jueves, junio 15, 2006
CECILIA
CECILIA
Sin duda aquel día era de rutina y tedio habitual para Berenice, claro con un ingrediente inusual en el círculo de reuniones y juntas que día a día celebraba con todo tipo de gente pues en verdad las relaciones públicas eran su oficio con el que hacía prosperar su negocio. Ella era una mujer madura a la que la vida no le había regalado nada; cada cosa que poseía se la había ganado en el fragor de un esfuerzo diario, en el marco de un intercambio desigual y el todo en contra de una realidad que, prepotente y tirana, parecía estar pendiente para oponer al obstinado tesón de esta mujer una muralla y el abismo.
Esperaba desde hace rato, ver aparecer en el umbral de su departamento lujoso, a Fabio, un pibe morocho y recio al que ella había invitado para corresponder a las atenciones de él cuando preguntó acerca de una cuestión académica. Sentada cómodamente en su sillón favorito estilo Luis XVI, chapa de caoba y corazón de sauce, recordaba la grata impresión que le dejó el joven con la respuesta prudente e informada que le brindó días antes, pero más aún le agradó la actitud solícita y cortés que él le manifestó. Una cálida sensación degustó en su interior, la de no sentir subterfugios en las palabras de él, que siempre sabía, contenían la sombra aborrecible de una indecorosa alusión oculta y maliciosa, con la que otros atendían sus preguntas. Recordó además, que tampoco pudo ver en la mirada de aquel muchacho el “asedio masculino” del cual era cliente habitual, en cambio, encontró un mensaje directo, una voz armoniosa y sobre todo un dejo de transparencia y fragilidad en la mirada sostenida y firme con la que él la miró. Cierto que ya lo había visto hacia un par de meses, pero nada en él revelaba algo significativo, además, recordó:
--En ese momento, yo estaba finiquitando una relación accidentada con mi no menos accidentado novio inglés. Eso, más los exámenes de fin de semestre me tenían corriendo todo el tiempo, y bueno, qué mas da. Sólo es una comida con un chico agradable que no trascenderá del saludo y el beso, la charla insustancial y el vuelo de veleidades que los chavos de ahora saben decir, ¿qué más?
II.
Al fin llegó. Un rostro apacible, un cuerpo menudo pero robusto, equilibrado y proporcionado que manifestaba un halo de suficiencia, y discreto pero desafiante aire de decisión; vestido con ropa informal cómo el de un chico adolescente que no era pero que no le sentaba mal. Al ver a Berenice avanzó a la mesa y a diez pasos se detuvo, hizo una discreta reverencia en señal de respeto, se acercó lentamente, le preguntó como estaba y acto seguido depositó en la mejilla fresca y tersa de ella, un tierno beso, húmedo y cálido, afable como una caricia, profundo y atento en una inusitada muestra de ternura.
--Encantador, buen manejo del escenario, equilibrio y mesura…y pensar que sólo tiene 20 años, pensó ella en su interior.
Minutos más tarde, la sensación de grata sorpresa se trocó en franca admiración, la voz modulada y los comentarios de éste chico exigieron de ella una atención que ninguno de sus amigos le habría merecido, sobre todo por la habilidad de Fabio para hablar desapasionadamente de cualquier tema, presentarlo coherentemente y persuadir al oyente de que todo lo que decía no era más que ideas dispersas, expresadas de forma dubitativa pero con un dejo de no tomarse en serio, y no por la falta de justeza discursiva, precisamente por ella. Fabio presentó su punto de vista sobre diversos temas. En su argumentación se adivinaba una cierta distancia, conocimiento elemental pero pertinente y sobriedad.
Luego, Berenice expresó también sus propias ideas sobre los tópicos que Fabio aludió. Primero, admiró con palabras prudentes las proposiciones del joven, en segundo lugar, preguntó amablemente si él había considerado la experiencia y los factores involucrados para que las cosas fueran de cierta manera y no de otra.
--Con los años -afirmó sin afán de ofender pero subrayando su experiencia-, he comprendido que el considerar un solo ángulo de visión en las relaciones humanas es lo mismo que renunciar a la objetividad o por lo menos a considerar sólo lo que es visible y superficial, toma el ejemplo del amor, ¿por que la gente se enamora?. En el fondo hay una plataforma de necesidad sobre la cual se emplaza todo el tinglado de sentimientos, afectos, ilusiones o planes. Sin embargo es el contacto directo lo que en definitiva demuestra o no la fuerza de un compromiso…todo esto por supuesto es, si tu quieres, una idea impregnada de lo que yo he vivido, de cómo me ha ido, o bien de lo que he encontrado con los hombres. Hablo, claro está, desde mi posición de mujer, pero creo que hay cosas que se aplican a todos los casos: el compromiso, la responsabilidad, el intercambio.
