martes, abril 22, 2008

EL TRÍANGULO DE DIONISO (2)




EL TRIÁNGULO DE DIONISO (2)


JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA

2008


Hacía finales de la década de los noventa Berenice e Isela (nombres ficticios), amigas desde el bachillerato, se encontraban a la mitad de sus respectivos cursos de licenciatura. Ambas se habían casado dos años atrás y cada una tenía un hijo. Berenice era de nacionalidad paraguaya e Isela de nacionalidad chilena. Por las tardes, Berenice se desempeñaba como secretaria ejecutiva en una empresa trasnacional e Isela se desempeñaba como bibliotecaria en la Pontificia Universidad Católica de Valparaiso.
Conocieron a Tony el mes de octubre de 1997 en Caleta Horcón, ubicada a 44 km al norte de Viña del Mar es uno de los más bellos litorales del pácifico que tiene Chile, de clima templado, húmedo y precipitaciones pluviales que hacía octubre dotan al clima de una húmedad acariciante. Entra las playas más famosas de la Caleta Horcón está una de renombre internacional, Pericos, famosa por ser un lugar nudista y por los restaurantes que ofrecen el caldillo de congrio de acuerdo a la receta del vate nacional Pablo Neruda en su Oda al caldillo de congrio:
En el mar
tormentoso
de Chile
vive el rosado congrio,
gigante anguila
de nevada carne.
Y en las ollas
chilenas,
en la costa,
nació el caldillo
grávido y suculento,
provechoso.
Lleven a la cocina
el congrio desollado,
su piel manchada cede
como un guante
y al descubierto queda
entonces
el racimo del mar,
el congrio tierno
reluce
ya desnudo,
preparado
para nuestro apetito.
Ahora
recoges
ajos,
acaricia primero
ese marfil
precioso,
huele
su fragancia iracunda,
entonces
deja el ajo picado
caer con la cebolla
y el tomate
hasta que la cebolla
tenga color de oro.
Mientras tanto
se cuecen
con el vapor
los regios
camarones marinos
y cuando ya llegaron
a su punto,
cuando cuajó el sabor
en una salsa
formada por el jugo.
del océano
y por el agua clara
que desprendió la luz de la cebolla,
entonces
que entre el congrio
y se sumerja en gloria,
que en la olla
se aceite,
se contraiga y se impregne.
Ya sólo es necesario
dejar en el manjar
caer la crema
como una rosa espesa,
y al fuego
lentamente
entregar el tesoro
hasta que en el caldillo
se calienten
las esencias de Chile,
y a la mesa
lleguen recién casados
los sabores
del mar y de la tierra
para que en ese plato
tú conozcas el cielo.

Tony un estudiante mexicano, se encontraba en aquel país, representando a una institución universitaria del interior que lo envío para participar en un congreso internacional sobre educación. Tony de veintidos años se encontró con la pareja de amigas en la bocana norte de la vigorosa playa. De hecho erán los tres únicos visitantes de ese día. Pese a la permisibidad nudista todos estaban vestidos con sus trajes de baño y solo Isela mostraba sus pechos de tamaño mediano con aúreolas negras extensas y su pesones alargados e hipersensibles a los cambios de temperatura. Ante la aproximación del fuereño ellas se miraron inquietas, pero solo un segundo. Tony pasó a su lado dirigiéndoles un saludo, además de preguntarles algo sobre la marea y la turbulencia de la playa. Tal vez les llamó la atención el acento y las maneras de hablar de aquel extraño...

