ESPECULACIONES SOBRE EL DOLOR
JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA
(MÉXICO 2007)
JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA
(MÉXICO 2007)
I.
Cualquier reflexión sobre el significado del dolor, se enfrenta a la paradoja de la indecisión. Un examen breve de semejante laberinto conduce al callejón sin salida de la tautología, es decir a la sinrazón. Intentar medir, pesar, cuantificar o caracterizar el dolor es, por un lado una negación a pensar sobre lo inefable, y, por otro lado, penetrar en lo que Quine llamo oraciones de existencia intraducibles, y Kunh, inconmensurabilidad. Abordar el dolor es un reto intelectual formidable, con el que vale la pena ejercer la sobriedad y la mesura a la que Wittgenestein nos invitaba cuando no se tiene la menor idea de algo que se presenta perturbando con su inefabilidad nuestra certeza intelectual. En el mejor de los casos el tan cacareado como incomprendido realismo puede ayudarnos, sí sabemos cómo utilizarlo, para descartar nuestros prejuicios, o bien, para ponerlos en evidencia, sin embargo, ni de lejos nos habremos acercado a la costa agitada y gris del inmenso mare tenebrarum del dolor. La metáfora y el desplazamiento semántico con toda su carga de equívocos por lapsus linguae, puede muy bien acercarnos a los Acantilados de Mármol, y a través del error retórico acercarnos a la playa de Eleusis donde hueso humanos yacen hechos polvo. Y a propósito de metáforas literarias con respecto al dolor nada mejor que el letrero de la puerta de entrada al infierno de Dante, formula una sentencia que aplica: Renunciad a toda esperanza de liberación, esta es la mansión de lo eterno y lo ineludible. Y hablando de la divinidad, quizá Paul Diel estuviese más que de acuerdo con el poeta Cesar Vallejo cuando éste caracteriza el dolor como un heraldo negro que porta en su golpe masivo y contundente, la ira extraviada de Dios. Por otra parte, el realismo estoico que se detentan desde Zenón de Citio (Siglo VI A. C.) hasta el joven Ernest Jûnger de las Tempestades de Acero no resiste un examen severo porque, como dice con autoridad ex cathedra Enrique Ocaña, el dolor y el sufrir a causa del dolor no siempre ni en todos los casos, enriquece o fortalece la vida del hombre (ideal petitio principi del estoicismo), la verdad es que, más frecuentemente, nos enfrenta de forma repentina con la terrible realidad de nuestra propia vulnerabilidad. La obsesión occidental de la unidad en la variedad tampoco resiste el escrutinio de la fenomenología del dolor, ya que éste se manifiesta encubierto por una multitud de rostros y un cuerpo desmesurado con el único propósito de desechar cualquier sentimiento de estabilidad y perdurabilidad. El dolor también rompe con la idealizada dualidad mente-cuerpo, de hecho su presencia convierte esa idílica relación en un campo de guerra, en un matrimonio en ruta de divorcio, en un escisión vesánica que va desalojándonos de los lugares comunes, del sentido de la vida y de la certeza de seguir viviendo como sea. El nirvana negativo -el dolor- , mina el deseo y la noción de futuro, la tiranía del cuerpo con su intrincada red de terminales nerviosas y circuitos mentales tortuosos favorecen la dialéctica negativa, y la lógica irracional de lo siniestro. Paul Celan nos dice que la lógica con la que se conduce la Medicina y disciplinas auxiliares a fines, reducen en situaciones de conflicto el campo de las causalidades a una sola, y el autor de estas líneas agregaría que se trata, en el caso que describe el gran escritor alemán, de un caso más de simplificación de los efectos en favor de un sintomático y aséptico silencio. En la guerra -como nos ilustra James Cobb en su implacable novela Senderos de Gloria- el tratamiento para el dolor es lo peor que le puede que le puede suceder a un soldado porque lo tratan como si él hubiese cometido un error en el movimiento envolvente de la máquina bélica, un pecado de procedimiento que le cobra la factura sin ninguna consideración. Hasta donde sé Joseph Conrad fue el primer escritor que discriminó con lucidez los avatares de la existencia humana, en cuanto a su radio de acción y sus límites, en su novela Heart of Darkness un hombre terrible con potestad de hierro se ve enfrentado a una situación desmesurada que rosa lo siniestro, que quiebra su fortaleza, rompe su naturaleza humana y lo vuelve loco. Conrad argumenta en contra de la artificial complejidad de la mente humana y la falibilidad de los valores, una cosa es el castillo ideal que toda racionalidad construye en abstracto y otra muy distinta es la realidad, luego, cuando los mecanismos de control fallan se liberan desde dentro del individuo fuerzas oscuras que lo rompen en pedazos. Conrad sugiere que las situaciones limites ponen en evidencia la estructura de la vida humana, y el dolor es el factor de común de todo ello, podemos saber algunas causas y algunos efectos pero no tenemos una imagen de todos los factores coadyuvantes al dolor ni de todos sus efectos a largo plazo, tampoco sabemos nada de la percepción que él propio sujeto forma respecto de su dolor y mucho menos su disposición: causas y efectos distintos pueden implicar disposiciones equivalente, pero causas y efectos equivalentes pueden implicar disposiciones distintas, pero lo que es común a esa variedad tautológicamente descrita es que el Qualia de humanidad que nos discrimina de otras especies no es precisamente la razón o la inteligencia, sino justamente un punto en el cual estas se rompen bajo la presión de un golpe repentino. Y es que el dolor es eso, un golpe desmesurado que nos alcanza en los mejores y en los peores momentos, que nos devuelve la realidad de la posibilidad del naufragio.
