martes, mayo 24, 2011

EL ATENTADO


Me parece que todo el argumento de la película dirigida por Jorge Fons (2010), parte de un error genial. Mirar el último tercio del porfiriato con los ojos de la situación política y social del México actual. Porque más allá de los personajes históricos encarnados por grandes actores, se reconocen figuras y situaciones que pululan hoy en el México contemporáneo. En primer orden el presidencialismo que centraliza el poder y los poderes con un férreo control que no da lugar a dudas sobre quién manda y quien debe obedecer. Las conspiraciones áulicas en los pasillos de la política, y, entre miembros prominentes y no tan prominentes de la alta burocracia. La danza de codicia y ambiciones que traslapa todos los ordenes sociales, dicotomizando y polarizando los estratos, dividiéndolos y enfrentándolos. La colusión de los poderes político y oligárquico con la iglesia y el ejército. La división estrictamente funcional de perros, ovejas y pastores, más las presas del matadero de un gobierno antidemocrático cuyo sistema se nutre de la sangre de los inocentes. La mansedumbre sanguinaria del ejército que tiene una visión reductiva del mundo, entendido como una rígida cadena de mando, donde los civiles deben obedecer el peso de la autoridad que es incuestionable. El jefe de la policía atrapado entre dos amos implacables, la ley y su lealtad a quien lo puso al frente de una corporación corrupta e hipócrita (igual a él), la cual, como en nuestros días, organiza y fracciona el crimen, repartiendo luego las plazas de ilegalidad para aceitar las finanzas del Estado desde oscuros y subterráneos filones. La clase media educada para servir a los poderosos, incluso cuando estos marcan la hora fatídica del sacrificio. La clase obrera que resiente en las tripas las jornadas de trabajo compulsivo, mal pagado, abusivo, injusto y mal mirado por los poderosos a quienes no les importa morder hasta la sangre, la mano que les da de comer. Y hasta el final de la fila cierran los marginados que siempre serán la carne de cañón, los esclavos, los que sostienen con su sangre y su mano de obra barata la pirámide de la desigualdad, los indígenas que son movilizados a todos lados, atados, amordazados, humillados, reducidos para el régimen a mierda humana que se puede desechar, seres vencidos que pululan por la vida alcoholizados, madreados y separados de la sociedad como intocables leprosos que apenas saben balbucir el castizo peninsular. La película sin lugar a dudas es un fresco realista de la época, 1879, pero que puede traspolarse a la historia reciente del felipismo de nuestros aciagos días, “haiga sido como haiga sido”.

Jorge Antonio Díaz Miranda
24 de mayo de 2011


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