miércoles, junio 14, 2006
EL BLUES DE LA VIDA: REAL DE CATORCE EN UACM
EL BLUES DE LA VIDA: REAL DE CATORCE EN UACM Jorge Antonio Díaz Miranda 2006 Cd. de México, 18 de abril de 2006. En la víspera del concierto, recorriendo la regia metrópoli de los palacios, cuatro de la tarde, a la vista, esta urbe torturante, agotadora, irritante, recalcitrante. Vieja ciudad de hierro (Rokdrigo González, dixit), cada vez más deteriorada y olorosa, sucia, sobrepoblada de automotores y gente, famélica y sedienta. Esta ciudad que a principios del siglo XX, aún era la más transparente, ésta, la vieja-nueva ciudad, con todas sus miserias cotidianas, tragedias apocalípticas y su gente sicalíptica, sigue viva, gracias a Dios, sigue en pie y sigue siendo el corazón cosmopolita de México. Lo de siempre en la metrópoli de asfalto, su artereoesclerosis crónica por el tráfico de sus arterias, la dificultad de transitar de sur a norte, la imprudencia y el agandalle de los automovilistas, el Tourette de los insultos que saltan de un lado a otro; no obstante, nada suprime la sensación estimulante que me sigue provocando esta ciudad, el vértigo, la fascinación, sobre todo por la intensa vida cultural y las sedes esplendidas con que las que cuenta para las distintas expresiones artísticas: teatros, librerías, cafés con música en vivo, talleres de actuación, salas de cine, universidades, academias de música, de danza, de plástica, de artes visuales, restaurantes. Si lo anterior no fuera suficiente, ahí están sus plazas y mercados, sus músicos callejeros, poetas y locos, sus bares y fondas, sus calles oscuras, la Lagunilla, Tepito, la Merced con su vía roja nutrido de chicas y chicos que se hacen pasar por chicas, las calles históricas que siempre me hacen recordar los versos de Juan Dios Peza reunidos en su maravilloso libro Leyendas de las Calles de México, publicado hace poco más de 50 años. Es tarde ya, para llegar puntual a la cita, pero como se verá líneas más adelante, en mi país, siempre habrá tiempo dentro del tiempo para esperar un poco más. En el trayecto hacia el plantel del Valle de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), que cedió su espacio para realizar el concierto, los amigos y yo charlamos emocionados sobre las expectativas que tenemos de ver una vez más a éste grupo potosino, que tanto nos ha emocionado en poco más de 15 años que lo venimos siguiendo. Para mi, aún esta fresco el recuerdo de sus presentaciones en Cuernavaca, primero en la Casa Azul (1997) y luego en el local del ex cine Olimpia (1998), donde demostraron lo que B.B. King declaró recientemente en una entrevista, concedida al canal 4 nacional: “La buena música la sientes, la entiendes […] Si te dice algo, si te sacude, si algo mueve en ti, si te habla de las cosas de la vida, entonces, sin importar su estilo, habrá cumplido su cometido. La esencia del blues es hablar directamente de las cosas de la vida, provocar en la gente una respuesta emocional.” La poética del espacio. Por fin llegamos a las aulas de la UACM. Me sorprende el tamaño reducido de las instalaciones de éste campus, pero más me sorprende que, en pocos metros, los arquitectos hayan proporcionado a los usuarios de este plantel, la sensación de espacio, de luz, de paisaje, de frescura, de horizonte: edificios sobrios que alojan las aulas, muros con troneras para mantener dentro de estas una temperatura agradable, ventanales y pinturas murales de algún artista moderno. Por fin un espacio ergonómico que para nada recuerda el diseño carcelario y opresivo de otras instituciones, y en el que parece subrayarse el lema que define a la UACM, Nada humano me es ajeno, un espacio pensado por humanos para seres humanos, nada más pero nada menos. Viacrucis políticamente correcto. Llegamos a tiempo pese a todo el retrazo, lo malo es que el presentador se detiene por más de 20 minutos en una arenga partidista (recordemos que la universidad se abrió por iniciativa de los gobiernos perredistas, además, estamos en tiempos de campaña, ¡joder¡), mientras tanto, me defiendo del sopor con una cerveza que me sabe a gloria, no me importa que el tipo esté en pasón ideológico y menos aún, su jerga ceceachera. La cerveza se escurre en mi garganta y eso amortigua el dolor de los oídos ante ese torrente de fatua verborrea. Si he de hablar con la verdad reconozco que estas próximas elecciones me tienen sin cuidado. De acuerdo, es un momento épico, participaré y daré mi voto a favor de AMLO, pero no se me escapa que los tres candidatos principales, incluyendo al aludido, son mediocres para México, así como las grandes televisoras y los