LA PRIMERA GUERRA DEL GOLFO
UN CASO DE EXHIBICIONISMO TECNOLÓGICO
JORGE DÍAZ MIRANDA
(2008)
Los pícaros estrategas del Pentágono suelen permitirse el feísimo vicio de la exageración, sobre todo cuando se trata de defender contratos millonarios con empresas que proveen armas sofisticadas o de alta tecnología (I+D/W), para que sus privilegios no se vean mermados por cualquier sospecha de fraude, sobre todo si se consideran cifras del orden de 58 mil millones de dólares. Piensan estos señores de la guerra que, la seguridad y el secreto militar constituyen buenos argumentos para que los civiles y clientes potenciales no hurguen en las cuentas, las bases de datos y los registros de operación de aviones y misiles sofisticados.
Pero hacía 1996 se hizo público una sórdida realidad que fue presentada a los civiles estadounidenses dosificada, a medias, sin los matices molestos de su implicación: funcionarios no militares y congresistas elaboraron un dictamen de unas 250 páginas sobre la eficiencia de las llamadas –eufemísticamente- armas inteligentes, que escapó de la restricciones de la inteligencia, y cuya versión ejecutiva de 13 páginas apareció en la prestigiosa revista Defense News 22-28 julio de 1996. El informe GAO (1) contradice directamente la afirmación del Pentágono respecto de que los aviones furtivos, helicópteros artillados y las bombas guiadas por láser ganaron la guerra del golfo, pues la participación de estos sistemas sólo constituyó en proporción el 8% del total de armas utilizadas, aunque su costó fue mayúsculo pues representó ¡el 84% de los gastos totales de municiones¡.
Desde un punto de vista más específico, consideremos sólo tres sistemas de armas para las cuales se estableció por parte de los militares de inteligencia que su eficiencia era en promedio de un 85%, se trata del avión furtivo F-117 Sthealt, el helicóptero Apache 10-M Sikorsky y el Misil Tomahawk (TLMA, Tomahawk Land-atack Missile). El GAO por el contrario encontró que la eficiencia de estos sistema alcanzó solamente un 40% de eficiencia, y su afirmación se basa en la comparación de dos bases de datos que pudo reunir: una base de datos que define los objetivos (red target) de los distintos tipos de aviones y el tipo de bombas utilizadas para alcanzar estos objetivos, y otra base de datos que, para los distintos tipos de objetivos, precisa el resultado efectivo de los raids aéreos. Esta es la conclusión que aportan los datos reales que pudo contrastar el GAO y no las alucinaciones de los halcónes estadounidenses.
Un defecto metodológico del GAO es no considerar cuales fueron los efectos de este margen de error cuya magnitud es tan desproporcionada como el 60%, pero, aunque no se mencione podemos establecer hipótesis sin mucho esfuerzo: los golpes equívocos de estas armas fueron sufridos por los 80 mil civiles irakies que perecieron por los efectos colaterales (según el Body Count de American Watch), los 250 hospitales que fueron alcanzados por error, las más de 400 escuelas que fueron destruidas o bien los más de 120 refugios antiaéreos para civiles que fueron evaporados, con Amiriya como el caso más emblemático.
Por supuesto que los Estados Unidos y sus aliados ganaron la guerra pero esto fue posible en todo caso a su estrategia de bombardeo por saturación, pues el GAO señala que “la cantidad de bombas norteamericanas lanzadas diariamente representó el 85% de la cantidad media cotidiana de bombas lanzadas diariamente sobre Alemania y Japón durante la segunda guerra mundial”.
(1) GAO/PEMD-96-10, Operation Desert Storm, evaluation of the air war, Washington D. C. octubre de 1996.
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