jueves, julio 03, 2014

LOS JUGUETES DE LA GUERRA



LOS JUGUETES DE LA GUERRA

Jorge Antonio Díaz Miranda
Julio 2014

La guerra no es un juego, pero la imaginación de los niños y su fascinación por los artefactos bélicos hacen que lo parezca. Los juguetes que imitan sistemas de armas como tanques, ametralladoras, obuses, barcos artillados o misiles, vinculan a los niños con el temible mundo de las tempestades de fuego. Los registros arqueológicos indican que al menos desde el año 2000 A. C., el hombre ha construido réplicas en miniatura de guerreros, caballería, naves, espadas, lancetas, hachas y artilugios que han servido como juguetes para los niños de distintos estratos sociales. La guerra concita una pasión inusitada en la infancia y sus objetos vinculantes concitan furor y preferencias en niños y niñas. De forma casi paralela la literatura de estilo épico, desde (La Iliada de Homero hasta Little Wars de H. G. Wells) y las películas de guerra, constituyen objetos demandados por los niños de la modernidad. Un apartado único lo constituyen los Video War Games para Xbox, cuya parafernalia de gráficos 3D, sonido sorround envolvente y realismos de operaciones de asalto terrestre, bombardeo aéreo, guerra submarina, batallas navales o intercambio de fuego de artillería, mediante sofisticados sistemas de simulación para armas de última generación como los drones; conforman un mercado imponente en geométrica expansión.


     Volviendo a los juguetes y su preciosa artesanía –que la tecnología y  el mercado van dejando atrás como anacronismos-, los niños siguen buscando estas artesanías industriales, las cuales han logrado un nivel de refinamiento con las miniaturas Halo, cuyos constructores están orgullosos de precisión milimétrica de sus modelos. Qué lejos están los tiempos victorianos en que los juguetes bélicos provocaban escándalo y horror, pero para fines de un entendimiento global y realista del mundo es bueno que eso suceda, pues la hipocresía de la moral burguesa o aristocrática enajena, fanatiza y encubre un conocimiento al que los niños también tienen derecho de acceder. El juego, nos dice Johan Huizinga, es la forma que tienen los niños para entender el mundo, y, agrega el autor de estas líneas,  nunca será suficiente el número de artefactos de mediación para que la comprensión del mundo realmente ocurra. Juguetes baratos o juguetes caros, no son limitantes o potenciadores para los alcances inmensos de la imaginación infantil. Cuando los niños entran en contacto con los juguetes de guerra, su imaginación se arraiga y puede procesar situaciones de su contexto para lograr un entendimiento pleno. En la guerra de la ex Yugoslavia, los juguetes de guerra constituían excelentes objetos terapéuticos para disminuir el estrés de la infancia o amortiguar el impacto traumático. Para los adultos esto puede parecer horrendo, como una “degeneración” del sentido moral o una temprana deshumanización, pero la realidad es más compleja que cualquier prejuicio políticamente correcto. Durante el período de la Gran Guerra (1914-1945), en Europa se fabricaron juguetes con una inventiva una tanto macabra, por ejemplo, el rompecabezas Get Ride of the Huns (deshazte de los hunos), un mazo de naipes dibujado por los presos de Buchenwald, una casa de muñecas diseñada para entrenar soldados en el combate, el primer tanque Louis Marx que representa la novedad en la transfiguración de la caballería y la infantería en un sólido y férreo cuerpo mecanizado, la limusina del Fürher hecho en hojalata con todas las insignias rituales del Tercer Reich (fabricado por cierto por una compañía judía), una formación francesa de cuchilleros o liquidadores (que eran formaciones que se encargaban de liquidar a los heridos sin esperanza de sanar, en el campo de batalla). 

   

                            

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