En el mismo informe se
puntualiza que repunta el tipo de consumo de cocaína inyectada. En efecto, en
la cotidianidad la gente común no vive en el imperio de la ley o el mundo de la
razón. Vive como puede y hace lo que
puede con lo que tiene; y, a pesar de su cognición o los avances de la
tecnología, los patrones de la alienación mediática siguen utilizando los
mismos mecanismos arcaicos, primitivos, instintivos, compulsivos, atávicos o
rituales. Mecanismo que se activarán incluso en el seno de una sociedad
industriosa y puritana que concibe al individuo como algo imperfecto, es decir,
siempre en falta.
Recordemos que ya desde la
postrimerías de la sociedad de masas y en vista del creciente poder de los
mass-media, el artista pop Andy Warhol había profetizado quince minutos de fama
televisiva para el individuo, que los
buscaría con el furor religiosodel nuevo “opio” del pueblo[4] (que según Karl
Marx disociaría al individuo de su realidad material). Pero aunque la tele
basura sea una franca humillación a la dignidad humana, provee una “realidad a
parte” de la que vive una mujer como Sara Goldfrag, encadenada por la doble moral a una rutina de
aislamiento, aburrimiento, vulnerabilidad social y violencia. Esta última
propinada por su propio y único hijo: Harry.
II.
Sara: disolución, vulnerabilidad, olvido y angustia
La enfermedad de la modernidad es
la soledad. Los adultos mayores son objeto del aislamiento social. Su vulnerabilidad es manifiesta. Sara a sus presuntos cincuenta años ya está
deprimida, aburrida, ella cree que su vida no tiene sentido. Su adicción es la
televisión y sus reality shows de
triunfadores en serie, le proveen el medio de “sentir algo” mientras el tiempo
pasa. Sara es atávica, repetitiva, ritual. Su conducta se alimenta de rutina,
aunque no se da cuenta que la rutina también alimenta una sórdida
repetición. Sara no tiene poder sobre su
hijo, y tampoco lo tiene para poder cambiar su realidad, se disuelve en el marasmo del anonimato. En
vida se olvida de sí misma para eludir la angustia de existir, es una “mujer rota”, es decir, escindida,
fragmentada, desarticulada y abrumada por el desencanto. La vida sencilla que
lleva se parece a la de una fugitiva enferma mental, alojada en el espacio
reducido de un departamento de interés social. Su vida está circunscrita a un
pequeño reducto vital que no tolera variaciones. Seguramente no duerme muy bien
en las noches y en medio del insomnio,
Sara renace a un mundo de sombras
furtivas con signos de una alteridad
siniestra que amenaza su cordura con
extraviadas visiones y alucinaciones rejuvenecedoras que, pese a su lado
plácido, la amenazan desde la
“torre”frigoríficacon comidas rápidas y
fallidas dietas que no pueden devolverle el glamour de un market bodie. Sara se
obsesiona con la perfección y adopta un accidentado hábito anfetamínico,
recetado por un médico sin escrúpulos, que le ayude a reducir la grasa sobrante
de sus caderas maternales. Sara ya no tiene tiempo, ya no puede esperar, siente que ha vuelto a sentir el pulso de
algo lejano envuelto en la extrañeza, pues ella ya no distingue los matices del tiempo. Se ríe
con una mueca interior desolada y su mirada no es de este mundo, ya no volverá de su tardía saga química, el shot
ansiolítico toca la puerta para cobrarle factura, la psicosis anfetamínica[5]
le causa un prematuro otoño. Los
paraísos artificiales de la “moderna farmacia utópica” no suelen durar mucho,
sobre todo en la noche, cuando en la oscuridad,las paredes parecen estrecharse,
al punto de provocarle a Sara una inequívoca sensación de estar atrapada en una
jaula. Sara ya no posee una idea de futuro,
está agotada y sin alicientes; ya
no espera nada, ni a nadie y nadie la
espera, sólo un mundo de fantasmas
puebla sus fantasías.
III.
Harry:una personalidad en el límite
La rebelión química de Harry es
transgresora pues rompe los cánones de la autoridad. Se encuentra a mitad del
camino que une una intoxicación moderada con una intoxicación severa. La
violencia, la inestabilidad emocional, las alucinaciones, la ideación
paranoide, el descuido personal, la pérdida de peso, el escalamiento en el
consumo de cócteles euforizantes inyectables y la ansiedad cada vez más
prolongada, constituyen algunos signos evidentes de su progresivo deterioro
psíquico, neurofisiológico, físico y mental. Harry actúa como un
border line[6] (trastorno límite de la personalidad: TLP). El estado
físico de Harry denota un inequívoco estado enfermizo de infecciones
progresivas, desnutrición y deshidratación, inducidas por la ingesta excesiva
de preparados toscos que combinando clorhidratos de mala calidad y bicarbonatos
sódicos, que exigen de su hígado un trabajo metabólico extra. Su consumo
incontrolado lo somete a un estado perenne de hambre por la droga, además de las depresiones tras un período de
abstinencia que se presenta de forma más frecuente no obstante las dosis
crecientes que consume. La ambivalencia emocional de Harry está emparentada con
la preeminencia del sistema de compensación límbica sobre áreas de procesamiento
cortical y modulación voluntaria de la conducta, alojadas en áreas frontales del cerebro.
