REFORMA
HACENDARIA
Jorge Antonio Díaz Miranda
Septiembre de 2013
El sentido último de la Reforma
Hacendaria es ampliar el padrón de contribuyentes para que el gobierno disponga
de mayores ingresos. Eso es todo. Las justificaciones que invoca el aparato
propagandístico oficial sólo es paja mediática, pacotilla sensiblera, basura
discursiva. Porque el fracaso de las políticas de desarrollo social, producción
agrícola, justicia, educación y fomento de la productividad, por mencionar
algunas, constituye un cúmulo de evidencia de que el dinero recaudado por el
gobierno en cada adenda, miscelánea o modificación hacendaria, no se emplea
para favorecer a los sectores más desprotegidos. En cambio, sí son utilizado
los nuevos ingresos para asegurar a los magistrados de la Suprema Corte de
Justicia de la Nación sueldos de $460 mil pesos mensuales, a los diputados y
senadores bonos millonarios de fin de año, a los gobernadores y sus clientes carteras
repletas con las que engordan sus cuentas bancarias… y al presidente en turno y
su alta burocracia, salarios y prestaciones que en conjunto cobran al país más
de lo que merecen por los mediocres resultados que reporta su gestión de
gobierno.
El problema metodológico del
nuevo proyecto de reforma parte de un vacío conceptual-estructural, que
confunde medios con fines y es a todas luces cortoplacista. No se entiende,
por ejemplo, para qué se necesitan más impuestos, ajustes, compensaciones,
ampliaciones y demás parches que se proponen.
La desorganización
evidente de todo el paquete de medidas reformistas revela una vez más la falta de sensibilidad con la situación de pobreza de más de
la mitad de la población, el desempleo, la falta de crecimiento económico y el
cambio generacional traerá un problema estructural que consiste
en un empobrecimiento de los adultos mayores y marginación de los más jóvenes de nuestro país.
Pero como siempre, los señores
diputados con sus fracciones parlamentarias sólo hacen escándalos en vez de
centrar el debate en las cuestiones que sí son importantes. Las estupideces
fluyen de un lado a otro, indignados y ofendidos los legisladores por el
impuesto a las colegiaturas o por el
nuevo gravamen al transporte interno… pero nada dicen de las trampas que se
encierran en las letras pequeñas, en los reglamentos y en los intereses que
defienden. Nada declaran sobre el hecho de que al final la aritmética política
cumplirá estrictamente su viciado axioma, según el cual perderán como siempre los
que menos tienen y ganaran los que concentran el gran capital.
Falaz y mentirosa, la reforma
hacendaria suprime por decreto la realidad, y deja de lado la abismal
desigualdad de los ingresos; quiere ampliar las contribuciones a la economía
informal sin considerar que a ella han sido lanzados millones de mexicanos por
falta de empleo y remuneraciones dignas; quiere gravar las remesas de los
mexicanos en el extranjero olvidando que las políticas públicas han hecho todo
para que millones emigren hacia Estados Unidos en vez de morirse de hambre en
sus comunidades de origen.
Si NO nos dicen para qué
se va emplear el dinero que piensan captar con este nueva reforma, estaremos como
siempre un paso atrás de las mentiras y estafas legales de los flamantes
criminales de cuello blanco. Las clases políticas extractivas no tienen ni una
pizca de nociones sobre cómo generar riqueza y sí muchos engaños para seguir
padroteando este país con el poder de su influencia.
Ahora resulta que las
actividades productivas no registradas de los mexicanos son las que depauperan
a este país al no pagar impuestos. ¿Y las raterías de la clase política, los
saqueos y banca rota que han provocado de vez en vez los banqueros, las
evasiones de los grandes consorcios privados y monopólicos, las devaluaciones, el FOBAPROA o la voracidad de las élites?
Además no hay que olvidar que
con su demente Reforma Laboral han liberalizado a las empresas para escamotear
legalmente los derechos y remuneración de los trabajadores, entonces, ¿de dónde
sacan que el ISR puede ampliar su porcentaje de participación contributiva?
Un argumento que presenta el
secretario de Hacienda, Luis Videgaray para defender la Reforma Hacendaria se refiere al nuevo modelo de cobrar más a los que tienen mayores
ingresos. De acuerdo, es loable y es un paso que en el papel nos acerca a una
contribución justa, pero ¿dónde están
las medidas jurídicas para combatir la ingeniería de evasión fiscal que emplean
los grandes consorcios financieros y empresariales?, ¿Dónde está contemplada la
participación obligatoria de la
Comisión Nacional Bancaria para intercambiar y cruzar información?, ¿En dónde se
dice, dentro del texto de la reforma, en qué casos debe suprimirse el secreto
bancario para realizar una investigación seria sobre las ganancias reales de
los grandes consorcios privados y grupos empresariales?, y además: ¿Cómo se combatirá a los
monopolio?. La historia de evasión fiscal en este país tiene que ver también
con un andamiaje de corrupción y componendas vinculado a las limitadas
atribuciones de la policía fiscal y su pírrica infraestructura para investigar
los flujos de dinero e identificar empresas fantasmas, cuya única función es el
lavado y el traslado de cuantiosos bienes a cuentas en el extranjero. Entonces,
si todo esto está ausente del nuevo modelo hacendario, ¿Quien va a creer en la
seriedad de Videgaray, el cual se enreda cada vez más en versiones que no tienen pies ni cabeza.
Si se trata de
dinero la transparencia está ausente, como ausentes están las medidas
anticorrupción. Entonces ¿Para qué una nueva Reforma Hacendaria si la federación,
los estados y municipios pueden seguir endeudando las finanzas públicas,
empeorando su historial crediticio?. El nuevo esquema
fiscal trata de sacar más dinero para seguir
estructuralmente igual. Ninguna novedad, pura y llana mediocridad, un paso más
sólido para demoler la economía de las clases populares y asegurar los
privilegios off shore de los que
concentran la economía.
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