I. Las distintas rebeliones en países árabes de mayoría musulmana desmiente el supuesto atraso en formación democrática y aspiraciones modernizadoras, que atribuían los gobiernos de las potencias estadounidense y de Europa Occidental a esas sociedades.
II. Los cambios sociales en las sociedades árabes no está sobredeterminada por la religión.
III. El fundamentalismo islámico es solo una pequeña rama de las múltiples manifestaciones culturales del mundo árabe, no su denominador.
IV. Los cambios de gobierno en Egipto, Túnez y las manifestaciones encaminadas en ese sentido en Siria, Barhein, Yemén y Arabia Saudita, invalidan el argumento de intervención emergente enunciado por el gobierno de Estados Unidos para "fortalecer el desarrollo democràtico".
V. "La guerra contra el terror" se ha mostrado inútil e inviable pues lejos de permitir la evolución natural de las sociedades afgana e iraqui, la ha reatrazado sustituyendo una dictadura por otra. Y el mismo proceso está en curso en Libia.
VI. El apoyo del mundo árabe a al-Qaeda no es mayoratorio y tiene distintos matices. Tampoco existe el apoyo a la política externa de Estados Unidos la cual se ve desde Oriente Medio y África del Norte como un instrumento de envilecimiento que opera a favor del gobierno de Israel.
VII. Líbano y Paléstina nada tienen que ver con el fundamentalismo islámico, está relacionado con el abusivo endurecimiento de Israel en su afán de seguir la apropiación de una tierra que no le corresponde.
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