lunes, noviembre 11, 2013

BEFORE MIDNIGHT




Jorge Antonio Díaz Miranda
Noviembre 2013


Aunque usted no lo crea he aquí un film estadounidense independiente, con un presupuesto reducido y un argumento de primera. Demostrando que se puede hacer buen cine sin la hueca parafernalia holiwoodense. Un film cuya caracterización emotiva y discursiva sale directamente de las entrañas de los protagonistas. El plató se despliega en un sitio platónico, literal y metafóricamente, uno de los más bellos litorales de la costa griega frente al histórico y apacible Mar Egeo. Ethan Hawke y la hermosa Julie Delpy, dan vida a Jesse y Celine (escritor y ama de casa con trabajo esclavizante), que montan un soberbio duelo de improvisación histriónica y dialéctica, para ilustrar con durísima elocuencia los vericuetos del matrimonio moderno, saturado de ambigüedades, contradicciones, malos entendidos, insatisfacción, culpa (que no responsabilidad) y amargos resentimientos por infidelidades reales o imaginarias. La crisis de una pareja madura que comparte antecedentes devastadores de mutua inquina, sospecha y paranoia. En una villa frente al Peloponeso, la pareja afronta su enésima crisis replanteando el pasado, cuestionándose el devenir del presente y echándose en cara la incertidumbre de envejecer juntos o separados. Solos o con amigos, acompañados de sus hijos o solos, cada uno tiene frente a sí, un conjunto de decisiones que pesarán en el corto y mediano plazo: a él con respecto a su relación con el hijo adolescente de su primer matrimonio y a ella con un trabajo en puerta que le permitirá desarrollar al máximo su potencial profesional. El dialogo construido entre ambos está poblado de fantasmas alcoholizados, impulsos lujuriosos, soledad, desencanto y desesperanza. En los portales de la añeja ciudadela matrimonial, se encuentran ya estacionados los oscuros jinetes del apocalipsis que traerán ruina física y moral. A lo que se agrega la habitual presión de sus respectivas profesiones, el plus de estrés por su respectivo rol paternal, las cuentas bancarias que no dejan de llegar, los horarios de trabajo compulsivo y los prejuicios que cada uno arrastra respecto de la nacionalidad del otro (ella francesa y por tanto “puta”, él estadounidense y por tanto “macho ignorante sin pizca de educación”). La pareja describe con lenguaje directo que el camino de la vida conyugal está pavimentada de ronquidos, desvelos, mal olor y rutina aburrida de sexo rápido, antinatural y predecible. El marco de la discusión será la inacabada e inacabable conflicto inter-género donde unos y otros se acusaran de las peores miserias: you know Darling, the woman crossing the great auto-sacrifice valley, forever. Y así hasta completar el perverso eterno retorno de lo habitual con su vesánica rutina que nos hace desembocar en el lost paradiso de Milton, es decir, ese lugar que no es ningún lugar, donde ya derrotados nos consolamos con sentir empatía por los perdedores. Vale la pena pues revisar este film por su carga humana, demasiado humana quizá para los gustos de la época. La dirección de Richard Linklater y las locas improvisaciones de la pareja Hawke-Delpy, harás las delicias de maduros y súper rucos que en la actualidad digital aún disfrutan del placer anacrónico de dialogar face to face, sin caer en el kitsch cursi, el vulgar chantaje sentimental o el mobbing inhumano de la decadente e impersonal comunicación virtual-remota. En la época de los talk shows he aquí uno que no tiene desperdicio, una terapia de pareja pública en tiempo real, sin censura ni cortes publicitarios. Al final, una fina filigrana dramática que tiene reminiscencias teatrales a lo Enrik Ibsen, y, citas fílmicas al estilo intenso de un Ingmar Bergman  o de un Volker Schlöndorf.


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