lunes, octubre 03, 2011

LA APORTACIÓN ÁRABE A LA EDAD MEDIA


JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA
22 de septiembre de 2011



…Los europeos re-aprendieron que lo más importante quedaba siempre en una interrogación. Que lo más difícil no se descifraba. Y que el conocimiento era inagotable. El mundo era materia fluida de interpretación.

Los árabes trajeron todo eso a través del mar y Europa fue salvada así del trivium Imperial que había eliminado de los anales de la historia a Aristóteles, Pitágoras y a Arquímedes.
The Itinerary of Benjamin Of Tudela, Texto Crítico, traducción y comentarios de Marcus Nathan Hadler, Philip Feldheim. New York 1907.



Muy pronto los moros dejaron de ser una milicia tribal extraordinariamente móvil, para convertirse en clase terrateniente y de ahí, establecerse, como civilización urbana en el moderno territorio de España. Una vez que la base militar y agraria había sido consolidada, el Islam gobernó mejor sus intereses militares, agrícolas, y, comerciales. Las grandes ciudades como Córdoba, Sevilla y Granada, fundadas históricamente en ese orden, gracias a la rápida circulación de una economía monetaria, el valor comercial de las mercaderías, la fuerza administrativa de la pujante burocracia y el crecimiento del sector de servicios. La Córdoba musulmana fue la gran metrópoli del Al-andaluz que dominó España entre 711 y 1010.

Los tres sucesivos monarcas Abd-El-Ramman de la monarquía Omeya escogieron la ciudad de Córdoba para sellar la presencia musulmana en España. La presencia de esta figura emergente que provenía de los desiertos áulicos de Próximo Oriente, fue fundada, en principios de apertura e inclusión, y no al revés, como lo quisieron hacer creer las mentiras políticas que difundirían visigodos e iberos, castellanos y aragoneses, bajo juramento de la cristiandad. Esta lucha ideológica, por cierto fue uno de los tantos frentes en que cristianos y musulmanes se encontraron a lo largo de más de ocho siglos, fronteras crepusculares de intercambio de sangre pero, también, de cultura. Comercio, saber, arquitectura, lenguaje y crecimiento mutuo. Los árabes fueron civilizadores y a su vez abiertos al influjo de otras civilizaciones. Córdoba se convirtió en la cabeza de puente mediante el cual la Europa visigoda y con ellos todos los pueblos germánicos, pudieron reanudar los vínculos con su propio pasado perdido: el Mediterráneo.

Desde el califato español de Córdoba, la filosofía griega y la literatura clásica marcharon de vuelta hacia la Europa Gótica sobre los pirineos. Pero ese regreso cultural se puede rastrear desde mucho antes, en la monumental biblioteca de Bagdad. La escuela de pensamiento filosófico y científico de los árabes se fue configurando desde el siglo octavo de nuestra era. La historia comienza con la fundación de Bayt al-hikma, la casa de la sabiduría, creada por el califa al-Ma’mūn (m.833. A sesenta y cinco años de su fundación, los árabes conocían traducciones de Platón y Aristóteles, de Hipócrates y Galeno, de Alejandro de Afrodisia, de Temistio y Simplicio, y de un sinnúmero de obras científicas y filosóficas. A partir de entonces y hasta finales del siglo décimo, la recepción y traducción de textos griegos sería prolífica.

La importancia de los árabes en la recepción y transmisión de la filosofía griega es un capítulo apasionante en la historia de las ideas. Pero su papel no se reduce a la mera paráfrasis o a la conservación de los textos antiguos, sino que desarrollaron una filosofía propia. Los medievalistas dedicados a la tradición latina (vr. gr. Étienne Gilson, Johan Huizinga, Umberto Eco), conocen algunas referencias que se encuentran en personajes que estudiaron cuidadosamente algunas traducciones del árabe. Por mencionar algunos ejemplos, recuérdese que filósofos como Tomas de Aquino, Duns Escoto, entre muchos otros, recibieron principalmente las influencias de Avicena y Averroes.

