MIGUEL RIO BRANCO (N.1946)
EL FOTÓGRAFO DE LA PIEL MARTIRIZADA
DE LA CIUDAD DE TODOS LOS SANTOS
Fado triste
Arrastro una heridaque viene de lejos,mirar,no mirar,no me alivia la pena.Si mirome encuentro desiertos.Si cierro los ojosrevivo la arena.Arrastro una penaque ciega mi vida,mirarno mirar,a quien le importami herida.Si mirono veo nadasi no mirome olvidan.
Teresa Lañarova, 4 de marzo de 2007
La penosa trancisión de la luz a la textura y el regreso hacia la explosión de color, ha sido durante 4o años la tarea del fotógrafo brasileño Miguel Rio Branco. Nacido en 1946 en las Palmas de Gran Canaria se exhilio voluntariamente en San Salvador Bahía Brasil, seducido por la belleza y la historia de la Ciudad Blanca y el peso de su alma religiosa que se difunde a través de su gente dotada de una fe y una entereza inquebrantables. En Salvador es inevitable mirar y detenerse en el paisaje, fundirse con él, con el mar, con la gente, con el paisaje, con la música, con las oraciones, con las risas que estallán en cada rincón, con la sencillez de los campesinos, taberneros y pescadores, con la exhuberancia vegetal, con la húmedad que brota de cada planta, de cada cuerpo, con el cielo de un azul profundo, con la caricia de la brisa que aquí es más dulce que en ningún otro lugar, con el blanco santificado de la arena, con el mar eterno que todo lo abarca en el horizonte de niebla... En su obra Dulce sudor Amargo (FCE, 1a edición, México:1985, ISBN 968-16-1969-2) se despliega un talento especial de mirar, un sentimiento que se cristaliza en la imagen, un motivo que se eleva de la tierra al cielo pasando por todos los niveles del recuadro: las casas, los cuerpos, el horizonte y los ojos...que son del a imagen los componenetes vitales del volúmen y la forma, del fondo y su insólita configuración. Bahía como la sede del dolor, de la espiritualidad, del bullicio y del silencio, de la capoeira de los Kayapo, del estridente carnaval de los excesos y su disolución...Bahía en un misma secuencia es la llegada y la partida, la vida que se abré camino y la confirmación del predominio de la muerte. Dulce sudor amargo que rezuma de la tierra y de cómo sus frutos brotan impregnados de el, pero con el contrapeso del desenfado, de la risa, del desafío, de seguir a pesar de la pobreza para despertar y ser irradiados por este sol que bendice todas las mañanas a Bahía. El mejor observador de un país es el cronista de su mundo subterráneo, aquel que se lanza al futuro con una intención retrospectiva: Rio Branco nos cuenta la desventura urbana de Bahía la cual se refleja fielmente en sus arrabales, barrios pobres, cascos antiguos, calles destrozadas y recónditos callejones, malolientes, sucios, descarapelados, derruídos, derrumbados, cuarteados, despintados; de los habitantes que se aferran a las ruinas de la parte vieja de la antiguamente señorial y única Bahía.
Jorge Antonio Díaz Miranda
Febrero de 2008
26-03-08
ResponderBorrarUna vez más me encantas con tus palabras, la manera de describir los lugares me hacen imaginar un paraíso que nos guarda en cualquier momento, donde lo único importante es lo apacible del alma, donde las atrocidades del mundo no pueden dañar la esencia del ser.
Desgraciadamente el sueño termina y todo paraíso esta conectado con el infierno.
Una disculpa por no conocer la obra fotográfica del artista brasileño Miguel Río Branco, me daré a la tarea de encontrarla para poder sumergirme en la dulzura de su sudor amargo.