miércoles, junio 25, 2014

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Jorge Antonio Díaz Miranda
Junio de 2014



El título de estas líneas alude a la alocución que Aristóteles confirió a la tragedia griega, a esa parte al menos que acuñó Eurípides y los miembros escolásticos del Ágora, desde un sentido más fundamentalista e impresionista, con el que configuraron una estilística particular en la expresión escénica de ese arte aglutinante. La denominación aristotélica aparece como un tratado extenso en la Poética para caracterizar un lenguaje intencionadamente expresivo, lleno de tropos metafóricos, míticos, circulares, evanescentes, oraculares y sibaríticos. Una expresión que contiene formas múltiples de vehiculizar asociaciones semánticas, a través de una estructura nítida confeccionada de la forma más hermosamente festonada por el ritmo en la notación del verso, la armonía en la sucesión de la rima, y, la melodía en la emergencia impactante de las reminiscencias. Es conveniente recordar que el canto clásico de la tragedia griega, en lo que respecta a Eurípides y la concepción clásica, es coral. Se inscribe en la tradición funeraria de raigambre comunitaria, en que las mujeres de Troya y de todas las ciudades involucradas en la sangrienta guerra del Peloponeso (431-404 A. C), componen cantos oscuros que lloran a los muertos, al esplendor extinguido de las ciudades y a los dioses caídos en desgracia cuando los templos son saqueados. Es una elegía del destino despiadado que depara a los hombres mortales finales nefastos.  


Con una intención manifiesta de hacer resurgir esta forma de arte escénica algo extrema, algunos artistas de origen griego se han dado a la tarea de volver la cara a la antigüedad clásica, y plantear una actualización de su vigencia y sentido. En este amplio esfuerzo se inscribe Trojan Women de la compositora y pianista Eleni Karaindrou. En 2002 publica una placa musical soberbia, que sintetiza sus preliminares tentativas de  summa,  basándose en textos originales de Eurípides. Treinta composiciones con partes intrumentales, coros y vocalizaciones solistas dan cuenta exquisita de una primera síntesis que ha ido puliéndose a lo largo de los años, ampliándose, tomando vida propia en festivales internacionales donde ha sido presentada la obra musical. La sección instrumental incorpora instrumentos antiguos, harpas, lyras de Constantinopla y sutiles instrumentos de viento. La sección vocal está a cargo de la soprano Veronika LLiopoulou y el   Chorus of Captive Trojan Women    armado con cantantes educadas en las formas del canto clásico de la Grecia Antigua. Desolación, sacrificio, éxodo y un destino implacable, circularizan los motivos de la composición y hacen recordar la tradición musical que hasta nuestros días perdura en la región de los Balcanes. La historia de la aniquilación de Troya, contextualizado con las anotaciones históricas de Tucidides, pero actualizadas con el sentir posmoderno de Karaindrou, hacen un guiño involuntario a la guerra que se desató tras la desintegración de Yugoslavia, subrayando que la barbarie de la antigüedad, la aniquilación del hombre por el hombre, la némesis beligerante, sigue galopando la modernidad con sus secuelas de exterminio. Vale la pena asomarse a una joya musical engastada en el desencanto, que no renuncia a la belleza del arte ni a su poder de revelación ontológica.      

   

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