--Pero espera un momento -replicó Fabio- me parece que en todo lo que has dicho, tu soslayas algo que para mi es importante considerar: tus opiniones son reflexiones derivadas de “agua pasada”, pero ¿qué hay del momento mismo en que vives una experiencia?, perdóname, pero creo que en ese momento es muy difícil escindirte y tener de una vez por todas una visión global de todo lo que esta en juego, de lo que das y te dan, de lo que dejas y dejan en ti. Francamente no veo cómo, tu puedas tener la menor oportunidad de escindirte en dos realidades, una de las cuales es tu propio involucramiento sentimental y otra la racionalidad fría con la que analizarás el significado de lo que esta pasando. Sucede que no veo claro que esto que planteas sea posible “en la situación”…y mucho me temo que lo aprendido en una relación no sea aplicable a otra, por más que lo consideres seriamente. No tengo tu experiencia es cierto, pero al respecto, ¿cuantas mujeres necesito para que me concedas el mismo nivel de experiencia que tienes tú, o bien, es necesario llegar a tu edad para ser objetivo?, cualquiera de las dos modalidades interrogativas que prefieras. Yo sólo tengo mi sentido común, ¿sabes?, el me mantiene alerta para responder a situaciones en lo inmediato, ahora bien, si la suma de estas experiencias resulta significativa para un futuro, será porque ya no existe la situación cómo tal. Sólo quiero decirte, que no pretendo descartar lo que dices, ni cuestionar, ni siquiera ponerlo en duda, sólo deseo mostrarte lo que a mi me parece, lo que me indica mi experiencia, lo que se siente a mi edad.
Berenice guardo silencio, un comentario tan coherente sobre las distancias generacionales la había tomado por sorpresa y no era que concediera toda la razón al muchacho, pero el punto de vista que había expuesto con tanta firmeza no era para tomarse a la ligera. Esperó a que la corriente eléctrica del inicial desagrado que había sentido, fluyera desde su cerebro a la periferia. Sorbió de su taza el café con un gesto reflexivo, tomo delicadamente de su bolso la cajetilla de cigarrillos y extrajo un rubio con filtro con la majestad de una mujer de mundo que se sabe el centro de la atención. Sí, pero de una atención sostenida y selectiva, sensible y cerebral, profunda y analítica, apreció. No era cuestión de apresurarse y contestar con lo primero que le viniera a su pensamiento, porque la mente ágil de su acompañante contestaría implacablemente.
--Además –consideró- no tengo por qué convencer a este joven que a leguas se ve, no tiene una compañera o en la veleidad de los colmos una amante, ¿o si?, pero si eso fuera cierto, entonces ¿por qué estaría aquí?.
No obstante las consideraciones anteriores pregunto lo primero que le vino a la cabeza:
--¿tienes novia?
--No, fue la respuesta escueta que escuchó.
Ante semejante respuesta una inexplicable sensación de plenitud la invadió, su gesto se compuso, su mirada se agudizó y el brillo de sus ojos se hizo más intenso. Respiro profundamente, porque no quería que él se diera cuenta a primera vista del sentimiento de suficiencia que coloreaba su visión. A una pausa de silencio siguió un irse del lugar para llevar su mirada de una mesa a otra, antes de volver a los ojos de su incisivo interlocutor.
Mientras tanto él había clavado sus ojos en Berenice y espero pacientemente que ella descendiera de los sitiales a los que se había elevado. Fabio sabía que sus palabras habían dado en un blanco impreciso, sin embargo no sabía en qué había acertado y en que había fallado. Una sola cosa era evidente, que ella no se había quedado indiferente a sus palabras. Se dio cuenta que la mujer de nuevo lo miraba y dejó que ella lo evaluará otra vez .
Un cierto aire de familiaridad emergió entonces, un leve temblor de ambos, una trémula sensación súbita, y emergió una murmullo de respiración entrecortada; de pronto se dio cuenta que el espacio entre los dos vibraba y no se sorprendió cuando sintió su cintura prisionera de las manos de ella, ni sus labios atenazados por los labios de ella. Tampoco se resistió cuando ella atrajo su mano derecha a la hendidura de sus senos. En su mente una voz sibilina comenzó a martillear con aquello de que ninguna mujer hermosa e inteligente tiene dueño, y entre las piernas sintió el ascenso de una columna de fuego y su olfato a percibir un cierto olor que le recordaba el aliento del mar. Su mano izquierda experimentaba la sensación de tocar espuma liviana, superficie de ámbar, piel firme, formas compactas y torneadas, todo proveniente del muslo de su compañera.
