viernes, agosto 16, 2013

BESTIARIO MEXICANO II EL ESTADO TERRORISTA

BESTIARIO MEXICANO II
EL ESTADO TERRORISTA
Jorge Antonio Díaz Miranda
Agosto de 2013


El fetichismo puritano que motivó la guerra contra el crimen organizado en México, nació el 11 de septiembre del año 2001 luego de los terribles atentados a las torres gemelas. Forma parte de la feroz “cruzada civilizatoria” impulsada por Estados Unidos a través del mandato Patriotic Act que impuso a los “aliados” al sur de la frontera una agenda incendiaria para sus respectivos países con el objeto de “resguardar la seguridad interior de los EU”. Este antecedente es dinástico e imperial: el racismo texano de la familia Bush se globalizó como The New Order cuya partera fue la guerra total en el Golfo Pérsico. Las alas apocalípticas del nuevo flagelo de humillación fundirían con intensas e incandescente tormentas de  hierro, racimos de fósforo y uranio empobrecido alojado en las ojivas de las smart bombs y aviones robotizados Drone; países enteros como Irak y Afganistán regresándolos por decreto a la edad de piedra.

En esa ilógica y vesánica vorágine bélica, América latina fue requerida una vez más para aceptar pasivamente “las relaciones carnales con Washington”, y los gobiernos tradicionalmente genuflexos como el de México y Argentina acataron sin más las ordenanzas del Comando Sur estadounidense. La “madre de todas las bombas” no estalló solamente en los territorios de Irak o Afganistán. El Think Tanks norteamericano Rumsfeld-Rice globalizó en términos reales la asesina onda expansiva de su venganza: sí estados Unidos estaba bajo ataque, los aliados también. En el carnaval de desfiguros por obedecer pronto a los amos de la Pax Americana Co., El presidente de esos días en Argentina, Carlos Saúl Menem (procesado hoy por tráfico de armas hacia la ex Yugoslavia), enviaría fragatas artilladas al golfo pérsico para sumarse a los esfuerzos internacionales para teñir de sangre el histórico río  Tigris. México no se quedó atrás en el impulso barbárico, pues a pesar de su negativa a involucrarse en la segunda guerra del golfo, hizo algo que a la postre resultó peor: desencadenó una violenta onda de choque con la intervención directa del ejército y la marina armada en el combate militar al crimen organizado. El espejismo de “apoyo incondicional del gran hermano estadounidense” engendró en la mente de los políticos latinoamericanos la visión de fabulosos presupuestos, la apertura total de mercado, el poder de las armas y el fin de la inestabilidad en la zona. A la postre el presupuesto fue poco a cuentagotas y condicionado. El mercado estadounidense sigue cerrado y es el más inequitativo de todos, voraz y negativo para la región latinoamericana. Las armas sí fluyeron pero fueron a parar en manos oscuras y poderes de horca y cuchillo. La inestabilidad de la zona se incrementó con el riesgo de estallidos sociales. La pérdida de contacto con la realidad y los reveses de una alianza política más bien frugal pero exigente, perfilaron gobiernos cavernarios que al vuelo articularon sus precarias ideologías partidistas con esquemas mediáticos y visiones militarizadas. En México esta articulación cumpliría funciones específicas: la derecha empleo su ideología empresarial para tergiversar la realidad, el proceso de mediatización encubriría con un muro grueso de desinformación el tamaño de los problemas sociales y la presencia militar sería empleada como puntal de contención-desactivación de cualquier brote de resistencia social. Muy pronto este esquema se estrenó en atropellar derechos civiles, destruir comunidades rurales pobres, erosionar el tejido social, dividir y polarizar a la clase media, concentrar insultantes riquezas en pocas manos y declarar la muerte entre bandas criminales como “ajustes y acomodos necesarios”. No por nada el New Order provocaría la alternancia en México, la llegada del partido de derecha al poder, Acción Nacional, estaba asegurada por una visión utilitaria estadounidense que requería una nueva cleptocracia “oportunista, cínica y obediente” a las nuevas reglas del parque humano cuyo diseño incluía un intensificado racismo, paranoia galopante, humorales transiciones neronianas y reluctancia absoluta  en reconocer límites a su poder. El aterrizaje de esta gran