Harry ya no tiene el control de su conducta, su cordura depende de un incesante bombardeo bioquímico
opiáceo-euforizante. Harry es un joven emocionalmente perturbado que siente una
profunda necesidad de aliviar la ansiedad y depresión que subyacen a su
inestable personalidad. Harry se inyecta drogas para olvidar que está
deprimido, le gusta estar colocado, very high, para no sentir la
vorágine que lo empuja hacia el lado de algún tipo de responsabilidad o
compromiso. Harry se siente más allá del bien y del mal, es egocéntrico, una especie de Dioniso
posmoderno separado de sus propios sentimientos y de los sentimientos de los
demás. Harry sólo vive en el presente y a pesar de su amistad con Tyrone y de
su noviazgo con Marion, él evita comprometerse. No quiere comunicarse con Sara,
su madre, no la quiere escuchar, no
espera nada de ella, no quiere nada con ella porque siente que entre ambos hay
una inmensa distancia. Harry es intolerante y violento con su progenitora y
está seguro que Sara no tiene nada que
decirle, ella sólo le produce lástima,
depresión y ansiedad.
IV. Marion: la diva del actingout
Marion, la sensual novia de Harry,
actúa en la misma espiral de dependencia y distorsión de la realidad que su
partner. Hace un uso pragmático e
individual del lenguaje, es decir lo amolda a su antojo y cree tener la batuta
en su juego de “femme fatal”, pero en realidad está viviendo también una “realidad a parte”, porque el vínculo que
establece con Harry tiene que ver con su dependencia irrefrenable a la
sustancia. Marión es auto referencial, la realidad comienza y termina donde
ella dice. Marión es insegura, frágil, lábil, evanescente, tiene todo lo
material, pero sus padres nunca están
presentes. Marión es la diva del acting out[7]:impulsiva, colérica, irascible,
ilimitada, una chica que se rebela contra cualquier fragmento de autoridad que
le recuerde a sus padres. Marion no es capaz de hacer frente a la ansiedad de
la separación, por eso depende de Harry a tal punto de no percibirse distinta
de él mientras “el viaje” está en curso. Marion está dispuesta a todo mientras
la sustancia fluya, no le causa ningún remordimiento ser promiscua. Marion
tiene predisposición al riesgo y a la adrenalina. No se detiene frente a los riesgos que su acting out le
provoca, respecto de la sexualidad. Marion es dos personas:en la superficie es
una chica inteligente, sensible y protectora; en el fondo es una chica frágil, intolerante,
tirana, compulsiva y cruel. Marion es rápida en exigir cambios que le
favorezcan; exige un mundo de obligaciones de los otros pero que no le generen consecuencias;
quiere actuar y actúa pero sin pensar. Marion posee el talento de enjuiciar a
los demás sin incluirse jamás como parte del problema, su dependencia la induce a ser un
objeto-sexual, pero ella no se ve así. Se percibe como una heroína que busca
emanciparse de toda autoridad, miente a los demás y a sí misma porque teme a la verdad. El autoengaño es
la medida del mundo que ella despliega para sí. Marión no siente culpa, eso es
para los demás. Marion y Harry están viviendo una especie peculiar de folie a
deux[8] mediado por el uso de sustancias psicodélicas. A causa de su pérdida de
la realidad viven experiencias border line, con actos de vandalismo sólo
para apagar su sed de adrenalina.
Los dos jóvenes amantes se
pierden a sí mismos bajo el efecto de la droga y no saben cómo ubicarse en el
flujo de los sentimientos, lo cierto es que se usan el uno al otro para
escuchar lo que quieren oír. La aparente seguridad de Marion se desploma a
los primeros síntomas de crisis de abstinencia. Ella no es capaz de asumir el dolor y el sufrimiento,
evade cualquier responsabilidad, incluso consigo misma y prefiere vender
su atractivo cuerpo
a cambio de una insignificante
bolsita de sustancia. Esto la
llevará directamente en la boca del lobo, es decir, al servicio de los oscuros
placeres de un afamado diller.