empresarios y los banqueros, y algunos de nosotros que nos hemos estacionado en la última fila de los espectadores sin hacer nada más. Aquí no pienso demorarme en las biografías de los integrantes, ni en el recuento musical de su obra fecunda, ni en el lugar común de los elogios, ni en la mención de los muchos premios que han recibido en Estados Unidos en el marco de festivales tan importantes como el Buddy Guy´s Legend donde se reconoció la genuina vena bluesera que posee el grupo. Mejor componer una interpretación de lo sucedido en este, su más reciente concierto a partir de una muestra significativa de canciones, donde el grupo logra, en opinión de quien esto escribe, articular coherentemente, música, pasión, inteligencia y poesía. El concierto. Ahí están, José Cruz, compositor bohemio, vocalista principal, para mi el Kurt Weil revival, líder de la banda, flanqueado por el entrañable baterista Fernando Ábrego, matemático del sonido, el jazz-fonqui-blues-rock man experimentado, el bajista a quien no reconozco y, Julio Zea, guitarrista sensible, intuitivo, digno sustituto de José Iglesias pese a su corta edad, pues su estilo fresco aporta a la música de Real de Catorce, densidad, intensidad, profundidad y angustia, o sea más blues. Las cuerdas tensas, el golpe inicial de la batería, el bajo preciso, el grito desgarrado, la narración con acento de cementerio. El tempo, la armonía y los arpegios oscuros de una guitarra, amplifican la desesperanza de ciudades tristes, botellas de mar que andan a la deriva portando letras desesperadas de un hombre de paja: En mi calle vive el príncipe del cáncer la dama venérea y un viejo que hace blues cada puerta es como un bálsamo bendito para el miedo: el amor y la piedad. La sorpresa de la noche, lo que no podía faltar, un plus instrumental de metales nostálgico, armónica sibilante y un piano que nos concede un breve respiro no obstante su tristeza. La armonía, la melodía y el ritmo, de esta música, ponen de manifiesto que el adjetivo blues se refiere a la melancolía, más aún, en el imaginario de la población afroamericana, asentada en los Estados Unidos y creadores de este estilo musical, la melancolía es un demonio y el infierno esta en la tierra porque esta vinculado al sufrimiento continuo, a la pobreza, a la enfermedad, a la muerte. Pese al diario morir y la condena que se encierra, José Cruz también nos recuerda en Radio morir, que una mujer desnuda posee el sortilegio del dulce olvido, la razón de seguir, el paraíso en la tierra donde vale la pena estar mientras estemos vivos: Me dio a probar la luna tibia en una taza y me dejó ardiendo de la piel se derrumbó un polvo de silencio en el metal desnudo de su ser. Sigue la evocación de una carrera fecunda, buque fantasma, stultifera navis, que se detiene brevemente en algunas playas agitadas de 10 distintos puertos, cada uno de éstos con un nombre que tiene la estridencia de las sombras, Real de Catorce (1987), Tiempos Obscuros (1988), Mis amigos muertos (1989), Voces interiores (1992), Contraley (1994), Azul (1997), Rojo (1997), Cicatrices (1998), Nueve (2000), Voy a Morir (2002). Por cierto, nadie ha pagado su renta. La pregunta en tono amable del líder y alma poética del grupo, cae en los asistentes como una provocación, un presagio de lo que viene, la celebración, la orgía: asistimos morbosos al dialogo íntimo entre la guitarra y la armónica con nuestro silencio cómplice, asistimos a la desolación de un tipo que paga su renta con un poco de blues cuya mente extraviada y delirante esta angustiada porque no sabe quien mató a la noche, o porque esta poblada de las imágenes de amigos perdidos anclados al mundo con una botella de ron…perdido como mucha gente entre el aburrimiento, la desolación, la soledad y la falta de sentido. No obstante todo estalla en el éxtasis, en el orgasmo, en el nihilismo inverso que niega la muerte y reafirma la vida. Descanso. Tensión-distensión, notas suaves de un sax tenor, sobrio, mesurado, fino, ligero, desenfadado, y sin embargo predominante en toda su ejecución. Sus notas son el fondo preciso que circunscribe la resignación poco después de la desesperación, la plegaria elevada por alguien que sabe que ya no tiene salvación pero si la fuerza para pedir por lo menos el consuelo de un placebo: Consígueme esa medicina que me ayude a vivir porque me muero día a día y no me quiero morir dame de esa ración ven y siéntate aquí ponme las venas del color de la olas del mar Pero la batería no se olvida de la tragedia, la guitarra irrumpe en un crescendo que nota tras nota se va amplificando, la reverberación de la sala del