En los tiempos que corren la realpolitick calderónica se acerca más a una dictadura no tan perfecta. En el río revuelto de peces gordos misteriosamente aparecidos y milagrosamente rehabilitados como precandidaturas de postín, los mártires se trocan en arietes de yunkes machacadores, los cuales, solo simbólicamente perdonan, aunque en los hechos inmediatos y los de la postre, pasaran la factura social de venganza teledirigida y convenientes acomodos como prendas de reparación. El manejo mediático poli-estratégico será rebozante en matices chillantes y martirológicos, lanzado por pontífices y lectores de noticias como un hito de éficiencia estatal para rehabilitar tardíamente un huilo Estado Fallido, con protesis bélicas. El trasunto está ubicado en la línea que se viene: política muy sucia y guerra aún más sucia, a costa del castigado tejido social que ya de por sí luce deteriorado, neutralizado, desmovilizado. Por tanto no es de extrañarse que, llegado el momento, el Estado saque del baúl de los recuerdos los grilletes, cilicios, potros del tormento, hogueras, el martillo de las brujas y los manuales de exorcismo social. El despliegue de esa parafernalia de nuevo santo oficio se hará en medio del vacío de las leyes y la ceguera del prejuicio para alimentar las carceles con pobres y marginales carnes de cañón, mientras en las altas esferas se discutiran los grandes negocios, los repartos y las regalías. Política muy sucia y guerra más sucia que en términos llanos significará más violencia pactada a favor de las elítes.
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