Ella susurró con voz entrecortada que no podía más…
Fabio aventuró metáforas y analogías, algo como sentirse vivo ante la belleza del jardín perfumado que descubría en cada centímetro de piel que recorrían sus dedos; el sabor de oasis que emergía en cada perla de sudor colectado en los poros excitados de ella.
Ella suplicó y el concedió, él se quedo quieto y ella se concentró en el horizonte….
Al sentir llegar una nueva calma tras la escaramuza húmeda de pantanal caribeño que acababa de experimentar, Berenice dijo susurrando:
--Gracias, por tu respuesta. La mujer que se haga tu novia se sentirá muy feliz, eres un hombre apasionado….
-- A esto me refería -replicó el muchacho-, el amor es súbito, es química que nace o no, un drama de amores imposibles, por eso es posible esta agitación. En mis brazos –agregó Fabio- fuiste la promesa que esperaba con ardiente paciencia, y con ella penetré en ciudades ignotas, al primer círculo de tus secretos. Tú eres tan diva, tan arrogante, tan de nadie como yo, una Venus en llamas, una duda desnuda, un racimo de seda. Pupele mía, rayito de sombra, palermo y gran día, un sueño, la locura, mi obsesión que despertaste desde el lado oscuro de mi corazón.
Ella tan sólo respondió con la elocuencia de su silencio y la consulta de su reloj, que había parado de contar los minutos desde hacía dos horas, en el justo momento en que Fabio llegó.
--Encantador… y sólo tiene 20 años, pensó ella en su interior.
Jorge Antonio Díaz Miranda
16/Dic/2005
09/08/06
ResponderBorrarAnálisis:
Cecilia
Autor: Jorge A. Díaz Miranda
Clásica mujer que piensa, que la inteligencia es para usarla, tiene la mente tan ágil que justifica a tal grado su proceder logrando engañar al subconsciente…el eterno traidor.
Con la personalidad que proyecta, y la facilidad que le da su negocio de publicidad, escoge cautelosamente a su siguiente victima.
Consiente desde el primer momento que el Almuerzo seria inofensivo, hasta llegar al postre que seria el incauto y muy ingenuo Fabio, con aires de gran conquistador pero un niño en manos de la mujer de mundo que resulto ser la querida Berenice.
Acostumbrada al asedio masculino, se dio a la tarea de formar todo un escenario, para la calida presentación que ya había imaginado en su hábil mente.
Una mujer hermosa sentada en un sillón estilo Luis XV, XVI ¡Que más da el siglo! cien años más cien años menos, el caso es que contrastaba con lo frágil de su piel, incitando a comer la manzana prohibida al más puro de los hombres.
Con ese aire de mujer respetable, se repetía constantemente que seria un almuerzo inofensivo, recordando al chico en los días pasados se le dibujo una sonrisa en la boca pintada con un color que no ocultaba la finura de su gusto, el bello Fabio con sus grandes dones de conquistador, de hombre cautivador de mujeres, que todavía le faltaba mucho mundo por recorrer.
No pudo evitar recodar a su amante ingles una relación que había llegado a su término unos días antes, él sí no era un conquistador, ese pensamiento le causaba fastidio, ya que había podido distraer la atención del chico que esperaba con ansia.
Al verlo entrar, al lujoso departamento, estudio sus movimientos, él se acerco dejándole sentir su aliento en la mejilla con un beso suave, tenia que reconocer que el chico tenía talento.
La conversación fue exquisita, llegaron al tema del calor humano, con un hábil juego de palabras los dos presentaron las cartas que guardaban bajo la manga.
- Berenice le decía su subconsciente déjalo ganar, a ellos les gusta ganar- y así fue, se quedo callada, ya no le interesaba responderle
La pregunta fue directa y la respuesta no se dejo esperar.
No existía mujer alguna en la vida del joven Fabio.
Y la habitación se encendió, la pasión recorría las paredes enteras del departamento, el placer se convertía en sonido puro que al contacto con el aire se convertía en música de ángeles, el amor paso a segundo término, solo importaba disfrutar del regalo de la naturaleza, la satisfacción de la fusión de dos cuerpos en entrega total.
Ella le daría a Fabio algo más que placer.
Esa tarde Fabio saldría triunfante del lujoso departamento, un trofeo para su colección, algo que lo consagraría para ser el conquistador que deseaba ser.
Y ella consiente de eso, satisfecha, acostada en una cama veía la espalda de su amante en turno salir airoso.
Ya sola en su habitación, con una sonrisa pensó… y solo tiene veinte años.
Un almuerzo inofensivo ¡eeh!
Remitido por Isis María Esquivel