lunes, junio 04, 2012

ANTE EL CADAVER DE UN LÍDER




ANTE EL CADAVER DE UN LÍDER
By Jorge Antonio Díaz Miranda
Domingo 03 de Junio de 2012

Una vuelta paródica a los buenos tiempos de la dictadura perfecta del priísmo corporativo. El argumento no puede ser más oportuno para asomarse a la entelequia política mexicana etiquetada como democracia. La historia se ubica en la década de los 70´s, en que el sindicalismo charro es preeminente y reproduce el dedazo que aceita el poder político del partido único, PRI, con la corrupción y el entreguismo procaz de la dirigencia obrera.

En condiciones “oscuras” un viejo líder sindical muere en el cuarto de un hotel y su cadáver es encontrado a la mañana siguiente. El dueño del hostal avisa a la policía, no sin antes “pasar báscula” a las pertenencias del occiso y darse cuenta de que se trata de un pez gordo, lo que hace devolver de mala gana los valores del caído, dinero en efectivo, joyas y reloj. Más tarde llega la policía con los agentes secretos y el jefe (caracterizado magistralmente por el primer actor David Reynoso). Cuando apenas empiezan las indagaciones y el levantamiento de los datos de campo, irrumpe el “cuarto poder”, es decir la prensa, en el lugar de los hechos. Algunos periodistas reconocen al caído y dan parte sensacionalista a sus respectivas agencias informativas que se encargaran de difundirlo por radio y tv. Enseguida, llega la compañía de seguros representados por su apoderado legal y un ejecutivo de alto rango, quienes exigen, amparados por la ley, conocer las condiciones en las que el caído perdió la vida, puntualizando la cláusula restrictiva, según la cual, no se pagaría la póliza onerosa en el caso de tratarse de una muerte por ataque de arma blanca, tortura o arma de fuego. El jefe de la policía exige a sus subalternos la localización inmediata del médico forense para establecer con certidumbre las causas del deceso y extender el certificado pertinente. Luego, llega la viuda número uno acompañada de su madre y su hermano (embozado en un ridículo traje de motocross con los colores de la bandera estadounidense). El drama comienza, los lamentos histéricos, las lágrimas y el oficio fúnebre de rezos sin fin… sin respetar la escena de investigación que establece la policía. El jefe policiaco hace preguntas a los familiares sobre potenciales enemigos, a lo que la suegra del extinto líder responde que un tal Palomares Blanco le tenía envidia y estaba interesado en que “le sucediera algo”. Los halcones del periodismo se aprestan a girar comunicados especulativos de posible asesinato con móviles de disputa política. El forense sigue sin llegar. Los representantes de la compañía de seguros hablan con la viuda para informarle sobre la póliza y los beneficiarios, subrayando la cláusula de reversión que se reserva la compañía. Los agentes siguen levantando datos de la escena de investigación sin encontrar nada raro. El forense sigue sin llegar. Al cuarto de hotel siguen llegando más periodistas junto con el “segundo frente” del occiso que viene preparada con senda acta matrimonial y los dos hijos que, asegura, pertenecen a su matrimonio con el ahora caído. El escándalo se desata, los improperios y las disputas por el título de “esposa legitima”, rezos versus minifalda, dignidad versus coquetería, afectación versus libertinaje. Los periodistas de la fuente toman nota y envían nuevos boletines de prensa ahora sazonados con el escándalo del encontronazo entre las “dos esposas” del finado. El forense sigue sin aparecer. El jefe policiaco tiene hambre y pide a un subalterno que haga subir hasta el cuarto de hotel al estanquillero de la esquina que vende grasosos tacos de canasta y salsa casera para reventarle el paladar a los “crudos”. Mientras, una pareja llega al hotel y pide la misma habitación donde se llevan a cabo las pesquisas policiacas. El “jefazo” pide hablar con ellos y les hace preguntas de por qué el interés en ese cuarto, y aclarar por qué a esas horas de la mañana ellos van al hotel. Las respuestas de los amantes no aportan elementos de interés para la investigación y se les pide que permanezcan en el lugar para posteriores averiguaciones. El taquero llega con su estanquillo y el mercado se instala con el enojo del hotelero que ya siente caer la fama de su hostal por la historia negra que rodea