by JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA
(MÉXICO, 2008)
En medio de una tormenta social desde el descontento indígena de Colombia y los escándalos políticos que día tras día ponen de relieve la profunda corrupción del gobierno, llega la dimisión de María del Pilar Hurtado, directora del DAS , principal servicio de inteligencia de ese país. En el ajo de este golpe al gobierno, no sólo está el espionaje político que es rutinario en los círculos áulicos que rodean a Álvaro Uribe, también pesaron las pifias cometidas por este oscuro buró de seguridad, en la llamada Operación Jaque con su propaganda de exagerado descrédito de las FARCS con las supuesta tortura a Ingrid Betancourt, el uso tramposo del símbolo de la Cruz Roja Internacional, el bombardeo indiscriminado a territorio ecuatoriano fronterizo y el risible Concierto por la Paz en el que artistas pop como Juanes, Shakira, Miguel Bosé y Alejandro Sanz se montaron en la ola pacifista en aras de una desvergonzada y cínica autopromoción personal. El otro flanco abierto del culposo -por omisión- Presidente Uribe, es la Policía General que abrió fuego en contra de una manifestación agraria, promovida por la combativa y organizada Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (que cuenta con el apoyo de grupos étnicos pertenecientes a 15 distintos Departamentos de Colombia). Este error gravoso por su alevosía cobarde e intencionalidad, ordenada por los altos mandos de la Policía General, ha provocado una escalada de protestas en todo el país y muy bien podría acabar en un paro nacional involucrando a nada menos que 1 millón 350 mil indígenas.
Pero hay algo más de fondo en el contexto de esta agitación social: la justificada sospecha de que en los último meses el gobierno ha intensificado sus contactos con grupos paramilitares y cárteles emergentes, con lo que pretende crear un lobby de presión unificado para que los miembros de la legislatura abran paso sin condición a la tercera reelección de su titular Álvaro Uribe.
La pasividad de los Estados Unidos hace juego a los intereses de las oligarquías locales y asegura que el estado de cosas siga inamovible, es decir con una profunda corrupción, desigualdad y no futuro para la población marginada. Pero este modelo de complicidad se está agotando toda vez que el trasiego de cocaína no se detiene ni disminuye, y, se hace más fuerte con el puenteo de la droga colombiana desde México hacia Europa y los Estados Unidos.
Ya veremos como termina la novela colombiana.
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