La selección mexicana es un fraude burdo. El TRI se aferra a una imagen inflada que nada tiene que ver con la realidad enana que expresa su "estilo de juego". Si ante Inglaterra mostró que la indesición es su marca fundacional, ante Holanda los once de Aguirre demostrarón que el problema de fondo es la anomia táctica: salir a jugar como sea, sin leer nada de lo que pasaba, sin plantear posiciones ni posibles rutas de movilidad, estáticas todas las líneas como turistas que no sabían qué hacer ni adónde ir, profesionales del desacierto que corrían sin ton ni son como gacelas desordenadas por una manada de leones que se cansaron de asediar y se aburrieron ante un rival vencido desde el primer minuto. Los cambios del llamado Vazco surtieron efecto hasta los 20 minutos del segundo tiempo con un GIO que volvió a destacar dirigiendo con velocidad y determinación el asalto a la fortaleza defensiva de Holanda, quien por su parte fue bajando de nivel hasta parecer espectadores de primera fila. Pero México no encontró el ataque, más bien fue Holanda quien se lo otorgó por una especie de mesura y desinterés des-ofensivo. La maquina holandeza de hacer goles fue desactivada justo a tiempo, como una bomba de relojería que amenazó desde el primer momento al TRI con el rídiculo y la humillación.
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