EL FUTBOL
A SOL Y SOMBRA
JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA
Mayo 2014
Todos los uruguayos
nacemos gritando gol y por eso hay tanto
ruido en las
maternidades, hay un estrépito tremendo.
Yo quise ser
jugador de fútbol
como todos los niños uruguayos. Jugaba
de ocho y
me fue muy mal porque
siempre fui un “pata dura” terrible. La pelota
y yo nunca pudimos
entendernos, fue un caso de amor no correspondido.
También era un
desastre en otro sentido: cuando los rivales
hacían una linda
jugada yo iba y los felicitaba, lo cual es un pecado
imperdonable para las
reglas del fútbol moderno. Como no tuve talento
ni en este ni en
otros menesteres me hice escritor, profesión
que es, francamente
hablando, trinchera de ineptos pomposos.
Variación sobre un cita original de Eduardo Galeano
Eduardo Galeano posee una pluma privilegiada y un tintero que guarda sorpresas que no se esperan, tan bellas como su libro Fútbol. A sol y sombra, publicado originalmente en 1995, fue completado con otros escritos periodísticos en el año 2002. Es notable la mirada del maestro uruguayo para ofrecernos una síntesis apasionada del deporte más popular a nivel mundial, desde su belleza, sus contradicciones, injusticias, enseñanzas, protagonistas, héroes y evolución, al menos hasta 2002. Un prólogo y cuarenta y un escritos breves, describen los itinerarios, destinos, relieves y arquitectura que preforma el enamoramiento de Galeano por el deporte esplendente de las onceavas enfrentadas por dominar el alma del balón y hacer que fulgure la divinidad del gol, con un estallido de voces que desencadenan la alegría, el canto, la ola, la batucada, el amor a la camiseta y demás “sutilezas” que suelen desplegar las barras. El opio de los pueblos, nos dice el maestro, permite ocupar un lugar en el anonimato, la fusión emocional colectiva, la ilusión y el nacimiento de la maravilla. Las figuras sobresalientes son antihéroes que saltan sobre la pelota y la pelota salta sobre ellos, en una danza “miracolosa” de samba y capoeira, caricia de amantes que se desean en público, extensión del alma mediante la habilidad de cuerpos desgarbados, genialidad y estilo, con formación de escuadras y líneas que trasladan el balón de un sitio a otro para que un genio solitario y malicioso, la haga avanzar, caminando o corriendo, gambeteando, dibujando filigranas, trazando ornamentados arabescos, quebrando cinturas o espaldas, sembrando rivales en el césped hasta llegar a la meta donde sin miramiento deberá acribillar al portero con el máximo de belleza, acariciando, tocando, suspendiendo la esfera, deteniendo el tiempo o ralentizándolo, invirtiendo los giros del universo, alineando los planetas, eclipsando el destino, disolviendo feroces agujeros negros, para que el estallido del ardiente plasma haga que el balón se coloque en el fondo de la red y el ciclo comience otra vez…dicen que cuando el rey Pelé hacia algunas de sus diabluras hasta los rivales se volteaban para ver el gol a nivel de cancha. Es así como debemos inclinarnos y dar nuestra gratitud al reino de Angola por haber permitido que sus hijos fueran robados del corazón de África para que Brasil regalara al mundo, el fútbol más bello del mundo. Pero no sólo el rey de los mil goles nos ha dado Brasil, Garrincha, Zico, Romario, Ronaldo y otros que han hecho posible lo imposible. Sudamérica es la gran exportadora de talentos, Brasil y Argentina, y en menor medida Uruguay, dominan el mercado de las piernas sobre todo a Europa en competiciones del máximo nivel como la Champions League, la liga premier de Inglaterra, la Bundesliga de Alemania, el calcio italiano, entre otros. Claro que no todo es belleza y éxtasis, la inexorable apropiación del fútbol a instancias del mercado ha trastocado la esencia y el corazón del deporte. Hasta convertirlo en el absurdo de que los jugadores son agentes secundarios de la batalla entre marcas comerciales. La permisividad de la FIFA y su grosera visión del fútbol como negocio ha envilecido su sentido a tal grado que su belleza es una rareza y un anacronismo en su expresión actual, donde domina la estrategia defensivo, donde el técnico es medroso y avaro, donde los defensas son una línea de pandilleros dispuestos a destripar al delantero… la belleza del fútbol es un ente en extinción. No obstante, aún la mediocridad no vence. Esa es la lección que dejó Maradona a pesar de sus debilidades y veleidades adictivas, la garra de pibe y su estrella que mostró desde que jugaba en el lodo de canchas de barrio hasta la cumbre de ser mejor en México 1986 y las batallas que libró en Italia para que el sur le ganara al orgulloso norte, devolviendo la gloria a Napoli en el seno mismo del estadio San Paolo., que durante la supremacía de Diego fue tumba del Milán, la Roma y el Juventus. Esta es sólo un fragmento de la visión futbolística que nos ofrece el maestro Eduardo Galeano, lo cual, espero, motive al lector a buscar el original para dejarse atrapar por las letras de la denuncia y la fascinación.
Eduardo Galeano, EL FÚTBOL A SOL Y SOMBRA. Y OTROS
ESCRITOS. México 1994 (2002).
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