lunes, noviembre 05, 2012

PAGARON POR OTROS



PAGARON POR OTROS...*

“Mi gobierno mantendrá la lucha contra los criminales hasta su último día, porque estoy convencido de que así, México vivirá mejor”  Presidente Felipe Calderón Hinojosa, 2012.

I. Eran las seis de la tarde cuando llegaron, pero no imaginábamos lo que pasaría más tarde… En días anteriores habíamos visto esa camioneta estacionada frente a la casa de los vecinos. Pero la verdad, es que no supimos sino hasta más tarde por qué o para qué se estacionaban ahí... Hemos sepultado a todos, cinco adultos y dos niños. Pero del muchacho por el que esos tipos preguntaban con insistencia no sabemos nada, ni siquiera se presentó al funeral. La verdad nadie sabe nada, aquí nos dedicamos al campo oiga, todo el día trabajando de una parcela a otra con las grandes trilladoras que trajeron los del municipio. En la mañana mandamos a la escuela a los hijos y luego, enviamos el almuerzo a los señores. Después nos vamos a buscar leña y bajamos hasta el río por agua. Regresamos y tenemos más trabajo, atizar el fuego, moler, preparar las tortillas y la comida, esperar que los hombres y los hijos regresen, para atenderlos. Antes de ese día nada pasaba en este pueblo, hasta que comenzaron a aparecer esos hombres por el rumbo de la montaña. Primero, bajaban en camionetas de redilas. Iban por las calles principales del pueblo y a luego se iban. Como que buscaban algo y sólo se quedaban mirando a las gentes. Luego vinieron más y se quedaban cerca de la casa, de esa casa que le digo. El lunes por la tarde, llegó una camioneta lujosa con cuatro hombres que cubrían su rostro con pasamontañas, igual que guerrilleros, de esos que don Flavio vio alguna vez allá donde el vado hondo. Preguntaron a algunos por el muchacho y Cirilo les dijo que estaba en su casa, porque a esa hora  todos los hombres ya habían vuelto del campo y a ese por el que preguntaban, lo habían visto en la parcela de don Celso, por la mañana. Entonces, esos hombres se dirigieron a la casa y ahí hablaron con el hermano. Él les dijo que Sabino se había marchado del pueblo. Nada dijeron esos hombres y partieron otra vez por el rumbo de la montaña. Cuando se alejaron el hermano entró a la casa y vimos que cerraron ventanas, cortinas y atrancaron las puertas del tecorral. Esa noche ya no prendieron las luces de la casa. Después, en la madrugada, vino del río un aire frío y una neblina tan densa, que era difícil ver a unos pasos. Mi comadre me dice que los perros estuvieron muy inquietos y que el viento traía voces…y que de vez en vez, se veían unos como naguales, como espectros en pena que iban y venían dentro de la casa de los vecinos. Pero yo no escuché nada, me dormí inquieta, pero al final me dormí. Abrí los ojos de pronto, por ruidos que parecían provenir del pasillo, Agustín, mi hijo mayor, platicaba con mi nieto, y luego escuché que se levantaban. Alguien tocaba la puerta y escuché que Agustín contestaba desde dentro y luego abría. Martín también se había despertado, y ya se levantaba cuando mi nieto vino a llamarme a gritos para que saliera de la cama. Yo salí toda asustada a la calle donde había más gente. Ahí, en la entrada de la casa de los vecinos, estaba un cuerpo amarrado con un hoyo enorme en la cabeza, era el cuerpo de Cirilo. La gente comenzó a juntarse, las campanas de la iglesia repicaron, con la llamada de alarma, con la llamada de auxilio. La puerta de madera del tecorral  de la casa, había sido arrancada y estaba hecha pedazos. Entonces, algunos decidieron entrar para saber qué había pasado. Yo fui tras ellos, tratando de atajar a mi nieto para que regresara a nuestra casa. Más lo que vimos dentro nos dejó a todos fulminados con una visión del infierno. Don Rufino y su esposa estaban tirados en el patio debajo de las higueras. Mario, el hermano de Sabino, estaba dentro, junto a su esposa, encobijados y con heridas en el pecho que parecían flores sangrientas. Pero lo más terrible; eran los cuerpecitos de los dos niños, colgados en las trabes de la junquera, ahí donde don Rufino guardaba los arreos y las sillas de los caballos. Yo me negué a ver esos pobres cuerpecitos masacrados. Pero mi comadre, después me contó que costaba trabajo olvidar la saña con que fueron mancillados, mutilados, torturado, quemados; pobres almas que nunca tendrán descanso, porque lo último que vieron sus desventuradas vidas fue cómo mataban a sus abuelos y a sus padres, y que luego ya desamparados; esos malditos los tomaron uno a uno…para hacerles esa porquería. Pobres niños que apenas vivían y que nada debían, niño y niña que fueron arrancados del sueño de juegos y bonitas fantasías para ser tragados por un remolino de furia que no tuvo temor de dios.

