miércoles, septiembre 14, 2011

EL TRIUNFO DE LA INFAMIA

La guerra de la CIA en Afganistán tiene como plataforma de operación el deshonor y el envilecimiento de las comunidades, lo que a la postre traerá a ese país divisiones aún más profundas en su inestable tejido social. Las fuerzas especiales Delta Force convencieron con millones de dólares a los milicianos de la alianza del norte para revelar la ubicación de los puestos tálibanes y los nidos de entrenamiento de Al Qaeda. Por si fuera poco, las fuerzas especiales avanzan en territorio afgano con sistemas remotos de bombarderos áereos no tripulados y sin previo aviso sueltan sobre milicianos y civiles una tormenta de fuego que abrasa cuerpos de niños, mujeres y ancianos. Los sistemas no tripulados son en sí mismos el nuevo paradigma de cobardía esgrimido por el imperio en su demente carrera por establecer la supremacia bélica. Tecnología de punta artera y alevosa con la que se funde a los enemigos y se elimina desde distantes y cómodos puestos de combate los "obstaculos estratégicos". En la hipocresía que se junta como balada de lágrimas por los condenables atentados del 9/11, los palafreneros olvidan el horror que Estados Unidos ha sembrado en casi el mundo desde que su política exterior adoptó la modalidad de gran garrote (desde 1848) y los miles de muertos con los que el complejo militar industrial ligado a ese país se alimenta para controlar o deponer gobiernos, someter poblaciones y repartir balas o prebendas aprovechándose de la miseria ajena. La política exterior estadounidense es una colección de infamias y esta últina es la peor de todas, pues seguirá sembrando en el mundo el fantasma del fundamentralismo y el deseo de venganza. 

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