Sistema y entorno
Manhattan es un vasto horizonte donde se cruza lo mejor de las culturas y las sensibilidades para crear una atmósfera única de expresiones más allá de las pretensiones del nacionalismo o las fronteras político-ideológicas. La invasión de nuevas tecnología ha convertido a Manhattan en un moderno laboratorio donde se ensaya una nueva forma de cultura urbanística, la de la Congestión. Este concepto es útil, de acuerdo a KoolHaas cuando queremos delimitar lo que de origen no tiene un patrón, el desarrollo urbano que ha desbordado cualquier teoría de la planificación urbana, la emergencia de una urbe donde todo parece haberse generado espontáneamente, poli céntrico, polimórfico y policromo. Un ave vigorosa y lumínica que se erigió desafiando al continente y a las aguas turbulentas del atlántico, la nueva babel, la ciudad eterna, la insomne y quimérica Manhattan. Esta especie de universo mutante genera criaturas singulares cristalizadas en una arquitectura fantástica que escala cielos agitados y densas nubes químicas, para producir artificiosos y sofisticados delirios.
Manhattan es un vasto horizonte donde se cruza lo mejor de las culturas y las sensibilidades para crear una atmósfera única de expresiones más allá de las pretensiones del nacionalismo o las fronteras político-ideológicas. La invasión de nuevas tecnología ha convertido a Manhattan en un moderno laboratorio donde se ensaya una nueva forma de cultura urbanística, la de la Congestión. Este concepto es útil, de acuerdo a KoolHaas cuando queremos delimitar lo que de origen no tiene un patrón, el desarrollo urbano que ha desbordado cualquier teoría de la planificación urbana, la emergencia de una urbe donde todo parece haberse generado espontáneamente, poli céntrico, polimórfico y policromo. Un ave vigorosa y lumínica que se erigió desafiando al continente y a las aguas turbulentas del atlántico, la nueva babel, la ciudad eterna, la insomne y quimérica Manhattan. Esta especie de universo mutante genera criaturas singulares cristalizadas en una arquitectura fantástica que escala cielos agitados y densas nubes químicas, para producir artificiosos y sofisticados delirios.
En este libro, el prestigioso arquitecto holandés Rem Koolhhas (Premio Pritszker, 2000), explora las relaciones entre un universo metropolitano insólito y la arquitectura singular que produce, sugiriendo con ello que la arquitectura bajo ciertas condiciones es capaz de generar cultura. Nadie mejor que Koolhhas para describir el proceso acelerado en que el rostro de New York se ha modificado aceleradamente desde finales del siglo XIX hasta nuestros días, y que, pese a sus tragedias la ciudad conserva el vigor y la frescura de su ya duradera juventud. Y es que el dinámico crecimiento de la metrópoli no ha sido ajeno a la revolución tecnológica del siglo XX, de hecho las edificaciones realizadas en esta ciudad ponen de manifiesto el paradigma de la congestión como un método eficiente de explotación de los espacios reducidos, y la multiplicación sin fin de estilos variopintos no obstante su disparidad o controversia. El libro de Koolhhas simula en cuanto su estructura la retícula de Manhattan: una colección de bloques sofisticados cuya proximidad explica al mismo tiempo sus diferencias y complementariedades. La mirada reflexiva del arquitecto holandés se detiene en el análisis de cuatro de estos bloques: Coney Island, el rascacielos, el Rockefeller Center y los europeos.
Pese a la ausencia actual de las Torres Gemelas, New York seguirá siendo, de acuerdo a Koolhhas, la alternativa creativa y el espacio de exploración para las expresiones arquitectónicas de vanguardia. El manifiesto Koolhhiano subraya el merito del modelo: sin ninguna teoría previa, Manhattan se ha erigido como una meca moderna de una arquitectura desinhibida y sensual, arriesgada e inventiva, a la altura de una sociedad dinámica que inventa a cada momento nuevas tecnologías.
