ANTE EL CADAVER
DE UN LÍDER
By Jorge Antonio
Díaz Miranda
Domingo 03 de
Junio de 2012
Una vuelta paródica a los buenos tiempos de la
dictadura perfecta del priísmo corporativo. El argumento no puede ser más
oportuno para asomarse a la entelequia política mexicana etiquetada como democracia.
La historia se ubica en la década de los 70´s, en que el sindicalismo charro es
preeminente y reproduce el dedazo que aceita el poder político del partido
único, PRI, con la corrupción y el entreguismo procaz de la dirigencia obrera.
En condiciones “oscuras” un viejo líder sindical
muere en el cuarto de un hotel y su cadáver es encontrado a la mañana
siguiente. El dueño del hostal avisa a la policía, no sin antes “pasar báscula”
a las pertenencias del occiso y darse cuenta de que se trata de un pez gordo,
lo que hace devolver de mala gana los valores del caído, dinero en efectivo,
joyas y reloj. Más tarde llega la policía con los agentes secretos y el jefe (caracterizado
magistralmente por el primer actor David Reynoso). Cuando apenas empiezan las
indagaciones y el levantamiento de los datos de campo, irrumpe el “cuarto poder”,
es decir la prensa, en el lugar de los hechos. Algunos periodistas reconocen al
caído y dan parte sensacionalista a sus respectivas agencias informativas que
se encargaran de difundirlo por radio y tv. Enseguida, llega la compañía de
seguros representados por su apoderado legal y un ejecutivo de alto rango,
quienes exigen, amparados por la ley, conocer las condiciones en las que el
caído perdió la vida, puntualizando la cláusula restrictiva, según la cual, no
se pagaría la póliza onerosa en el caso de tratarse de una muerte por ataque de
arma blanca, tortura o arma de fuego. El jefe de la policía exige a sus subalternos
la localización inmediata del médico forense para establecer con certidumbre
las causas del deceso y extender el certificado pertinente. Luego, llega la
viuda número uno acompañada de su madre y su hermano (embozado en un ridículo
traje de motocross con los colores de
la bandera estadounidense). El drama comienza, los lamentos histéricos, las
lágrimas y el oficio fúnebre de rezos sin fin… sin respetar la escena de
investigación que establece la policía. El jefe policiaco hace preguntas a los
familiares sobre potenciales enemigos, a lo que la suegra del extinto líder
responde que un tal Palomares Blanco le tenía envidia y estaba interesado en
que “le sucediera algo”. Los halcones del periodismo se aprestan a girar
comunicados especulativos de posible asesinato con móviles de disputa política.
El forense sigue sin llegar. Los representantes de la compañía de seguros hablan
con la viuda para informarle sobre la póliza y los beneficiarios, subrayando la
cláusula de reversión que se reserva la compañía. Los agentes siguen levantando
datos de la escena de investigación sin encontrar nada raro. El forense sigue
sin llegar. Al cuarto de hotel siguen llegando más periodistas junto con el “segundo
frente” del occiso que viene preparada con senda acta matrimonial y los dos
hijos que, asegura, pertenecen a su matrimonio con el ahora caído. El escándalo
se desata, los improperios y las disputas por el título de “esposa legitima”,
rezos versus minifalda, dignidad versus coquetería, afectación versus
libertinaje. Los periodistas de la fuente toman nota y envían nuevos boletines
de prensa ahora sazonados con el escándalo del encontronazo entre las “dos
esposas” del finado. El forense sigue sin aparecer. El jefe policiaco tiene
hambre y pide a un subalterno que haga subir hasta el cuarto de hotel al
estanquillero de la esquina que vende grasosos tacos de canasta y salsa casera
para reventarle el paladar a los “crudos”. Mientras, una pareja llega al hotel
y pide la misma habitación donde se llevan a cabo las pesquisas policiacas. El “jefazo”
pide hablar con ellos y les hace preguntas de por qué el interés en ese cuarto,
y aclarar por qué a esas horas de la mañana ellos van al hotel. Las respuestas
de los amantes no aportan elementos de interés para la investigación y se les
pide que permanezcan en el lugar para posteriores averiguaciones. El taquero
llega con su estanquillo y el mercado se instala con el enojo del hotelero que
ya siente caer la fama de su hostal por la historia negra que rodea los hechos
acaecidos. El forense sigue sin aparecer y el jefe policiaco está que revienta
del disgusto. Hasta que por la puerta del cuarto aparece en persona el
mismísimo Palomares Blanco (Gonzalo Vega) que viene a presentar sus respetos al
“compañero caído en el cumplimiento de su deber”. La suegra del occiso se le
hecha encima acusándolo de provocador de ilícitos, ventajero y asesino.
