La imagen resume los peligrosos avatares modernos de los países altamente industrializados ante la escalada de la naturaleza que rebasa cualquier pretensión de dominio humano. Esta fotografía condensa el desamparo y la desesperación, la fragilidad de los planes humanos cuando lo inconmensurable se hace presente con su halo apocalíptico. Nos recuerda aquella otra imagen de mayo del año 1986 cuando helicópteross militares de la fuerza áerea soviética intentaban lanzar sobre el reactor de chernobil sacos de arena comprimida para apagar el incendio del reactor. Ya no importan ahora las medidas desesperadas por encubrir la realidad, Japón se encuentra en el centro de una hecatombe nuclear de proporciones planetarias, por sus implicaciones en el corto y en el largo plazo. El invierno nuclear, al menos en lo países de adyacentes al archipiélago japonés -como es el caso de China-, es una realidad que minuto a minuto se va imponiendo a la par del rápido deterioro de los seis reactores de Fukushima Daishi. Fue necesaria la intervención de los satélites estadounidenses y de los análisis incisivos del Organismo internacional de Energía Atómica para desensamblar las estúpidas mentiras del premier Naoto Kan y de los voceros de TEPCO: el daño en los reactores es irreversible y con altas probabilidades de desencadenar un gran accidente letal. La voz de alarma se extiende por el mundo y los países convocan a sus compatriotas a salir inmediatamente de territorio nipón. Pero por si fuera poco lo anterior, las más de trescientas réplicas posteriores al sismo del viernes ( magnitud de 9 grados en la escala abierta Richter), recuerdan al estoico pueblo del Japón que la espada de Damocles puede descender otra vez y golpear en la misma herida abierta. Resumiendo, el núcleo de tres de los seis reactores presentan daños severos, lo que facilita la fuga masiva de radiación y obstaculiza las maniobras de refrigeración. Las malas noticias de los saldos del terremoto continuan, ahora el gobierno de Japón eleva el número de muertos y lo fija en poco más de doce mil. El número de desplazados crece también a la par de la amenaza nuclear y representa un problema formidable de logística con 300 mil personas evacuadas. La situación de crisis continua y nadie sabe en que va a parar la crisis nuclear de Fukushima.
JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA
JUEVES 17 DE MARZO DE 2011
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