lunes, octubre 28, 2013

LOU REED IN MEMORIAN




LOU REED
(1942-2013)

In memorian

 
JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA

Octubre 2013

 A José Miguel Estaban Cloquell

 

Más de cuarenta años de fecunda carrera artística y las discusiones sobre sus distintos sentidos no pueden agotarse solamente en la accidentada relación que tuvo Lou Reed con la Factory de Andy Warhol, su juvenil exhibicionismo homosexual-heroinómano, o, en el lado salvaje de su peculiar relación con los extraordinarios músicos minimalistas de la Velvet Underground. Mucho menos en la copiosa discografía que, acompañado o solista, de estudio o aquellos que registran estimulantes recitales alrededor del mundo, reunidas en grabaciones oficiales o piratas; y, que, en buena medida ilustran la evolución musical de Reed con sus descarnadas visiones de crooner neoyorkino, a un tiempo apocalípticas y nihilistas, con los ecos sonoros de una moderna ciudad multicultural que se avejenta cada día por la densa polución fotoquímica.

 

Porque todo lo anterior no es más que la cima visible de un mega-volcán submarino, en cuyo interior se alojan las vetas riquísimas de materia incandescente,  que, contienen las claves del mejor rock contestatario de la segunda mitad del siglo XX y de principios del XXI, el cual, a través de la visión artística de Reed, incorporó las bellas letras y la poética a su repertorio expresivo. No por nada Francia otorgó al músico la máxima distinción como representante de la legión de honor en letras y artes. Lou Reed tuvo una intensa relación con el mundo literario estadounidense, interactuando y  participando activamente en su re-producción-recreación sonora. Recuérdese a este respecto, la recreación de los cuento de terror de Edgar Allan Poe, reunidos bajo el disco The Raven, realizado en  2003, en el que Reed actualiza y adapta (con la colaboración de sus amigos escritores, actores y músicos), el contenido literario en función de la atormentada realidad cultural de Estados Unidos en el presente siglo, caracterizada por sus profundas contradicciones sociales, su ambigüedad política, su racismo, su enajenación, su estupidez, su belicismo banal, su desdén hacia la naturaleza, el bandidaje financiero internacional; pero también por su multi-culturalidad, sus espléndidas bibliotecas y museos, los hombres y mujeres que han forjado desde su militancia política, intelectual y sobre todo su quehacer docente o tecnológico, los valores democráticos, de defensa de los derechos civiles, la solidaridad internacional, el bilateralismo y la cooperación internacional.                                

 

En ese sentido militante y abierto, tolerante y solidario, contestatario y propositivo, ético y estético, apocalíptico pero integrado, se inscribe el trabajo artístico del último Lou Reed, maduro y centrado, más reactivo que nunca, firme y digno frente a la locura de los políticos que siguen siendo una raza de hijos de puta. Las dosis de desconsuelo que comunica Reed en sus discos New York, Set the Twilight  reeling y Ecstasy, no provienen sin embargo de un fatalismo derrotista o de solo conformarse con la contemplación de la sangre en las manos  o e l dolor por los muchos amigos que se han ido con las pandemias de fin de siglo (pasado). Provienen de una renovación vital que propone en primer lugar exterminar la exagerada centralidad del yo, luego sustituir la sensación del momento para pensar reflexivamente en un futuro donde no estaremos pero estarán otros que heredaran el mundo, y finalmente disolver la perspectiva de lo que urge o de lo inmediato para centrase en la canción de lo trascendente, es decir, la belleza natural preservada, la justicia y la dignidad humanas,  y la gran aventura de la ciencia y los saberes materializados en tecnologías de exploración. Si bien la realidad humana es aún de miseria y odio, Reed piensa (por ejemplo Set The Twilight reeling) que son los hechos de la gente cotidiana las que frenan las maldades de las grandes corporaciones al desensamblar las pendejadas de los chinga madres. El opio del pueblo debe eliminarse desenmascarando la tecnología del yo de la culpa y la confesión porque, salvo los casos extremos, la naturaleza humana es un despliegue complejo de cognición, alma y espiritualidad. No por nada Reed, en su disco New York,  hace morir de nuevo a Cristo en la catedral de San Patricio (uno de los anacronismos arquitectónicos más bellos de Manhattan), sugiriendo la validez de la idea del sacrificio individualista en pos de la sobrevivencia de la comunidad. En Ecstasy vuelve la vitalidad de la tradición para tender un puente con las nuevas generaciones, no obstante la danza de la muerte. Esta es una de las vetas hermenéuticas que abren las aportaciones de Reed al mundo artísticos contemporáneo, pero como esas hay muchas más que requieren estudiarse y preservarse y retomarse para su actualización.     

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