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KURT COBAIN. IN MEMORIAN
JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA
(MÉXICO/2008)
Yace en las aguas profundas de un mar de furía. Su cuerpo torturado sobre un lecho de cenizas ardientes...con sus pobres alas ensangrentadas. Ahí, en la más profunda oscuridad se debate desesperado el joven furioso, el ángel rubio, el muchacho de la distorsión eléctrica, el heroinómano atado a gélidas tinieblas, devorado al fin por su extravío funesto. Ya no volverá jamás a la luz de la tierra. Flores negras alrededor de su fastuosa tumba. Una mansión extraña para un extraño en la tierra. Sin la esperanza de que un mesías lo salve del infierno. Desde lejos viene el suplicio de una heredad culposa, de la soledad, del vacío...y la bala imparable que nos destroza la cabeza con la complicidad de la siniestra oscuridad que siempre acecha. Caminamos en el valle de la muerte con un profundo dolor y una larga pena, entre las sombras.
Enséñanos (1) a sentir y a no sentir el caos, enséñanos a mirar y no caer, enséñanos a elevarnos sobre el infortunio para no quedar atrapados en la melncolía...enséñanos a combatir a las alas tenebrosas que llenan de terror nuestros sueños. Si la muerte es el final de todas las cosas concédenos al menos el deseo de vivir aunque nuestra estancia en la vida sea breve o muy longeva.
Nota
(1) La plegaria sin sustantivo ni sujeto de referencia alude a la divinidad desierta, tal como fue concebida por Jean-Paul Richter y el desbordante malestar del romanticismo alemán decimonónico agrupado en la égida del Sturm und Drang. Su forma desesperanzada recoge reminiscencias de la deidad muerta del nihilismo desprendido de Nietzsche(1900). Su contenido se basa en el nihilismo reactivo derivado de la literatura de Turgueniev (1821) y, de la filosofía del siglo XX de Heidegger y de aquellas expresiones con ecos bélicos como las de Ernest Jünguer (1950) o Paul Celan (1955).
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