El escándalo de la carcel ABÚ GHRAÍB en 2004 atrajo la atención del público sobre los temas de la guerra, recordándonos a modo de advertencia los fundamentos barbáricos que aún conservan ciertas civilizaciones "modernas" como la estadounidense cuyo gobierno enseñorea la defensa de la libertad y los derechos fundamentales como temas de relaciones públicas. Los abusos de los soldados estadounidenses contra prisioneros iraquies, profusamente documentados por ellos mismos, en una paradoja irónica sin nombre, a través de gadgets, ordenadores portátiles, y teléfonos celulares inundó la red de internet multiplicando en tiempo real la indignación, la vergüenza y la incómoda certeza de que todos los países participantes en la guerra contra el terror habían sido engañados. El primer golpe certero a la hipocresía del gobierno de George W. Bush, fue de la activista Susan Sontag quien advertía en ese acto un retroceso brutal y un grosero abuso de confianza, que manchaba la memoria de las víctimas de las torres gemelas del 9-11. Pero ahí no paró el asunto pues la comunidad internacional re descubrió que la tortura y la humillación eran moneda corriente en los protocolos de la CIA, la cual promovió detenciones arbitrarias en circunstancias y ámbitos ilegales fuera de toda convención internacional . Precisamente, la elección de los horrores de ABÚ GHRAÍB como tema de trabajo, hizo que el pintor colombiano Fernando Botero (Medellín, 1932) ampliara los horizontes de la denuncia por el arte utilizando un realismo sobredimensionado que no dejaba lugar a dudas sobre el peso de la infamia y la maldad oculta tras las intenciones del stablishment mundial encabezado por Estados Unidos. Entre 2004 y 2005 Botero crea una serie de cincuenta lienzos, más una cantidad numerosa de dibujos centrados en esa cárcel del infierno. El revuelo que levantó su retrospectiva en 2005 y 2006 en países como Alemania e Italia, avivó la ira por el oprobio y la mancillación estadounidense, desnudando la mezquinidad y el cinismo de personajes como el mismo Bush, Donald Rumsfeld, Condoleeza Rice, Dick Cheney y otros halcones que volaban impunes sobre martirizados campos de concentración. El arte "deformado" de Botero, denominado así por los volúmenes exagerados de sus modelos humanos, quiere subrayar, en palabras del mismo Botero, el heroísmo y la dignidad con que las minorías enfrentan la opresión de los poderosos. En contraste con ese tratamiento, las figuras que representan la autoridad son constante objeto de sátiras con gestos animalescos, demoniacos, estúpidos, gigantescos trols con pies de barro... El horror no ha sido ajeno a la obra del pintor colombiano, en una sociedad como la colombiana donde la guerra del Estado contra narcotráficantes como Pablo Escovar Gaviria o Manuel Marulanda, produjo cuadros locales de resonancia mundial por los abusos y las bajas civiles promovidas una vez más por los estrategas del pentágono estadounidense. La tragedia en Colombia durante la década de los noventa y el horror de la prisión iraqui en 2004, se conectan en el arte boteriano por la indignación, el espanto y la rabia que producen en el artista. Botero es quizá el único artista que le da al tema de ABÚ GHRAÍB un tratamiento plástico, directo, crudo, sin censura, donde las composiciones nunca dejan de abordar las horrendas circunstancias de la escena, como aquella donde los soldados asusan a feroces perros en contra de un prisionero indefenso, o bien, esa otra donde una pirámide de hombres desnudos forman una columna de humillación. El libro que recoge la muestra de trabajos pictográficos de Fernando Botero sobre la cárcel de ABÚ GHRAÍB, es recomendable mirarlo con paciencia, siempre alertas del mensaje latente que se oculta tras su palpitante actualidad, sin desprenderlo de su contexto dialéctico ni de su marco sociohistórico.
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