V.
Tyrone: narciso afro y conducta de ghetto
El tercer personaje de esta cinta,
es Ty (Tayron), el “amigo” de Harry, un personaje que vive en el ghetto de New
York, el Bronx. Tyrone es un hombre
“gang”, la pandilla es él y él es la pandilla. El sentido de su conducta es
tribal, atávico, gregario; es decir, indiferenciado, con una identidad
indefinida, plural. El estigma propio
del color de su piel, forjó en él rasgos
de pandillero oportunista, cuyo ideal es poder entrar a las grandes
ligas de la mafia que domina los suburbios neoyorkinos. Su personalidad es
ambivalente: no tiene nada que perder. Lo que le pasa lo deja sin resentimiento
o culpa. Su egoísmo desmedido le permite servirse de Harry,
un blanco desprevenido, para poder empezar un negocio con el hampa de su
ghetto. El cándido apoyo de Harry que lo salva de la cárcel con el ahorro de
ambos, no es más que un instrumento para que él siga considerando la valía de
su liderazgo a pesar de las consecuencias,
es decir, volver a partir de
cero en el negocio y quedarse sin
recursos para el abastecimiento de droga. Ty se “masturba” constantemente con
la imagen de su madre, pues, ella representa lo irrecuperable, la presumible falta de cariño edípico que
compensala fallida sexualidad con su
novia disfuncional. La dependencia a los psico fármacos le impide ver cuáles son sus verdaderos
deseos y tampoco le interesa mucho averiguarlo.
VI.
La disolución de los vínculos humanos
A pesar de pertenecer a contextos
sociales distintos, los cuatro personajes
tienen en común la disolución de los vínculos humanos o de apego. La
tendencia a desvincularse de los afectos, a evadir las responsabilidades y compromisos comunes y
ordinarios en el seno de las familias es un rasgo vigente hoy en día. Pero esta
supuesta “independencia”, esta ficticia emancipación ha cobrado
sus costos. Asistimos a una disociación palpable de las relaciones
humanas “primitivas”, que no apela a una
exigencia moral fallida, sino a una falta de
consistencia y perdurabilidad en
los afectos más elementales. Estos afectos disueltos e inexistentes han creado
un vacío anímico que no se puede satisfacer artificialmente. La anhelada “independencia” de los vínculos
familiares, se ha sustituido con otras
“dependencias” perniciosas e
infrahumanas. Lo que se ha instaurado
en la mayoría de los individuos de nuestra agobiada modernidad y
postmodernidad —a partir de la des-composición familiar y social— son la
neurosis y psicosis. Las variables en el deterioro de los individuos son cuantificadas por circunstancias accidentales, no por una
voluntad consciente. Una sociedad
que acepta tácitamente lo que va en contra de la ley,
pero evade cualquier responsabilidad tanto familiar como
cívica. Se trata de una escisión colectiva de la realidad. Lo que
cuenta es la banalización y la
imposición externa que acaba en una
des-personalización absoluta. La realidad ajena se vuelve la propia. En estos contextos
no es de sorprenderse la oferta y demanda de drogas sin límite alguno. En las sociedades urbanas contemporáneas la dinámica imperante es la
cosificación de las personas, en pro de
la lógica del mercado cuya
apuesta apremiante es: compra tu felicidad
sin considerar el precio.
Ficha
Técnica
Título original: Réquiem for a
Dream
Nacionalidad: EEUU
Año: 2000
Dirección: Darren Aronofsky
Guión: Hubert Selby Jr., Darren
Aronofsky (basado en la novela de Hubert Selby Jr.)
Producción: Eric Watson, Palmer
West ,
Dirección de Fotografía: Matthew
Libatique
Montaje: Jay Rabinowitz
Música: Clint Mansell &
Kronos Quartet
Reparto: Ellen Burstyn (Sara
Goldfarb), Jared Leto (Harry Goldfarb), Jennifer Connelly (Marion Silver),
Marlon Wayans (Tyrone C. Love), Christopher McDonald (TappyTibbons), Louise
Lasser (Ada), Sean Gullette (Arnold)
Bibliografía
Stevens, Anita y Freeman Lucy.
Hijos en Conflicto.Gedisa, México, 1988.
Cajas, Juan. El truquito y la
maroma, cocaína, traquetos y pistolocos en Nueva York. Una antropología de la
incertidumbre y lo prohibido. Conaculta, INAH, México, 2004.
Kalina, Edoardo. Adolescencia y
drogadicción. Ed. Nueva Visión, Buenos Aires, 1988.
C.I.J, A.C. Farmacoterapia de los
síndromes de Intoxicación y abstinencia por psicotrópicos. México, 2001.
