jueves, julio 26, 2012

LA POCA MADRE DE LAS TELEVISORAS



JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA
JULIO 2012


La lógica del agandalle y la poca madre mediática se van imponiendo lapidarias para despejar el terreno de cualquier paja de resistencia social que pretenda tocar, aunque sea con un pétalo de marchas, la imposición de Enrique Peña Nieto. El factótum de las televisoras participa activamente, descaradas y en desacato de su supuesta imparcialidad, a favor del guapo capullo en fuga por escándalos de triangulación de dineros oscuros. La promesa de jugosas concesiones puestas en garantía hoy, con la previsible designación de Emilio Gamboa como cabeza de puente en el sector estratégico de las comunicaciones. De ahí parte toda la vocinglera de supuesta indignación de los pontífices de las barras noticiosas, que se enfilan uno a uno como feroces arietes de desinformación para señalar, acusar y condenar al movimiento estudiantil Yo Soy #132. De acuerdo a las nuevas pendejadas creativas de estos flamantes comunicadores (empleados de dueños envilecidos a quienes no les importa saquear este país o empobrecerlos culturalmente con su telebasura), los universitarios en resistencia (en uso legitimo de sus derechos de asociación y expresión libre de ideas), son una afrenta a la legalidad y al orden, emisarios de violencia y subversión desaforada.Supuestos periodistas de doble moral que pretenden convocar un linchamiento general para lo que ellos consideran contrario a su disfuncional visión del mundo, quieren hacernos creer que su esquizofrenia de ganar dinero con productos mediáticos deleznables y prácticas anti democráticas (haciéndose pendejos respecto de las prácticas monopólicas de sus empresas), no son factores que generen violencia. Ajá.  Factor de violencia, consideran las televisoras, las protestas, la toma de las calles, las consignas que denuncian la compra de votos, la triangulación de dineros, el blanqueo y el rebase de topes de campaña, por parte del PRI; pero no la matanza calderónica, el fraude electoral o el nepotismo de los Fox o Elba Esther Gordilo. Doble moral en la que los délitos tricolor no son motivo de notas informativas, comentarios, diatribas, ni dudas razonables. Pura telebasura que trata de reducir la realidad, pactando complicidades, sobreentendidos, secretitos fiscales y guiños. Doble moral televisada que no ve las terribles evidencias de compra del voto, la manipulación inducida por las encuestas GEA-ISA y Mitofsky, el lavado de dinero y un largo etcétera de infamias. 


La evidencia más significativa y temprana de que ha vuelto el PRI de siempre es la imposición televisiva por decreto de sus cojones multimillonarios, a favor de la nueva generación de depredadores guapos aunque analfabetos de la  sociedad y la situación dialéctica de la modernidad. Como en los mejores y feroces años del Tigre Emilio Azcarraga Milmo, Soldado del PRI  y desinformador privilegiado por la dictadura perfecta; Televisa vuelve por sus fueros y no tendrá ningún reparo en invocar todo el peso de la ley para los rijosos. El enojo proviene de la frustración por el telón de objetividad y pureza que Televisa se apresuró a conferir a las entrampadas elecciones, ahora caídas en degracia por el peso de las evidencias MONEX, empresas fantasmas asociadas y el escandaloso blanqueo de recursos a favor del partido tricolor de sus amores. Poco les duró el gusto a la troika infatuada, Presidencia, IFE y televisoras, al ufanarse por adelantado de los "comicios más limpios en la historia de México" y el "triunfo incontestable de EPN"; queriendo acallar la marea de irregularidades que lenta pero inexorable se ha venido acumulando, como nuevo hito de corrupción electrónica, en una amplia y controvertida red  de ladrones que incluye a estos tres poderes declinantes. Y no obstante ante lo que es un cúmulo de podredumbre y retroceso social, los señores de horca y cuchillo mediáticos, pretender ir más allá para sostener la telenovela del cinismo: los actores son una autoridad electoral genuflexa y complaciente, una presidencia más enana aún en su menguante papel y el conjunto de extras de la clase política mexicana que incluye gobernadores, lideres   charros, algunos magistrados del TRIFE y por supuesto los empleados del changarro televisivo., todos dispuestos a realizar el trabajo sucio con tal de conservar la chamba que indignamente les dispensan los que se creen dueños de este país,  Emilio Azcarraga Jean y Ricardo Salinas Pliego. La pasarela del desfiguro comenzó posterior a las elecciones, con montones de panegíricos pre pagados por empresas fantasmas trocolores, glosando el regreso en ciernes del priranosaurio rex. Y cada día que pasa, desde aquel fatídico domingo electoral, las pantallas desbordan abusos verbales y amenazas, falacias "razonadas", desinformación y juicios sumarios. Los púlpitos mediáticos son presididos por rameras periodísticas que luchan entre sí para ver quien es el más rastrero entre los rastreros. Empleados competitivos de los consorcios televisivos que luchan sin tregua por la estrella que los distinga como empleados del mes. Ahí están como ejemplos vergonzantes los Loret de Mola, López Doriga, Brozo el payaso mentiroso, Javier de la Torre, Carlos Marín, Denis Maerker, Adela Micha y una larga lista de fenicios que devalúan con deshonor el oficio periodístico.

Es hora de hacer a un lado las televisoras. Es hora de mandar a sus dueños y empleados a chingar a su madre para siempre. Es hora de dejarlos en su solipsismo comercial y boicotear la difusión de su basura. Apague la tele y mándelos a la chingada. Diga No a la desinformación. Es hora de cerrarles el pico porque su derecho de expresión sólo lo han ocupado para aprovecharse de la situación del país y hacerse más ricos. Es hora de cero dialogo con esos y negarles el privilegio de nuestro tiempo. Es hora de pedirles cuentas y demandar democracia plena sin filtros desiderativos. Es hora de pedirle cuentas a ese delincuente que ocupa la presidencia para que deje de gastar dinero del pueblo para quitarse la imagen de carnicero. Apague la tele y prenda su cerebro.  A Televisa y TV AZTECA, mándelos al bote de la basura donde pertenecen. 

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