viernes, junio 05, 2009

REFLEXIÓN SOBRE LAS AMOROSAS DES UNIONES, DESDE ROBERT MUSIL (1)

BY JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA Jueves 28 de mayo de 2009
Quare id faciam fortasse requiris nescio,
sed fieri sentio et escrucior (2) En el movimiento de fuga hacia la utopía amorosa, las cosas aparecen y desaparecen, en un constante devenir dialéctico de nuevas dimensiones, desde lo cual, una cosa nunca es la misma. Como un complejo juego de imágenes superpuestas en un espejo extraño, desde el cual se proyecta sólo lo que la voluntad quiere ver y no el conjunto que la perspectiva le ofrece. Pero las apariencias vuelan de un lugar a otro, de un corazón a otro, de un cuerpo a otro cuerpo; vehiculizadas por las palabras hasta el infortunio del “fallen in love for your words”. Deseo y necesidad obturan el vórtice de la extrañeza, en un proceso imperceptible de despersonalización y transferencia de pulsiones. Así nada más, sin preguntas ni respuestas, sin conjeturas ni refutaciones, sin discriminar fantasía de la realidad, devorando todo lo que comunican las apariencias. Sin embargo, las imágenes superpuestas que las parejas emplean para fundar su vínculo, suelen caducar rápidamente entre un día y una noche, aunque son sustituidas por otras cada vez más increíbles con las que se forjan fortalezas vacías del tamaño del delirio: la edificación idealizada de una vida juntos es anterior al cálculo de las consecuencias o de la visión de cualquier final. Edificación como eidificación –idealización- que funda la dualidad del amor y la peligrosa ambigüedad sobre la cual se asienta su precaria estabilidad: instinto-destino, real-irreal, presente-ausente, total-parcial, libre-absoluta, verdadero-falso, moral-amoral, eterno-mortal. Aquí, el término eidificación retoma el significado de su raíz griega: eidulum, imagen especular de lo que en realidad no existe. Dice Musil que sólo hasta el final "lo ya hecho sobre la base de la idealización, no deja fuerzas ni siquiera para imaginar que hubiera sido de otra manera."
Hab´ich nur deine Liebe, die Treue brauch´ich nicht. (3) Entre varias rutas interpretativas, Musil emplea en su caracterización del desamor, claves hegeliana, y no por pedantería, sino sugiriendo cómo de forma dialéctica, las relaciones sociales que preforman el amor van desgastándose por antítesis socializadora. El ideal se desgasta porque nunca se realizará, al menos no en la medida en que los amantes lo desean, y junto con las promesas postergadas o no realizadas, los amantes de enfrentarán de una forma inmanejable, a una lenta e inexorable demolición sinérgica. El tópico literario en el cual Musil desglosa su Scientia Amoris, por llamar de alguna manera al conjunto de sus especulaciones psicológicas, es la desolación como destino. Sus personajes son marionetas desamparadas cuya racionalidad sólo sirve para confirmar lo inevitable. La vida de estos personajes, que viven en el marco esplendoroso de la Viena del imperio Austrohúngaro, cubre un itinerario de paradojas y contraparadojas que poco a poco los va sitiando en un círculo perverso de desolación: desencuentro, insatisfacción, nihilismo, denegación, violencia, forclusión, delirio de persecución con un atormentador como figura central, y la recesión final de todos los afectos que es algo así como una muerte psíquica autoprogramada.
Nec sine te nec tecum vivere possum (4) La incertidumbre y la amargura de cada rompimiento amoroso, genera una dosis de desencanto en la que cada sujeto se estaciona por tiempo indefinido. El desencanto es también, en su fuero interno, una recomposición in absentia del objeto amoroso, para elegir de forma obsesiva el martirologio maniaco-depresivo, de lo que el otro no hizo por la existencia de la pareja. Al final, el peso muerto de la sombra se impone al placer real de la compañía, cuya horizonte desbastado favorece el florecimiento de una auto justificación de tipo narcisista: yo sería si tu hubieses sido. En este sentido, Musil sugiere un escepticismo inconmensurable para aproximarse vivencialmente al fenómeno amoroso, cuya geografía de creencias estaría fuertemente disputada por tendencias que imprimen el romanticismo, la anarquía ebria y el realismo. Como en la trilogía de los Sonámbulos de Hermann Broch, Musil prefiere la distancia y la mirada fría ante el desfile de las paradojas, los contrasentidos, las propensiones y la inestabilidad, que les son propios al amor, para medir en la medida en que se hacen visibles los afectos, el clima mental y la presión barométrica de los sentimientos; y entender con ello los determinantes subjetivos del amor con sus controvertidos y culposas intencionalidades. Musil dice que dinamitar los puentes y los vasos comunicantes del amor, equivale en cierto sentido a acelerar el desgaste y el final. El final es el conjunto vacío de creencias y expectativas, la cancelación de la idea de futuro. Dice Musil que hay un solo inicio y un solo final, y cualquier repetición no es más que intentos burdos de engañar o auto engañarse. De todos los afectos y motivaciones que aloja el ser humano, el amor es lo que más se acerca a un impulso instintivo: es directo, intenso, absoluto. De esta forma tan pesimista Robert Musil describe la radiografía del amor, su falta de sentido y las rutas de su disolución. El amor es para Musil, la continuación del estado de sitio de la individualidad sin atributos y la apuesta del alma por el fuego de los condenados.
Notas
(1) Robert Musil (1952) La consumación del amor., Trad del original: Früe Prosa und aus dem NachlaB zu Lenzeiten vereinfgungen, Claudia Cabrera, Editorial Sexto Piso, México 2007
(2) "Odio y amo. Por qué hago esto, tal vez me preguntarás. No lo sé, pero siento que esto sucederá y yo estoy profundamente atormentado".
(3) "Si tengo tu amor, no necesito tu fidelidad". Frase entresacada de la opereta Bocaccio de Franz Suppé, del período vienés que abarca 1860 a 1870.
(4) "Ni contigo ni sin ti puedo vivir". La expresión deriva de Ovidio (43 a. c. - 17 d.c.) (Amoris 3, 11, 39), retomada del famoso epigrama de Marziale (finales del siglo I d. c.) (Epigrama XII, 46). El tema de las dicotomias amorosas fue especialmente apreciado por Catulo (87-57 a. c) y expuesto de una forma concluyente en su scientia amoris, obra muy influyente entre los literatos latinos como Ovidio.

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