Novelletto, A. Y Spitz, René. La
masturbación en el niño y Hacia una revaluación del autoerotismo. Proteo,
España, 1969. (Publicado en la Psychatrie de l’enfant. PressesUniversitiares de
France, París, Vol. X, fasc. II).
Ocaña, Enrique. El Dioniso Moderno
y la farmacia utópica. Ed. Anagrama, Barcelona, 1993.
Bauman, Zygmunt. Amor líquido.
Acerca de los vínculos humanos. FCE, México, 2012.
Notas
[1] Colaboración en la redacción de
notas psiquiátricas, puntualización bibliográfica, descripción de páginas
electrónicasy traducción de este ensayo al italiano, de Marina Julia Sforza del Ministerio Italiano de Sanidad
destacado en Trieste.
[2]Se cita a José Saramago en su bello texto literario
El Evangelio según Jesucristo, Alfaguara, 1998. ISBN 978-84-663-1845-7.
[3]http://www.drugabuse.gov/publications/research-reports/prescription-drugs/trends-in-prescription-drug-abuse/how-many-people-suffer-adverse-health-cons
[4]Karl Marx enContribución a la
Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel (1843: Kritik des
hegelschenStaatsrecchts), publicada en
1844 en el periódico Deutsch-FranzösischenJahrbücher, relata en síntesis
que se necesita la abolición de la religión entendida como “felicidad
ilusoria” del pueblo para que pueda darse su felicidad real. La exigencia de
renunciar a las ilusiones sobre su condición es la exigencia de renunciar a una
condición que necesita de ilusiones. La crítica a la religión de Marx, se puede trasladar en este contexto
a los mass-media, y todo lo que representa una “felicidad ilusoria”, incluyendo
las sustancia psicotrópicas.
[5]La psicosis anfetaminica es un
tipo de psicosis provocada por el cansancio psíquico tras el abuso prolongado
de anfetaminas. Este tipo de psicosis suele caracterizarse porque el sujeto
sufre paranoias persecutorias o que atentan contra su persona, varían según la
personalidad de cada persona; desde agresividad incontrolada hasta depresión, con
ideas delirantes o paranoicas, también suele ir acompañada de alucinaciones
auditivas y visuales ya que el cerebro no percibe correctamente las señales de
los sentidos. Los síntomas de la psicosis anfetamínica se parecen mucho a los
de la esquizofrenia paranoide. En ambos casos suele haber una historia de
inquietud, mayor irritabilidad y alta sensibilidad perceptiva, que se
desarrolla en delirios de persecución, ideas de referencia y alucinaciones
visuales, el afecto apropiado, una conciencia clara, hiperactividad,
hipersensibilidad o ausencia de trastorno del pensamiento distingue la psicosis
anfetamínica de la esquizofrenia. Otros consideran que es absolutamente
imposible una diferenciación clínica. Los métodos de diagnóstico más fiables
son las pruebas específicas de laboratorio que detectan la anfetamina en la
orina.Borrego, Alicia,(1990)«Anfetaminas».
[6]El diagnóstico del TLP, en el
caso de Harry, se confirma por la presencia
de los siguientes criterios
apegados al DSM-IV: auto destructividad, rupturas airadas en las
relaciones interpersonales, sentimientos crónicos de profundo vacío y
soledad.El término borderline, tiene sus orígenes en hipótesis psicoanalíticas
en las cuales el término designa un tipo de frontera entre la “organización
neurótica” y la “organización psicótica”. De acuerdo a esta teoría, el
trastorno borderline se basaría en la angustia de la pérdida del objeto y se
traduciría en una inseguridad interna constante y en actitudes de poner a
prueba al entorno de forma
incesante.http://www.psiquiatria.com/imgdb/archivo_doc8506.pdf
[7]El acting out es frecuentemente
utilizado por individuos psicóticos ya
que, un ataque violento por ejemplo, puede considerarse en relación al acting
out de trastornos alucinatorios y delirantes, la conducta resulta consistente
con los trastornos y causada por ellos y no tiene nada o casi nada que ver con
la realidad. Es frecuente al tratar con pacientes psicóticos esperar a que el
paciente tenga una susceptibilidad de actuar, o peor aún, que actúe, partiendo
de sus impulsos y percepciones irreales.Revista de Psicoanálisis, Psicoterapia
y Salud Mental Vol. 3 nº7, 2010 (Por: José Martín Agreda García).
[8]DSM–4 Criterios para el
diagnóstico de Trastorno psicótico compartido. Se desarrolla una idea delirante
en un sujeto en el contexto de una relación estrecha con otra(s) persona(s) que
ya tiene(n) una idea delirante establecida.
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