Jamás hubo ni siquiera un atisbo de legitimidad en las acciones que el gobierno de Felipe Calderón emprendió como parte de su guerra contra el narcotráfico. Sesenta mil muertos despúes con bajas civiles de menores de edad y periodistas y familias inocentes, con un negocio ilegal en plena expansión mundial montada en las alas flamígeras de la globalización, cualquier declaración de avance o triunfo o estadísticas celebratorias se vuelven grises y quedan invalidadas. Pero los beneficios que el gobierno ve son otros, dentro de su esquema de control social el terror le redituó parálisis social y neutralización de la participación social que por poco le cuesta al país lo poco que le queda de democracia. Hoy, con elecciones presidenciales en puerta, la lucha contra el narco se ha politizado y le sirve a los estrategas de este gobierno declinante como sombras de chantaje con el que ejerce presión a los adversarios políticos, aún contra el supuesto aliado copeteado envuelto en las alas de una gaviota de marca Televisa. La tardía y más que absurda aprehensión de dos generales retirados significa los pataleos de una administración a la que las deudas de oxígeno
(léase déficit de capital político), la están sofocando...y forma parte de un conjunto de acciones desesperadas tomadas en pánico ante la certeza de que se han perdido los pocos hilos de influencia. La debilidad es manifiesta, pero para el país es más peligroso un gobierno de derecha acorralado porque su vena reaccionaria y las tentación dictatorial pueden activarse, dejando facturas que el país se tardará en saldar. Sería mejor para Felipe Calderón parar las acciones del ejército, detener la escalada policíaca, porque la democracia no se ejerce ni se desarrolla con las sombras de fusiles R15 o el tolete de los antimotines. El país está tomado por el ejército en muchos puntos y eso simbólicamente es una junta militar que presiona y copta la libertad de los ciudadanos. Las pendejadas del pasado no se arreglaran en los meses que faltan, la necia apuesta por llevar hasta el final esta política del absurdo sólo se explica por una personalidad que ya perdió el hilo de la realidad. Es hora de parar la violencia y un buen comienzo es reconocer que esta fue generada desde los niveles de gobierno interesada en los reacomodos de los negocios ilegales y su participación ne la tajada del león. ¿Qué caso tiene seguir si el fracaso de la estrategia felipista es un hecho? ¿Para qué seguir si la corrupción ha penetrado todas las estructuras del gobierno?
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