los hechos acaecidos. El forense sigue sin aparecer y el jefe policiaco está que revienta del disgusto. Hasta que por la puerta del cuarto aparece en persona el mismísimo Palomares Blanco (Gonzalo Vega) que viene a presentar sus respetos al “compañero caído en el cumplimiento de su deber”. La suegra del occiso se le hecha encima acusándolo de provocador de ilícitos, ventajero y asesino. Palomares Blanco hace gala de un encanto labioso para presentarse a sí mismo y a los compañeros que lo asisten, el secretario de actas y el abogado sindical quien porta un amparo de la justicia federal para protegerse de cualquier acusación. El jefe policiaco aclara que no hay hasta ese momento delito alguno que perseguir ni acusación en su contra, por lo que el amparo sale sobrando. El forense sigue sin aparecer. Luego todo se precipita al caos con la llegada de un numeroso contingente obrero convocado por el Congreso del Trabajo y solicitado por el mismo Palomares Blanco, en aras de llevar a cabo, en ese mismo lugar, una asamblea de agremiados con fines de anticipar con un “madruguete” la sustitución del viejo líder extinto. Una marcha fúnebre tras otra se suceden para presentar condolencias y depositar coronas florales, con  el acompañamiento de una banda de guerra que se instala a pesar del enojo del jefe policiaco que en ese momento ya está desesperado por la ausencia del forense. Pide que le envíen a otro forense si el de turno no aparece, a lo que los representantes de la compañía de seguros se oponen por la invalidez del proceso jurídico que su representada reclamaría en caso de no ser atendido el siniestro por el forense de turno. La romería de fritangas sigue a todo trapo, ahora animada por las cervezas que los líderes sindicales mandan traer para aliviar el bochorno y los aspavientos de un velorio multitudinario. El hotelero reclama la ruina de su hostal ante tal cantidad de gente y Palomares Blanco lo tranquiliza diciéndole que el sindicato pagará los desperfectos. La pareja de novios está desesperada por irse a consumar su amor a otro lado pero la orden policiaca es terminante, por lo que los periodistas sugieren que ambos se metan al baño para complacerse mutuamente, así lo hacen y el acto culmina con los arrumacos y suspiros tributarios de la “romántica” ocasión. El forense no llega. La asamblea obrera se inaugura con el discurso incendiario de Palomares Blanco quien homenajea la memoria del líder obrero caído en desgracia y perfila la personalidad del nuevo liderazgo que no es otro más que el suyo propio, en tanto el Congreso del Trabajo cabildea su apoyo incondicional al nuevo candidato para que sea reconocido formalmente por todos los trabajadores y ahí mismo se auto declara nuevo secretario general y jura su mandato. El forense llega y la televisión. En menos de dos minutos el forense certifica que el difunto perdió la vida por un ataque cardiaco súbito y autoriza el levantamiento del cadáver, que es ejecutada sin ningún miramiento o consideración. La viuda número dos reparte sonrisas y guiños al nuevo líder. Todo mundo se retira aprisa para atestiguar la ascensión de la nueva dirigencia, la cual sale flanqueada por la borregada que canta y sostiene con su imponente contingente la marcha de brazos en honor del nuevo líder, como en los tiempos en que la CTM y el gobierno hacían una sola fuerza.

Esta es la historia, esta es la parodia, el plató que nos devuelve a la dictadura priísta donde la democracia se instaló como oropel revistiendo una dictadura cruel, la misma que sobrevive hasta nuestros aciagos días por la corrupción y la concupiscencia de los caciques y líderes charros.  Argumento, actuaciones, música y fotografía hacen antología y retratan con sarcasmo y cinismo una época que aún está lejos de irse de estas tierras, con el “cochupo” como trasfondo y el pueblo sometido por una burocracia corrupta que sólo simula el ejercicio de la democracia.                      

Guión y Dirección: Alejandro Galindo
Fotografía: Rosalío Solano
Edición: Rafael Ceballos
Música: Raúl Lavista
Actores: David Reinoso, Gonzalo Vega
Sindicato de trabajadores de la
producción cinematográfica de
la República Mexicana.
México 1972
ZIMA Entertainment
Colección grandes directores mexicanos de los 70´s.
Duración 85 minutos

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