concierto juega también su papel…lo que enloquece no es la duda, sino la certeza. Dosis más adelante, la celebración reaparece, otra vez más, benditas mujeres que caen en nuestras redes, diciendo que sí, que sí, que no, que sí, saliéndose de si con su proximidad húmeda, mostrándose deliciosamente vulnerables, calientes, excitantes, sin decir nada, con la pura insinuación que se adivina en sus graciosos movimientos, en los signos que se leen es sus cuerpos, con sus curvas y sus hendiduras, con sus gestos, con sus besos húmedos; las palabras fluyen lentamente, susurrantes, ven, escucha esto: Esa liviandad, esa ligereza con que das calor con que te desvistes y luego ese lunar como corazón guiando a la cadera y la boca dulce para el mal sabor de las despedidas La batería se decanta, enmudece la armónica, la guitarra eléctrica vuelve por su fuero con notas amplificadas, ahora sí, en inconfundible estilo del blues de Chicago, y el cantante dota a su voz de un matiz de dulzura cuyo efecto al escucha es estremecedor: Cuando dices Sí cuando caes del cielo a mi realidad a mi sufrimiento rompes el ritual de mi soledad y su hechicería y me dan las ganas de deshacer la cama de mis temores Parafraeando una vez más al primer rupestre del país, el blues urbano es blues humano: la fiesta termina en Moto por carretera, un diálogo lúdico de la guitarra a lo Chuck Berry y la batería en contrapunto, el final adecuado para rebobinar la realidad y salir electrificados para afrontar la aventura que nos depara la noche. Real de Catorce sabe como inducirnos al viaje. Todos nos dejamos llevar, las parejas que no han dejado de besarse, la chica que se quitó la blusa y le mostró a los músicos como justo homenaje sus turgentes pechos, mis amigos y quien esto escribe. Todos sabemos que la vida es una mezcla de alegría y tristeza, pero siempre será mejor estar vivos a estar inertes en un fría tumba, quizá, éste sea el mensaje principal de la música blues, de ahí su énfasis en la sensualidad, el dolor, la sexualidad, la desesperanza, el amor y los afectos; luchar por sobrevivir mientras el telón no caiga y vivir intensamente hasta el último minuto. Jorge Antonio Díaz Miranda Ciudad de México 18 de abril de 2006
13/08/06
ResponderBorrarAnálisis:
El Blues de la Vida: Real de la Catorce en UACM
Autor: Jorge A. Díaz Miranda
Es sorprendente como te vuelves parte de lo que amas. No importa que tan grande sea el defecto siempre habrá una virtud que lo superará.
Esto le pasa a nuestro buen amigo Jorge, cuando habla de la Cd. de México; por muchos problemas que tenga, siempre estará maravillado de ella y no es para menos. Este sentimiento es parte esencial de nuestra historia es el legado de nuestros antepasados para todos los rincones del país.
Se refiere a ella como una Cd. Vieja de Hierro, como al corazón de México. Un corazón, que late y mantiene viva a toda una nación, que prevalece y se fortalece con el recuerdo de la sangre vertida en sus entrañas; la grandeza de sus culturas: Maya, Mixtecos-Zapoteca y Tolteca-Azteca, por mencionar alguna; son la fuerza de una raza que unidas dan origen a los hijos de esta nación, Los Mexicanos.
Cumpliendo con uno de sus objetivos, el de transmitir cultura, la Universidad UACM, ha permitido se usen sus instalaciones para un concierto de Blues, según indica nuestro asistente; cómodas y reconfortables para un evento de esta naturaleza.
No sin antes enviar un mensaje que lastima y ofende nuestra inteligencia, al ver la falsedad política, la lucha por el poder para dirigir al país que en el proceso de ver quien es mas ladrón que quien; a través de varios sexenios lo han dejado en la mas penosa agonía.
Un concierto de Blues, una pasión compartida, una emoción, un idilio por la buena música.
Una década y un lustro han pasado, y las notas vibrantes de estas melodías los han visto convertirse de niños a hombres, guardando la primera emoción sentida
Para escribir, cantar y escuchar Blues se necesita sensibilidad, ya que sin está, faltaríamos al respeto a toda una raza de hombres que en un tiempo fue lo único permitido para transmitir su dolor, amor y fe en los campos algodoneros de Mississipi.
El Blues desde sus inicios hasta nuestros días, a logrado mantener la pasión de un sin numero de seguidores de este genero a tal grado que los reúne y los intoxica de euforia, deleitándolos hasta el éxtasis, incitándolos al erotismo, ya que las notas de estas canciones son transportadas por todos los rincones de los cuerpos oyentes recorriéndolos centímetro a centímetro hasta quedar alojado en lo mas intimo de su ser, para transformarlo en un sentimiento vivo.