JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA
03 Octubre 2012
No para el escándalo mediático por la "agresión" en contra de policías antimotines durante las escaramuzas que se dieron en el marco de las marchas en conmemoración del 02 de octubre de 1968. Las imágenes drásticas que muestran a dos policías atacados con bombas incendiarias, lanzadas presuntamente por miembros radicales anarquistas, han provocado la histeria de los lectores de noticias (que no periodistas) de los principales noticiarios de los monopolios televisivos. Adheridos a estos, los ópinadores u ópinologos (que nada tienen que ver -aunque quisieran- con la verdadera opinión pública, ni en liderazgo ni en representación), alzan descompuestas elocuciones lapidatorias, juicios exprés y llamados incendiarios para que el Estado (las letras pequeñas son intencionales para ilustrar el verdadero tamaño de la institucionalidad que se invoca) intervenga de forma más contundente y defienda a las "mayorías", la paz social (¿cual?), la propiedad privada (el infeliz estatus de almacenes llenos y estómagos hambrientos), la economía (del capitalismo de cuates), el avance del país (que se basa en la promoción de unos cuantos políticos que hacen reformas constitucionales para ganar centavos millonarios), y el Estado de Derecho (que luce una administración de justicia más bien prostituida por los mejores postores que se pueden procurar, mediante sobornos, impunidad y amparos aunque se dediquen al lavado de dinero). En el mundo al revés de la hipocresía televisiva, los manifestantes son violentos y la policía es provocada por estos, y por eso, la tira está en su derecho de ejercer a discreción todo el peso de la ley (de la selva), la brutalidad, las madrizas en montón (porque son bien valientes), las violaciones a los derechos humanos, el manoseo-caldo a las mujeres, la rapiña a los incautos con todo y robo de carteras y la clásica báscula para alzarse, cual bandidos uniformados, con joyas, relojes y celulares. La presencia de la policía federal, estatal o municipal es una garantía de que habrá violencia y provocación, por la sencilla razón de que los elementos están (mal) entrenados para nada más que eso. En este país la policía es tan inepta en casi todos los ordenes del orden social y comunicativo por su nula capacidad cognitiva, racional, moralidad, análisis, negociación, solución de conflictos por vía no violenta, control emocional, etc., y eso aplica desde el secretario de seguridad pública, ministeriales y tropas. De hecho su bajo perfil de conducta, acerca a los elementos policíacos (o los identifica) con su supuesta némesis delincuencial. La mayoría de los elementos no pasarían un serio examen de confianza pero son retenidos en las corporaciones sólo por su crueldad y su sometimiento a la jerarquía (que utiliza tal estructura sólo para hacer negocios en puteros, giros negros, bares, carpas, cantinas y trasiego de todo tipo tanto de tráfico legal o ilegal). Sin protocolo alguno y ordenes tajantes de dispersar la "turba", los antimotines y granaderos no tienen de otra más que ejercer el músculo y renunciar al seso. El jefe de gobierno del Distrito Federal y EPN deben explicarnos porqué insisten en esa compulsión mediocre de reprimir la protesta social sin resolver los problemas de fondo, sin abordar seriamente la atención a las demandas ciudadanas, burlando, engañando, simulando, haciéndose los pendejos para luego decir que las instituciones funcionan (a pesar del ridículo, fracaso e in-transparencia con que suelen operar). Deben explicar porqué de forma cobarde y artera hacen intervenir a elementos vestidos de civil para engañar a la gente y arrestarla de la forma más baja y ruin. Pero como en todo o casi todo, los cuerpos de seguridad actúan con el mismo deshonor que sus jefes mancerita y peñita.
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