BY JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA
2008
Segundo sermón de la pedrada. En aquellos días Fe-lipe de Jesús descendió de la montaña y caminó por villas y pueblos, y llegó hasta el palacio de Herodes Antipas, su compadre. Ahí se reunió con sus discipulos y lugartenientes para festejar el segundo año de su ministerio. Ahí, justo ahí, dirigió un sermón de gratitud "a los adversarios políticos, la prensa y a sus críticos".
I. Esta es la palabra que os vine a mostrar después de cumplir el segundo año de nuestro ministerio en la tierra. En esta cuesta de las comadres en que se ha convertido la política nacional, Yo he roto "los tabus de la incapacidad para alcanzar acuerdos". Los libros de la ley son más legibles hoy y mejor aplicados, con o sin el consentimiento de mis adversarios políticos.
II. El rebaño del señor ha sacudido de las copas elevadas de su árbol de vida, los frutos amargos de dudas y resentimientos. El rebaño "se ha sacudido creencias que lo ataban al pasado". Sentimientos negativos que si se me permite fueron sembrados por los infieles pejelagartones que encarecen nuestros errores hasta medidas indecibles. "Pero las cosas empezaron a cambiar".
III. La parálisis y el atraso del pasado quedaron marginados en este primer año del nuevo magisterio y hoy podemos avanzar hacia la fe de la mano de Pretorianos romanos, Tetrarcas y Sacerdotes del templo, todo unidos en el cuidado del rebaño y en la administración de los sacrificios para que la paz brille como un bastión de salvación para todos.
IV. Somos el instrumento de la fe, los soldados de la pasión, el puño de la justicia y el brazo absoluto contra los narco-zelotas que hoy se ceban en ágapes inflamados de dólares, armas, avionetas y submarinos. No nos detendremos en esta escalada santa donde todos menos uno son culpables. Esta es la palabra de Dios.
V. Doy gracias a los pobres que oran cada día por comer y por beber, en el banquete al que no han sido invitados. Doy gracias a los adversarios políticos porque sus cuchufletas me despiertan cada mañana antes del sol y me avisan oportunamente cuando mandar los escudos antimotines para detenerlos y enseñarles el lugar que deben mantener. He girado instrucciones precisas al Estado Mayor de mi religión para que impida que los rijosos de cualquier bandera religiosa, fieles o infieles, se acerquen a los recintos sagrados donde se lleven a cabo estos actos públicos de expiación. Autorizo a mis dos apóstoles Juan-Medina Mora y Pedro-García luna para que se coordinen y detengan por las malas y las peores cualquier acto de desobediencia hacia mi mandato.
VI. A todos los caídos les confirmo la fuerza de nuestro ministerio y los conmino a la resignación por el cumplimiento de su misión. Las convicciones y los negocios por los que cayeron, siguen firmes y nada ni nadie podrá borrar los compromisos de crecimiento que proyectamos hasta el fin de los tiempos del sexenio y más allá en nuestro verdadero reino de la riqueza. Que nada os conmine al miedo o al alboroto, no olvideis la fuerza de nuestra fe. ¡El beato Juan Camilo -patrón de los carros de fuego estrellados- nos protege en este viacrucis de fugas de capital¡.
VII. Nada nos detendrá en esta cruzada de renovación moral, y en lo que resta de nuestro ministerio habrán de seguir cayendo desde las alturas de la perversidad, aquellos que hagan pactos de distinta fe sin avisarnos.
En nombre del fraude, de la reforma del fisco y los bloques de explotación de PEMEX, Amén.
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