lunes, abril 12, 2010

UN TIPO DE EBRIEDAD


Entonces es así, la sensación de una abrazo sin cuerpo, de un beso sin boca, de un aliento que se aleja para perderse en las sombras. Después de la tercera copa de whisky se suaviza la realidad, se hace más amable cualquier espera, se hacen tolerables las subidas y bajadas de la rutina. No me importa el desvelo, la noche es hermosa y llueve, así que prefiero estar despierto en medio de esta sorpresa inesperada que tener un despertar abrupto con pesadillas. La música es un coro de pianos que me arrulla, desde una extraña dialéctica que entrevera la improvisación y el erotismo. Aqui estoy esperando la caricia de la brisa, el perfume de la tierra húmeda, la luz del relámpago y su estridente impacto... es agradable esta sensación de vértigo. El mundo se recoge en el manto tibio de la selva para renovarse y limpiarse. Las flores despiertan ante el rayo de luna que se alza como una dama rodeada de plata y espuma. Así pasa el tiempo, bajo este pedazo de cielo, el oscuro peregrino que no quiere dormir dentro de una casa que parece cripta... los árboles murmuran entre ellos, yo los escucho. Las estrellas aparecen en el horizonte, y las nubes, y el relampágo y las flores, y todo se comprime en una extraña belleza que me arrastra junto con el whisky y la música, hacia una vorágine de dulce intensidad.        

JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA

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