fortaleza de miseria en México fue durante el segundo sexenio panista y su inauguración se hizo bajo el formato de una declaratoria de guerra: “deberán de morir los que tengan que morir si ello es necesario para poner un freno a las bandas criminales que envenenan a nuestros jóvenes”, declaró como inauguración de su gobierno Felipe de Jesús Calderón Hinojosa. Y ya se sabe en que terminó la aventura bélica, fracaso de la política de seguridad, infraestructura intacta de negocios oscuros a pesar de las bajas ejecutivas, 150 mil muertos, 6 mil desapariciones forzadas, nueve millones de nuevas armas entrando cada año por la frontera con Estados Unidos, Michoacán y Guerrero al borde de un estallido social, sociedad neutralizada, más política sucia, guerra de baja intensidad, focalizada crónica y omnipresente… Desde entonces la guerra de redes se hizo una realidad en México con muy poca efectividad estratégica y un descomunal despilfarro de recursos. La errancia sin fin de la sociedad mexicana fue decorada con un tinglado de mediocridades políticas, vulgaridades mediáticas y estructura cavernaria castrense. El telón de fondo corrió a cargo de sicarios, paramilitares, policías, militares y ex miembros de fuerzas élites del ejército mexicano quienes se encargarían de llenar las páginas de la nota roja con un show de descuartizados y decapitados, “para que aprendan a respetar”.  El horror se apropio de todos los aspectos vinculantes de la sociedad, incluso el internet que registraba diariamente el hit parade de ejecuciones como si hubiese una competencia de la ignominia. Nunca como en esta época las televisoras (TELEVISA Y TV AZTECA) se aliaron con el gobierno para difundir masivamente el miedo que alumbró su propia actividad desinformativa. Nunca como en esta época las empresas privadas de comunicación ganaron tanto dinero con teñir de rojo las páginas centrales de sus periódicos. Pero los mayores dividendos siempre fueron a favor del gobierno quien utilizaría este escaparate de terror como un dispositivo de neutralización social. Este fue el mecanismo del terrorismo Estatal en México: introducir en la percepción visual el morbo y la danza macabra para polarizar la realidad en dos bandos; buenos y malos, dividir a la opinión pública y alinearla a una aceptación manipulada y/o forzada. El ataque frontal hacia el narcotráfico no lo fue tanto como sí lo fue para combatir la disidencia social, la oposición, el contexto circundante de pobreza y marginación que unilateralmente fue puesto en la mira por el Estado mexicano como base de reclutamiento de los bandos criminales. El terrorismo de Estado es en México aún más lacerante que el terror de los criminales, pues tiene como base la criminalización de sus ciudadanos más desprotegidos, presuntos culpables o carne de cañón con tan sólo pertenecer al masivo estrato de los excluidos o marginados que se organizan para defender sus derechos civiles, laborales, indígenas, agrarios etc. Este es el impacto real del 9/11, la exportación del terrorismo de Estado, su adopción como método de lucha que se aplica principalmente sobre la población no combatiente en cualquier lugar. La lucha contra el supuesto terrorismo de los cárteles de la droga se realiza con un esquema terrorista, que golpea repentinamente núcleos de población desarmada, marginada y excluida con la anuencia ciega de la opinión pública y los hombres sin atributos de la nueva casta política que quieren hacer dinero a toda costa sin importarles que con ello causen la ruina de los demás. En medio de esta tragedia social las advertencias de Friedrich Nietszche, Karl Krauss, Robert Musil, Martin Heidegger y Peter Sloterdijk a propósito de la masificación del miedo, la disolución del tejido social, la enajenación y cosificación tecnológica, la erosión moral y el agotamiento de fórmulas ideológicas huecas para justificar la violencia de Estado, siguen vigentes y apuntan al incremento de tensiones y rupturas históricas provocadas para introducir “lobos en el establo de los corderos”, es decir,  blandas dictaduras de cleptocracia enmascaradas tras la “democracia representativa de los intereses del pueblo”.                                                   


                           

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