THE GRAND BUDAPEST HOTEL
Jorge Antonio Díaz Miranda
Junio
2014
Los burlones arúspices del
desencanto pululan en esta película cínica y desenfadada, seguros de que el hedonista
mito supranacional de la kakania austrohúngara, sobrevivirá aún mil años más.
El aura
mediocritas encarnada en el summum poliédrico
del Danubio tuvo su último gran esplendor póstumo en los escritores que
sobrevivieron a la desaparición de la imperial Austria-Hungría, y por aquellos
intelectuales como Claudio Magris
que convirtieron su objeto de estudio en el mayor de sus amores. Y aunque el
violento rompimiento de la totalidad reveló que el último gran imperio de la
historia estaba construido en el aire, los despatriados intelectuales -entre
los que se incluye al propio Ludwig Wittgenstein-, huyeron del horror cuando la “modernidad” volvió sobre sus pasos para internarse en la
barbarie germano-prusiana del nazismo. El mito como negación, el mito como una forma de
evadir el horror, el mito como una ventana de evocación de un estatus imperial
que aunque decadente permitió el florecimiento de las ideas y su circulación. Quizá
esta panorámica intelectual circunscribe la totalidad de la obra literaria de Robert Musil, Herman Broch, Joseph Roth,
Franz Werfel y el apasionadamente
autoculposo-suicida Stefan Zweig.
Éste último escritor, por cierto, produjo las evocaciones literarias más dulces
sobre el mundo que vio desvanecerse ante sus ojos. Con un estilo intimista,
rico en metáforas, poética y exploraciones autorreflexivas, (amplificadas por
medio de una profunda e inteligente mirada introspectiva), Zweig nos lleva a su quimérico Mundo
de Ayer, a través del cual pretende
trazar un fresco deconstructivo, de jauja y policromía, ideas y pensamientos,
música y arte, bosques misteriosos y urbes fantásticas, espléndidas bibliotecas
y majestuosas plazas públicas, castillos y hostales, cafés y restaurantes,
confiterías y portales, catedrales orladas y paisajes naturales imponentes, arquitectura rococo; y
todo ello como escenario “natural” de las vidas disipadas de la aristocracia
más banal, mediocre, superficial, sensitivos, cínica, pícara, sensual, aúlica, hedonista,
peros sobre todo liberal y respetuosa de la ley emanada del vetusto soberano
Francisco José.
Precisamente, en las viñetas
literarias confeccionadas por Stefan
Zweig, está inspirado el guión de la más reciente película del director Wes Anderson, The Grand Budapest Hotel. Con un reparto de primera que concita los
talentos histriónicos de Ralph Fiennes (Mr.
Gustav), Adrien Brody (Dmitri), Harvey Keitel (Ludwig), Jude Law (Young Writer), Edward Norton (Henckele), Willem Dafoe (Jopling), entre otras
luminarias, W. Anderson y Hugo Guiness (guionistas)montan
una historia entretenida cuyo epítome contextual no podría ser más austriaco
imperial que un lujoso Hotel enclavado en las montañas de la histórica
Budapest, en el que se da cita la aristocracia Magiar y habsbúrgica. La
administración está a cargo del comprometido y eficiente conserje Gustav que se
dedica primorosamente a la atención de su selecta clientela, sobre todo la
femenina. El epícureo y voluptuoso Gustav
las prefiere ricas, envejecidas, rubias, hedonistas, superficiales, fogosas,
intensas, casi desahuciadas de la vida, para ofrendarles sus dotes de
experimentado Casanova, equipado con una generosa y cínica condescendencia. Una de
las amantes de Gustav es la condesa Madame D. (caracterizada por la primera
actriz Tilda Swinton), quien ha
desarrollado una apasionada afición senil por los favores que le prodiga el
solicitado conserje, a tal grado que, sin importar el escándalo familiar,
quiere llevárselo a su aúlica mansión para continuar su romance. Pero fiel a la
responsabilidad de su milenario gremio, Gustav
resiste la tentación de una vida de sílfide en los bosques de la vieja casona. Pero
días después de despedir a su condesa, Gustav se entera que ella ha muerto en
condiciones mórbidas que sugieren un acto delictivo premeditado, es decir, un
asesinato. Gustav se presenta a los funerales para presentar su respeto y ahí
se entera que la condesa le ha heredado una pintura costosa de la colección
privada de la familia. Entonces los parientes indignados formulan una acusación
de asesinato y estafa en contra del conserje para eliminar su personalidad
jurídica e impugnar con ello el testamento. Este desencadenará una serie más
amplia de consecuencias inesperadas, giros y contrasentidos de la historia, que
desdoblará con un ritmo adecuado y una modulación exquisita los detalles más
finos, para revelar hasta el final la oscura personalidad de los reales
conspiradores y los motivos mundanos que los llevaron a cometer un crimen de lesa majestad. Una carta metida en el
cuadro con una versión apócrifa del testamento de la condesa y la sagacidad de
Gustav para soportar el confinamiento de la cárcel, acercan la historia a la
barandilla detectivesca en la que interviene un mozo protegido del conserje y
su novia, además de los compañeros de celda…
Al final, se trata de una
comedia valiosa que no teme evocar las viñetas de una época desaparecida, con
el sabor del texto original y el talento del director para contextualizar
correctamente el planteamiento de su historia, festonándola con actuaciones talentosas
y un monumental soundtrack de Jazz de entreguerras que harán las delicias de los
melómanos.
COINCIDO EN MUCHOS RUBROS CON TIGO Y QUIERO AÑADIR:
ResponderBorrarLO QUE ME HA EMOCIONADO PROFUNDAMENTE DE ESTE FILM ES LA GRACIA Y EL SAVOIR FAIRE (LOS BUENOS MODALES) DEL PERSONAJE "GUSTAV"...LA FORMA MÀ PROPIA...LA QUE DISTINGUÍA LA ARISTOCRACIA DE LA MITTEL-EUROPA FRENTE A LA CHURMA...LA ELEGANCIA DE EXPRESIONES Y DE HÀBITOS, NO SE ECLIPSA TRAS LA DECADENCIA...ANTES BIEN, RESURGE COMO EL GUSANO DE SEDA...Y ES PURA SEDA LO QUE SE DESPLIEGA EN LOS DIÁLOGOS Y ACTITUDES DE PERSONAJES...MISMOS QUE NOS CATAPULTAN EN ESTA TAN REMOTAMENTE LEJANA ERA. QUEDA LA NOSTALGIA, QUEDA LO INEFABLE, Y QUEDA LA GUERRA...LA PRIMERA GRAN GUERRA, CONCEBIDA Y SUSCITADA EN ESTE ATERCIOPELADO HABITAT DEL IMPERO AUSTRO-HUNGARICO....FALTÓ EL VALZER...PERO HUBIERA SIDO FRÍVOLO Y ÉTEREO EN TIEMPOS DE GUERA, RETRATAR LOS SALONES DE BAILE...