Casuística
En el corazón del Rockefeller Center – el primer atisbo definitorio y premonitorio de la cultura por congestión espontánea – hay una doble paradoja que sólo el manhattismo puede solventar, cito a Koolhaas, “el conjunto debe combinar el máximo de congestión con el máximo de luz y espacio”…el fundamento para la construcción de este moderno templo modélico debe ser la reconciliación de esos términos incompatibles. El desafío para los responsables de cristalizar este primer gran proyecto es que, a finales de la década de los 20s, resulta literalmente imposible ser convencional en Manhattan. Es necesario poseer una mente abierta, irreverente y rica en metáforas fantásticas para resolver adecuadamente la ecuación del despiadado desequilibrio entre lo simbólico, lo comercial, lo artístico y lo social. El resultado es prodigioso y arriesgado, cuatro torres pequeñas alrededor de una súper torre, el aspecto simbólico rebasa toda expectativa esperada, una arquitectura sobredimensionada, con una perspectiva geométrica ortogonal de corte clásico, y un sistema de distribución sinérgica convectiva.
El mito actualizado por un teorema
Hacia 1978 Koolhaas siente fascinación por las ciudades globales. Más de 20 años después la fascinación ha dejado el lugar para el aburrimiento del premio Pritzker –una especie de Nobel de la Arquitectura- y su mirada atenta se fija en las megaciudades tipo Shangai, Bombay y la Ciudad de México. En 2007 el paradigma de la congestión ha quedado en desuso y el arquitecto holandés funda otros, el paradigma del caos. Un embrión de este su más reciente paradigma lo encontramos en su apreciación de los rascacielos de New York, pues constituyen un “laboratorio de crecimiento geométrico vertical”. La re actualización de la utopía babélica tiene un cierto rasgo hebreo en el sentido de una recreación, donde la utopía tiene doble vida, y en New York el regreso de Babel parece definitivo. Este Revival coincide, de acuerdo a Koolhhas, con el período 1900-1910 en que se produce el encuentro fortuito con tres innovaciones urbanísticas: el edificio, que desde un punto de vista urbanístico rompe con la concepción clásica del horizontalismo y el fin único, y se erige como una indeterminación funcional en el que un emplazamiento concreto ya no puede equipararse a un único propósito predeterminado. En adelante, cada parcela metropolitana dará cabida a una combinación imprevisible e inestable de actividades simultáneas. Para llevar a cabo tal propósito la tecnología provee el ascensor (micro retícula de desplazamiento) y el acero (material de soporte) (1). El modelo de la torre ofrece soluciones para la saturación horizontal del espacio, una estructura de soporte de la cúspide donde se gobierna el todo que es el edificio. La torre supone una ruptura en el patrón homogéneo de la vida cotidiana, y predominan sobre una actualidad extraviada fijando los rasgos de una nueva cultura, autónoma, decidida y poderosa. El edificio Empire State (381 metros de altura), las Torres Sears (442 metros de altura), recuerdan una y otra vez la estructura básica de la torre, en cuanto a su centralidad, panóptica y emancipada de la presión del entorno (2). La manzana sola, es decir un bloque erigido con una superficie equivalente al de una retícula inmensa. La amalgama tridimensional ha desalojado la densidad elevando desde una sola estructura una ciudadela inmensa, poderosa y acorazada (3).
El teorema de la máxima edificación dentro de un mínimo espacio se cumple en el caso de los rascacielos y sigue boyante hasta nuestros días a pesar de las huellas que el terrorismo ha horadado en el rostro de Manhattan. Esta es la visión que emerge del libro de Rem Koolhaas, New York la retícula moderna, el laberinto de torres del moderno feudalismo corporativo y dinámico.
Libros relacionados
Rem Koolhaas (1985) Imagining Nothingness.
Notas
[1] Rem Koolhass (1978) Delirio de Nueva York. Un manifiesto retroactivo para Manhattan, Traduc. Jorge Sainz. Edit. Gustavo Gili S. A. Barcelona, 2005. ISBN: 84-252-1966-3.
[1] Rem Koolhass (1978) Delirio de Nueva York. Un manifiesto retroactivo para Manhattan, Traduc. Jorge Sainz. Edit. Gustavo Gili S. A. Barcelona, 2005. ISBN: 84-252-1966-3.
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