Palomares Blanco hace gala de un encanto labioso para presentarse a sí mismo y
a los compañeros que lo asisten, el secretario de actas y el abogado sindical
quien porta un amparo de la justicia federal para protegerse de cualquier
acusación. El jefe policiaco aclara que no hay hasta ese momento delito alguno
que perseguir ni acusación en su contra, por lo que el amparo sale sobrando. El
forense sigue sin aparecer. Luego todo se precipita al caos con la llegada de
un numeroso contingente obrero convocado por el Congreso del Trabajo y
solicitado por el mismo Palomares Blanco, en aras de llevar a cabo, en ese
mismo lugar, una asamblea de agremiados con fines de anticipar con un
“madruguete” la sustitución del viejo líder extinto. Una marcha fúnebre tras
otra se suceden para presentar condolencias y depositar coronas florales,
con el acompañamiento de una banda de
guerra que se instala a pesar del enojo del jefe policiaco que en ese momento
ya está desesperado por la ausencia del forense. Pide que le envíen a otro
forense si el de turno no aparece, a lo que los representantes de la compañía
de seguros se oponen por la invalidez del proceso jurídico que su representada
reclamaría en caso de no ser atendido el siniestro por el forense de turno. La
romería de fritangas sigue a todo trapo, ahora animada por las cervezas que los
líderes sindicales mandan traer para aliviar el bochorno y los aspavientos de
un velorio multitudinario. El hotelero reclama la ruina de su hostal ante tal
cantidad de gente y Palomares Blanco lo tranquiliza diciéndole que el sindicato
pagará los desperfectos. La pareja de novios está desesperada por irse a
consumar su amor a otro lado pero la orden policiaca es terminante, por lo que
los periodistas sugieren que ambos se metan al baño para complacerse
mutuamente, así lo hacen y el acto culmina con los arrumacos y suspiros
tributarios de la “romántica” ocasión. El forense no llega. La asamblea obrera
se inaugura con el discurso incendiario de Palomares Blanco quien homenajea la
memoria del líder obrero caído en desgracia y perfila la personalidad del nuevo
liderazgo que no es otro más que el suyo propio, en tanto el Congreso del
Trabajo cabildea su apoyo incondicional al nuevo candidato para que sea
reconocido formalmente por todos los trabajadores y ahí mismo se auto declara
nuevo secretario general y jura su mandato. El forense llega y la televisión.
En menos de dos minutos el forense certifica que el difunto perdió la vida por
un ataque cardiaco súbito y autoriza el levantamiento del cadáver, que es
ejecutada sin ningún miramiento o consideración. La viuda número dos reparte
sonrisas y guiños al nuevo líder. Todo mundo se retira aprisa para atestiguar
la ascensión de la nueva dirigencia, la cual sale flanqueada por la borregada
que canta y sostiene con su imponente contingente la marcha de brazos en honor
del nuevo líder, como en los tiempos en que la CTM y el gobierno hacían una
sola fuerza.
Esta es la historia, esta es la parodia, el plató
que nos devuelve a la dictadura priísta donde la democracia se instaló como
oropel revistiendo una dictadura cruel, la misma que sobrevive hasta nuestros
aciagos días por la corrupción y la concupiscencia de los caciques y líderes
charros. Argumento, actuaciones, música
y fotografía hacen antología y retratan con sarcasmo y cinismo una época que
aún está lejos de irse de estas tierras, con el “cochupo” como trasfondo y el
pueblo sometido por una burocracia corrupta que sólo simula el ejercicio de la
democracia.
Guión y
Dirección: Alejandro Galindo
Fotografía:
Rosalío Solano
Edición: Rafael
Ceballos
Música: Raúl
Lavista
Actores: David
Reinoso, Gonzalo Vega
Sindicato de
trabajadores de la
producción
cinematográfica de
la República
Mexicana.
México 1972
ZIMA
Entertainment
Colección grandes
directores mexicanos de los 70´s.
Duración 85
minutos
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