JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA
2008
Inspirado en la monumental saga-epopeya de J. R. R. Tolkien, El señor de los Anillos.
Altos velámenes, recios maderos, inmensos cascos de hierro en oro bruñidos,
navíos blancos con talladas cimeras, fortalezas flotantes, heraldos de guerra,
surcando mares tenebrosos perseguidos por el bramido de tempestades,
en la dura lejanía de bahías hostiles, duras y crueles,
con muelles grises y torres almenadas que vomitan fuego y peste,
internándose en territorio enemigo de huestes oscuras y feroces capitanes,
al asalto del odio y la desdicha, cabalgan las olas persiguiendo el fin del mundo.
Pero no queda más que la guerra, los que dudan han retrocedido
los que siguen han optado por sucumbir presentando combate,
aunque el destino espera a todos en el gélido y cruel Este
en los territorios de la sombra,
más los navíos avanzan pese a una frágil esperanza y una estéril victoria
bordeando el Harlond hasta la bahía negra de Belfalas,
en recia formación de combate, como una larga espada de plata
rasgando el velo de una maléfica oscuridad que los acecha.
El ataque no tiene regreso, el camino es hacia delante
en la batalla desigual, en una guerra hace tanto tiempo perdida
y el fragor de unos metales destemplados por la desesperanza,
pero en las costas del infierno se interna la flota blanca
tragados por el humo y la ceniza, perdidos para la luz del mundo,
ya no volverán a los bosques ni a la montaña, ni al despertar de días luminosos
con la leve brisa de marzo, y ya no pisarán la tierra de follajes y ríos
ni volverán al fuego encendido de sus hogares,
todos los navíos perdidos con sus valientes tripulantes.
Ahora yacen extraviados para siempre en las tinieblas de Mordor
la tierra oscura del trono oscuro del señor oscuro, Saurón,
amarrados a las tinieblas para siempre,
como espíritus menores sometidos a la tiranía
de un amo cruel y despiadado,
al fin derrotados y sometidos a la voluntad irascible
desnudos ante el ojo sin párpado que está rodeado de llamas
torturados hasta la locura, quebrados al fin, pobre espectros atormentados.
Dime viento del Oeste, qué noticias me traes de los buques de la torre de plata,
dónde están los capitanes valientes y sus leales soldados,
dime al menos si escuchaste sus lamentos en las noches tenebrosas
dime si todavía siguen vivos, dime si rozaste las velas de sus barcos
¿encontraste en los mares agitados astillas de los cascos bruñidos?
dime si toda esperanza deberá de ser abandonada,
¿qué noticias me traes de los viajeros de la torre de guardia?
dime si arrastras contigo el olor de sus lágrimas,
dime si has visto en altamar los navíos en llamas
con la ofrenda mortuoria de cuerpos abandonados y tristes...
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