Desde esta perspectiva es posible entender porque el pensamiento medieval y sus saberes no son comprensibles, pues, sin los referentes greco-árabes. La Escuela de traductores de Toledo diseminó en occidente conocimientos selectos de medicina, matemáticas, astronomía, herbolaria, literatura y poesía, junto con las compilaciones de los cuentos indostánicos.

La España musulmana inventó el álgebra y el concepto de cero. Muy pronto se demostraría la eficacia del sistema de numeración arábigo y sustituiría en toda Europa el vetusto y engorroso sistema aditivo romano. Desde el sur Islámico El papel fue introducido, así como el algodón, el arroz, la caña de azúcar y la palmera, hacia el norte europeo cristianizado. Córdoba a su vez, asimiló el Derecho Romano y el arte de Bizancio, imponiendo respeto para las teologías del judaísmo y la del mismo cristianismo, lo que incluyó a sus portadores, quienes eran considerados junto con el Islam como “los pueblos del libro y de la música”. Así, pues, durante la supremacía cordobesa, ganó fuerza la idea de que la coexistencia de las distintas culturas no está en conflicto con la sustancia del concepto monoteísta de un solo Dios. Desde esta amplia visión del mundo, Al-Kindî, el desarrollo del pensamiento y del conocimiento se define como una búsqueda incesante de la verdad. Definición que parte de Aristóteles y está fuertemente alambicada con un neoplatonismo, y reactualizada en su sentido epistémico por Averroes desde las tradiciones esotéricas propias de los árabes, de modo que, “Veritas filia temporis”, o la verdad es hija de los tiempos. Los contactos culturales entre árabes y latinos comienzan desde el siglo noveno. Éste es, por cierto, el de mayor auge en las escuelas de traductores –entre ellas las de Bagdad- que tanto contribuyeron a la filosofía. Para el siglo décimo el intercambio cultural es inmanente.

Es cierto que la abundancia de espléndidas bibliotecas, belleza arquitectónica, refinamiento social y lujo en Al-Andalus –nuestra Andalucía-, fue alimentada por los aranceles, gravámenes, el botín de guerra, la sujeción de los estados cristianos y los tributos impuestos a sefaradíes y cristianos, además, por supuesto, del floreciente comercio que se expandía hacia todas las direcciones del compas. Pero no cabe duda que esta expansión civilizatoria y comercial benefició a toda la Europa cristiana, bárbaros germanos o romanos tardíos.
Políticamente hablando, los tres grandes gobernantes Omeyas de Córdoba liberaron progresivamente a la España musulmana del poder oriental, proceso que culminó con la decisión tomada por el tercer Abd-El-Ram-man de proclamar a Córdoba como un califato independiente de Bagdad, y reuniendo tanto el poder político como el religioso en un Estado autónomo y libre. Hábil, escrupuloso y juicioso el tercer gobernante Omeya, supo controlar a las tribus rebeldes de África del norte, Almorávides, y a los árabes peninsulares, para que de forma conjunta elevaran Al-Andalus al esplendor. Sin embrago cuando los almorávides cruzaron Gibraltar el esplendor de Córdoba decayó por el fanatismo y la militarización.

Entre 1010 y 1248 Sevilla se convirtió en el nuevo centro de la cultura musulmana en España. La dinastía de los Almohades reinó un siglo de esplendor. Fue en este período en el que vivieron los dos más altos pensadores de la España Medieval. Uno de ellos el judío Maimónedes, era doctor, escritor del árabe, conciliador de la filosofía de los helénicos y la del judaísmo, recapitulador del Talmud. El otro Averroes, fue el filósofo que, como ya se ha mencionado más arriba, reintrodujo a Aristóteles en Europa y que se atrevió a pensar en una doble verdad, esto es, una verdad mítica revelada por Dios, y una verdad científicamente comprobada.

Al iniciarse el declive del poder árabe España después de la derrota de las Navas de Tolosa en 1212 y la caída de Sevilla ante el ataque de Fernando III en 1247, sólo una tercera gran ciudad sobrevivió para preservar la herencia: Granada. Este fue el reino final, que presidió el crepúsculo de la sociedad musulmana en la Europa árabe, entre 1248 y 1492.


















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