Jorge Antonio Díaz Miranda
Noviembre 2013
Cantidad no es igual a calidad. Ni acumulación es igual
a contundencia. Ni los gritos ni las exageraciones, pueden cubrir con su velo mediático
las deficiencias de un conjunto que aunque esta vez adelantó líneas, no da
indicios de saber cómo jugar ni cómo sostenerse en la primera línea de fuego,
justo ahí dónde está el nivel de competencia internacional. Porque si sólo
hiciéramos caso del corrupto ranking de la FIFA (que para el caso sólo mide el
marketing de marcas comerciales), sería normal que la selección 15 le gane a la
selección 62 del mundo. Pero la triste realidad es que esa normalidad debe
estar entrecomillada y encerrada en cientos de paréntesis que puntualizarían
salvedades, reservas, acotaciones, evolución histórica y sobre todo la
concepción de la que se parte para plantear una liga de juego, una competencia
entre clubs, pero por encima de todo la evolución técnica de un conjunto que
siempre se queda en el “ya merito” de la más patética mediocridad. Es decir, ni pa tras ni pa´ lante´. Y es que la
verdad, la crisis del futbolitito nacional es tan profunda que ni siquiera un
triunfo de 5 a 1 sobre su similar de Nueva Zelanda alcanza para borrar la
inconsistencia de los meses anteriores. Hasta la valiente decisión del “piojo”
de prescindir de los sobrevalorados “europeos”, parece banal ante el hecho innegable
de que su onceava nacional se mostró como una horda de bárbaros que arrasó las
ordenadas líneas maorís, superándolas tan sólo con el empuje de la
testosterona. En efecto, sin alma y sin cerebro el futbol nacional es un zombie
que tiene algunos repuntes vitales antes del coma definitivo. Sólo alcanza para
repetir compulsivamente una misma jugada de pase al centro, para ver quien la
conecta y la coloque como pueda en la red del adversario. En un juego
acartonado no hay variaciones, ni asalto ni traslado a profundidad. A lo sumo pura
chiripa individualista que hace el milagro de prolongarle la vida a la
mediocridad. No se trata de ganar como sea. Se trata de saber de dónde parte y
dónde finaliza el esquema de juego, en una conjunción de variables para
producir juego y movimiento, una defensa eficaz atacando en profundidad,
trasladando el balón con cambios de ritmo y variantes en el menor tiempo
posible, con una descarga repentina de sorpresa y estremecimiento… tal como es
el futbol moderno. Ni más ni menos. Pero estamos muy lejos de alcanzar esa visión
si el alfa y omega es una misma cosa: el rating
de las televisoras que hacen grandes negocios con un producto de muy mala
calidad. Puro mercado de piernas.
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