II. Eso pasó aquí. Fue antes del día de muertos. El alguacil vino y dio parte a las autoridades municipales, pero en lugar de enviar a sus policías, el alcalde envío a federales que venían en una caravana de al menos siete camionetas. Con ellos llegaron hombres con batas de doctor que tomaron fotografías de la casa, de los cuerpos; ellos fueron los que bajaron a los niño y a luego se fueron dejando a todos los difuntos apilados en el  patio de la casa. Entonces el alguacil pidió ayuda para organizarles un funeral y enterrarlos al otro día muy temprano. La misa de difuntos fue como a eso de las nueve. Pero el padrecito ni se presentó, en su lugar unas señoras dirigieron los rezos y con permiso del altar tomaron agua bendita de la pila para rociarla sobre las cajas; sobre todo la de los pequeños niños que ya nunca volverán a despertar a la luz del mundo. Vinieron gentes de muchos lugares, del valle, de la montaña, del llano, de los vados, de las peñas, del embalse, de las laguna; todos en una caravana sufriente cargando un campo de flores y veladoras. Las únicas coronas fueron para los niños que encabezaban la fila de féretros que iban hacia el camposanto. Pasamos por la que fue su casa y ahí nos detuvimos un rato para que se despidieran. Una señora les trajo a los difuntos un sahumerio y esparció el humo perfumado del copal para bendecirlos a la manera de la gente grande. No hubo música como en otras ocasiones, solo silencio y sollozos de algunas personas que nos acordamos de cómo los encontramos. En la cripta familiar depositamos a todos. Nos dio tanta lástima dejar hasta abajo a los niños y por ello, los pusimos en los niveles superiores. Pusimos ahí todas sus ropitas, y los juguetes que encontramos guardados en una lata, las muñecas y los carritos para que ayudaran a los dos angelitos a encontrar su camino al cielo. Al terminar de cubrir con tierra la cripta, cayó la lluvia y pensé dentro de mí, que en aquella casa ya no habría nadie para escucharla...

Eso fue lo que pasó aquí y así se lo digo señor, para que usted lo cuente y la gente sepa de la tragedia de Sabino y su familia.               

* La historia contada aquí es real. Sólo los nombres de los personajes y las referencias geográficas fueron cambiados para proteger la identidad de los informantes. Las autoridades locales y estatales del lugar  cerraron el caso de la familia asesinada, por “falta de pruebas”. Pese a que todos los indicios apuntaban al delito de homicidio perpetrado por bandas criminales que emplearon fusiles semiautomáticos de balas expansivas. Las investigaciones se detuvieron en diciembre de 2011 y los asesinatos fueron cargados a la cuenta del combate a los criminales por parte del gobierno federal y “el enfrentamiento que distintas células tienen dentro de la zona por el control de la plaza”. La persona a quien buscaban los hombres con pasamontañas, apareció semanas más tarde en “el camino del Llano”, ahorcado y con señales de tortura, asesinado al menos un día antes que su –supuesta-  familia. La investigación de su caso también fue archivada sin que autoridad alguna se haya dado por enterada de la tragedia. Un mes después de los hechos narrados, el ayudante municipal junto con su familia, salieron del pueblo rumbo a los Estados Unidos. Los alguaciles locales renunciaron a su cargo y la policía municipal ya no hace pie en el poblado de 1200 habitantes. El centro de salud rural también cerró sus instalaciones y la doctora se fue, alegando que temía por su vida. Solo permanecen una enfermera y una auxiliar voluntaria que no quisieron abandonar el lugar y que ahora atienden dentro de las instalaciones de “La Casa de Cultura Comunitaria”. Ellas se encargan de proporcionar consulta médica, cuidar a los enfermos y administrarles medicinas. Las escuelas primaria y secundaria siguen su ciclo escolar de forma normal, pero con tan solo la mitad de sus estudiantes pues muchas familias han huido del lugar. Las camionetas siguen bajando del rumbo de la montaña y ahora son “ellos” los que imponen el “orden” a cualquier precio. De vez en vez, se ven aeronaves que surcan los cielos, “siempre vienen desde el sur y descienden allá en el valle”. Desde entonces ya nadie va por ese rumbo “pues en las noches se escuchan estruendos, se miran destellos y los cerros retumban con rugidos…”

                                       

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