O tal vez el hecho de que él sostenía en sus manos un porro que se consumía más rápido por la brisa levantada y los girones de espuma que llegaban desdes las rocas al romperse la ola en miles de fragmentos. De dónde venís pu´, preguntó Berenice, pero Tony no entendió y se quedo callado. Isela se adelantó y le dijo a Tony, Piroó muchacho que la comechingones te ha preguntado de donde sos vo´. Tony les dijo que era de México y que estaba hospedado en la Hostería Arancibia. Después de intercambiar nombres y señas generales compartieron el carrujo que para ese momento era una pequeña pira desperdigando humo concentrado. Se estaba haciendo tarde y el frío de la noche temprana oblido al grupo a emprender el regreso. Tony preguntó dónde comerían y ellas respondieron que en El Balcón, restaurante especializado en pescados y maricos, y con una barra de los mejores vinos chilenos.
Al otro día se volvieron encontrar en la playa, y esta vez las chicas le invitaron de su generosa dotación de ganja de color encendido y piel verde ligeramente tostada, resguradada por un fino papel de arroz, a la manera indonesa. Más animosas y confiadas por la cercanía visible de pescadores, invitaron al estudiante mexicano a conocer La Gruta, una especie de cavidad tallada en la roca viva por el oleaje violento cuando la marea era propicia, y cuyo acceso interno se podía desde la montaña solo durante dos horas al día. Esa hora era la adecuada, según Berenice para visitar el monumento natural. En el lugar, Tony disfrutó del espectáculo de las rocas, los arcos tallados y el horizonte azul-profundo de la línea del océano. Ahí le hicieron los honores al cazzo verde y platicaron hasta el atardecer de cosas ligeras y sin importancia. Pero había un detalle peculiar esta vez, Berenice e Isela se desnudaron por completo y se tendieron indiferentes ante la pasividad embotada o reflexiva de Tony. El ocaso se presentó de repente, un fulgurante y hermoso juego de luces y sombras, con las alas llameantes de un sol que parecía recostarse sobre el lecho sinuoso y agitado del océano. Pronto vendría la marea a desalojar a los tres visitantes. Un poco desprevenido encontró a Tony el gesto de las dos amigas que tomadas de las manos, ansiosas se prodigaban ardientes besos mientras se acariciaban mutuamente los senos. Sorpendido por un repentino rubor Tony se dijo que nada importaba, solo la hermosura que se rebelaba ante sus ojos, lo cual incluía el beso místico de las ninfas...
Mientras regresaban al malecón Isela le contó a Tony de su hijo, de su marido, de la amistad que él sostenía con el marido de Berenice. Berenice en cambio habló de la escuela y de la confianza que le inspiraba el estudiante mexicano. Esa noche cenaron juntos y se despidieron a la medianoche. Tony no las verías hasta tres días después porque tuvo que regresar a Santiago para recoger documentación en el consulado mexicano.
Al medio dia de su regreso al aparaíso denominado Caleta Horcón, Tony dejó sus cosas en la hostería y salió inmediatamente para Playa Pericos, con escala técnica en el bar Surcarabela para rebobinar el encanto con un buen par de chuicos y una ensalada de calamares al frenequii. Otra vez encontró a sus amigas pero ahora estaban acompañadas de dos turistas estadounidenses con los que departían frutillas y pasteles. Sin pretender molestarlas con una incómoda interrupción el mexicano alzó la mano para saludarlas a distancia y en seguida alejarse en dirección contraria.
Isela lo alcanzó a los veinte minutos, 10 minutos después se les unió Berenice. Ellas bromearon de los celos de su jovén amigo mexicano y de que esa mañana los gringos tenían la cara de culo por la farra y el desvelo, y es que, puntualizó Isela, tuvieron una velada de baile hasta la madrugada con ellos, sujetos enclenques y desabridos, de conversación tan interminable como boba. Tony y las chicas se sentaron sobre una duna de arena. Ellas informaron al mexicano que partirían del lugar en dos días. Fumaron largo rato y luego Berenice les propuso ir de nueva cuenta a la gruta. Isela se desnudó y esta vez le pidió al mexicano que lo hiciera también. Berenice frunció el seño y Tony sintió la oleada de tensión que agitó a las amigas y sin avizo ambas estallarón en risa. Tony se desnudó y en seguida Berenice. Los tres se sentaron juntos y hablaron de sus respectivas vidas, de sus maridos, de sus hijos, de sus estudios, Tony habló de su novia mexicana y generalidades sobre la cultura de México. Mientras el mexicano hablaba, ellas se quedaron mucho tiempo mirándose y tomadas de la mano, a media poniendo atención en lo que Tony les decía y a medias absortas en la visible belleza de sus cuerpos dorado.
La paraguaya se recostó cerca de Tony y suspiró, tomó sus manos y las obligó a descender desde el cuello a la cadera. Berenice beso tiernamente los hombros de Tony e Isela acercó la boca de él a sus prominentes senos. En el transcurso las posiciones cambiaban, el ritmo y la intensidad de las caricias bajaba y subía, y es que la mezcla de alcohol y ganja fue fulminante, limitando con una pesadez cualquier ejercicio físico. Sin embargo las caricias no cesaban, aunque lentas y conservadoras generaban una sensación placentera, de comunión, de confianza, de interpenetración. Tony tomaba el cabello de Berenice en sus manos, e Isela le acariciaba las nalgas, y luego ambas tomaban la parte que querían del mexicano y la mordían, lamían o chupaban alternadamente. Luego el mexicano tomó los senos de Isela con la boca y succionó hasta que un pequeño chorro de leche endulzó sus labios. Depositó el néctar materno en los labios sensuales de Berenice y ella gimió. No hubo intento por parte de Tony ni de sus amigas para realizar el coito, sin ambargo el placer que habían conseguido con esas dos horas de caricias era suficiente para dejarlos exhaustos, felices y satisfechos.
