PROMISED
LAND
A FILM
OF GUS VAN SANT
By Jorge Antonio Díaz Miranda
Junio 2014
Puede
ser que el posicionamiento moral que plantea la reciente película de Gus Van
Sant, sea una de tantas posibilidades que pueda ocurrir en el complejo mundo corporativo de las empresas gaseras. Pero el carácter
estrictamente localista desde el que se plantea el argumento, partiendo de una
especie de empatía que siente un empleado de un emporio multinacional hacia una
zona rural que le recuerda su infancia, se cae, al evocar, sin matices ni
contexto, al american good boy (ese ente
etéreo que sólo existe en las películas), quien, sin empacho, reedita -de acuerdo al canon predecible de la mitomania
holiwoodesca- la sobadísima honestidad y sentido comunitario que surge en el american
hero cuando amenaza en lontananza la codicia y la ambición empresarial (já). Veamos. El argumento va bien cuando el gestor (Matt Damon) y
su asistente realizan su trabajo, es decir, visitan una localidad rural empobrecida, en cuyo subsuelo se aloja
un yacimiento de gas natural con un valor comercial de miles de millones de
dólares, tratando de convencer a los habitantes para que permitan a la
multinacional Global Cross Power, realizar perforaciones en distintos punto de
la localidad para extraer el energético natural. El convencimiento a cargo
del agente corporativo se realiza a partir de remarcarles a los habitantes del poblado la pobreza en que viven, ofreciéndoles los contratos de perforación como una alternativa futura para una vida decorosa. El argumento de superación del nivel de vida precario deja de lado la peligrosidad
del Fracking (el proceso a través del cual se realizan las perforaciones) y las
consecuencias ecológicas que dejará la empresa tras la exploración, lo que incluye
agotar el manto freático de la comunidad, la contaminación química y el
envenenamiento del suelo fértil. Con este tramposo artilugio de simulación consultiva, el empleado del mes conmina al alguacil a realizar una votación en una asamblea aparentemente democrática, pues algunos de los granjeros locales ya han sido previamente comprados con los millonarios -supuestamente- contratos. Hasta que aparece un profesor de la localidad que expone los riesgos ecológicos de las perforaciones y exige mayor información sobre las responsabilidades civiles de la empresa en caso de que todo salga mal. Como es de esperar la asamblea termina sin un consenso favorable a los intereses de la empresa. Poco después llega al pueblo el representante de una ONG ambientalista que hace una campaña exponiendo los riesgos del Fracking, presentando a los lugareños evidencia "científica" de erosión y mortalidad de ganado. Lo que nadie sospecha es que ese personaje también está contratado por la misma empresa interesada en realizar las perforaciones. Esta última situación sugiere algo inquietante: la empresa no quiere pagar nada, primero quiere depreciar el terreno y luego esperar que los habitantes abandonen el lugar huyendo de la pobreza. Cuando el agente Steve Buttler (Matt Damon) se da cuenta del doble juego de la empresa, tiene un ataque repentino de conciencia social y arrepentimiento y revela los riesgos que el ya sabía...por eso el argumento interesante de la película se empantana en una inconsistencia moraloide, en lugar de adentrarse en la tensión social y el enfrentamiento que los gigantes corporativos provocan en pequeñas comunidades que siempre pierden por la corrupción de las autoridades locales, estatales y federales. Con todo, vale la pena verla justo en estos tiempos de debate energético en México y un poco después de que todos hemos visto en tiempo real cómo estos Estados Paralelos Corporativos-Multinacionales han doblado a todo el mundo, incluyendo a Estados Unidos (remember Enhron y British Petroleum with Deep Water Horizon).
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