AURA
BY JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA
En esta mitad del mundo, bajo las sombras, vuelve tu imagen tras el espejo trashumante y mis ojos que son tus ojos, se barruntan de los colores fugitivos de la rosa.
Extrañas sombras se extienden en los páramos volcados de los grises días de hoy, de fuego, humo y ceniza.
Me paso las horas incesantes en el sinsentido de hablar solo y soñar despierto, como un loco perseguido por fantasmas y remordimientos, pobre iluso que pide a la oscuridad el destello de la luz:
Aún te veo en la mañana de ese luminoso abril, junto al dintel de la ventana, el sol bañando la fuente de tu desnudez, respirando el halo mistral de cedros que emanaba de tu sexo. Aún siento tu cabello derramándose en mi, tan cercana y cariñosa, humedeciendo con los labios mis labios, tus pechos anidados en mi pecho, yo abrazado a ti, alojado en el manantial interno de tu vientre, a merced de tus hechizos…
Y luego otra vez el vacio y la ausencia y la rosa vibrante que se aleja, y el eco de muchas cosas que se vuelven a ir, y el ruido sordo de frágiles imágenes que se quiebran al caer en un sol de oscuridad. La luz se retira. Abril se diluye en un gélido mar de naufragio.
Las notas tristes de un lejano piano caen sobre mi alma, con el peso de frías lápidas y fúnebres ecos de alas rotas. Los colores de la rosa emigran otra vez hacia puertos grises y ahí se quedarán hasta que el olvido los borre de la tierra con su inmensa ola de oscuridad.
JULIO/2000
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