Esa noche durmieron juntos. Las amigas habían hecho arreglos para que la patrona -dueña del hotel- no hiciera aspavientos, con el único requisito de abonar 500 pesos chilenos que pagó el mexicano directamente de su cartera. Cenaron en el cuarto del hotel y se durmieron juntos placidamente en la cama king Size de forma circular.
En la madrugada el mexicano sintió fuego sobre su vientre, Isela tomaba su pene erecto con sus manos y lo presionaba suavemente de arriba hacia abajo, de abajo hacía arriba. Todavía con sueño sintió en su rostro el contacto de un par de esféras amplias sobre su rostro y el olor penetrante de sexo que Berenice despedía de su húmedo coño. El mexicano a punto del extásis elevó su lengua y encontró un bosquecillo castaño y una breve hendidura que al contacto provocó en su dueña un grito descomunal. Frágil como una barcarola en medio de la mar agitada, el mexicano flotaba trémulo de una a otra tempestad, y repartía sus furores en los labios de cada una de sus amigas que le exigían su atención cada vez más y más y más...
El despertar fue una penosa herida de resplandor en los ojos que pedían una ampliación de la oscuridad. Pero la vitalidad de Isela se impuso y obligó a los otros a levantarse para ir a desayunar. Se bañaron juntos, el mexicano les untó jabón, lavó sus cuerpos y enjuagó los fragmentos de espuma. Ellas hicieron lo mismo. Recostadas sobre la cama, Tony extendió sobre sus cuerpos una capa delgada de bronceador y ellas le prodigaron el mejor de sus besos. Salierón al medio día, felices, risueños, hambrientos y sedientos. El desayuno fue una especie de lluvia de bendiciones, nutritivo, hidratante, variado, delicioso, pródigo. La taza de café desarmó el último resabio de bruma en sus cerebros, aclaró sus pensamientos y los predispuso al asalto de la playa. Antes, Isela se comunicó con su marido para preguntarle cómo andaban las cosas. Fue breve. Berenice también llamó pero no encontró a nadie y dejó un mensaje. Compraron un invasor en la tienda del balneario. Jugaron casi todo el día en la playa, desnudos, vigorosos, eufóricos. Se bañaron de espuma esperando el golpe de la ola con lenguas de jade, para finalmente reposar tumbados en la arena, fumando de una pipa ebria fragmentos minúsculos de Hashish.
La tarde se hizo humo mientras el sol declinaba, el faro se encendió en la lajeanía al igual que las estrellas en la elevada bóveda celeste, un viento fresco bajaba de las montañas y chocaba con la brisa caliente formando pequeños remolinos. La marea se elevó, el mar encrespado golpeaba cada vez más frecuente los bancos de arena almacenados en la playa. Un murmullo creciente llegaba, agudo, armónico, dulce. Eran los delfines que jugateaban cerca de la bahía, a unos 20 metros de donde Tony y sus amigas estaban aún recostados.
otra vez juntos esa noche, se durmieron inmediatamente y soñaron con el murmullo del mar en tonalidades azules y olas interminables que acariciaban sus cansados cuerpos.
En la aurora Tony se metió lentamente entre las piernas de Berenice y ella sintió sobre su vientre la dureza inconfundible de una columna que ardía ...consintió el asedio y se entregó al remanso violento de una marejada de sensaciones arrebatadas. Isela no se sorprendió de lo que veían sus ojos, se acercó en silencio, lentamente y puso su boca en la boca de una jadeante Berenice, metió su lengua y acarició la lengua de su amiga, arriba, abajo, a cada lado, en la punta...mientrás que Tony sintió desintegarse con la intensidad del extásis. Berenice era implacable, lo apretaba con sus músculos, lo atraía con sus fuertes piernas y sus manos con uñas alargadas las enterraba en la espalda de Tony, hasta que también ella estalló en un alargado grito de soprano.
Isela no paraba de besarlos, uno a la vez, y luego, juntando sus rostros, a los dos al mismo tiempo. Tony sintió el renacer de su virilidad y la sed por Isela lo atenazó con furia ciega. Isela se dió cuenta y correspondió elavando su hermoso culo para ser penetrada directamente sin reparo alguno. Y eso hizo el mexicano, aunque su estancia en el interior de Isela se prologó más tiempo y le absorbió hasta el último fragmento de su fuerza...
A las cinco de la tarde volvieron a la playa después de varias entregas más y un par de horas de sueño reparador. Dos botellas de vino, pan, queso y aceitunas era el tesoro que tres naúfragos compartirían en su última tarde juntos. No hablaron de la inminente partida. Al igual que los dias anteriores hablaron de cosas ligeras y de poca importancia. Se rieron mucho. Tony recordó algunos poemas de Neruda e Isela declamó como acto final, del mismo vate, el primer poema del Estravagario, con su voz sensual: Para subir al cielo se necesitan dos alas, un violín y unas cuantas cosas sin numerar, sin que se hayan nombrado, certificados de ojo largo ny lento, inscripción en las uñas del almendro, títulos de la hierba de la mañana. En la noche se despidieron con un tierno beso húmedo y prlongado. . . La fiesta había terminado y comenzaba su evocación para el recuerdo, Isela y Berenice se esfumaron en la distancia pero dentro de Tony permaneció por mucho tiempo más la diáfana vibración de sus nombres.

1 comentario:

  1. me reservo el derecho a devolverte un cuento que tenga este mismo delicioso sabor de playas, sexo y placer y exuberacia ... un deleite, un pastelillo despúes de una delicada cena...

    Sólo permítame hacerte una observación: si la "diáfana vibración de sus nombres" es lo que ha permanecido, ¿por qué señalar al principio que son nombres ficticios?
    Es claro que aquí has devuelto una katarsis de sensaciones y memorias de experiencia ya vividas... pero en tiempos y espacios siempre distintos, pero no menos intensos, aun siendo fragamentarios...
    bueno, en breve seguirá más...
    ciao adorable oluc olleb...

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