Cualquier reflexión sobre el significado del dolor, se enfrenta a la paradoja de la indecisión. Un examen breve de semejante laberinto conduce al callejón sin salida de la tautología, es decir a la sinrazón. Intentar medir, pesar, cuantificar o caracterizar el dolor es, por un lado una negación a pensar sobre lo inefable, y, por otro lado, penetrar en lo que Quine llamo oraciones de existencia intraducibles, y Kunh, inconmensurabilidad. Abordar el dolor es un reto intelectual formidable, con el que vale la pena ejercer la sobriedad y la mesura a la que Wittgenestein nos invitaba cuando no se tiene la menor idea de algo que se presenta perturbando con su inefabilidad nuestra certeza intelectual. En el mejor de los casos el tan cacareado como incomprendido realismo puede ayudarnos, sí sabemos cómo utilizarlo, para descartar nuestros prejuicios, o bien, para ponerlos en evidencia, sin embargo, ni de lejos nos habremos acercado a la costa agitada y gris del inmenso mare tenebrarum del dolor. La metáfora y el desplazamiento semántico con toda su carga de equívocos por lapsus linguae, puede muy bien acercarnos a los Acantilados de Mármol, y a través del error retórico acercarnos a la playa de Eleusis donde hueso humanos yacen hechos polvo. Y a propósito de metáforas literarias con respecto al dolor nada mejor que el letrero de la puerta de entrada al infierno de Dante, formula una sentencia que aplica: Renunciad a toda esperanza de liberación, esta es la mansión de lo eterno y lo ineludible. Y hablando de la divinidad, quizá Paul Diel estuviese más que de acuerdo con el poeta Cesar Vallejo cuando éste caracteriza el dolor como un heraldo negro que porta en su golpe masivo y contundente, la ira extraviada de Dios. Por otra parte, el realismo estoico que se detentan desde Zenón de Citio (Siglo VI A. C.) hasta el joven Ernest Jûnger de las Tempestades de Acero no resiste un examen severo porque, como dice con autoridad ex cathedra Enrique Ocaña, el dolor y el sufrir a causa del dolor no siempre ni en todos los casos, enriquece o fortalece la vida del hombre (ideal petitio principi del estoicismo), la verdad es que, más frecuentemente, nos enfrenta de forma repentina con la terrible realidad de nuestra propia vulnerabilidad. La obsesión occidental de la unidad en la variedad tampoco resiste el escrutinio de la fenomenología del dolor, ya que éste se manifiesta encubierto por una multitud de rostros y un cuerpo desmesurado con el único propósito de desechar cualquier sentimiento de estabilidad y perdurabilidad. El dolor también rompe con la idealizada dualidad mente-cuerpo, de hecho su presencia convierte esa idílica relación en un campo de guerra, en un matrimonio en ruta de divorcio, en un escisión vesánica que va desalojándonos de los lugares comunes, del sentido de la vida y de la certeza de seguir viviendo como sea. El nirvana negativo -el dolor- , mina el deseo y la noción de futuro, la tiranía del cuerpo con su intrincada red de terminales nerviosas y circuitos mentales tortuosos favorecen la dialéctica negativa, y la lógica irracional de lo siniestro. Paul Celan nos dice que la lógica con la que se conduce la Medicina y disciplinas auxiliares a fines, reducen en situaciones de conflicto el campo de las causalidades a una sola, y el autor de estas líneas agregaría que se trata, en el caso que describe el gran escritor alemán, de un caso más de simplificación de los efectos en favor de un sintomático y aséptico silencio. En la guerra -como nos ilustra James Cobb en su implacable novela Senderos de Gloria- el tratamiento para el dolor es lo peor que le puede que le puede suceder a un soldado porque lo tratan como si él hubiese cometido un error en el movimiento envolvente de la máquina bélica, un pecado de procedimiento que le cobra la factura sin ninguna consideración. Hasta donde sé Joseph Conrad fue el primer escritor que discriminó con lucidez los avatares de la existencia humana, en cuanto a su radio de acción y sus límites, en su novela Heart of Darkness un hombre terrible con potestad de hierro se ve enfrentado a una situación desmesurada que rosa lo siniestro, que quiebra su fortaleza, rompe su naturaleza humana y lo vuelve loco. Conrad argumenta en contra de la artificial complejidad de la mente humana y la falibilidad de los valores, una cosa es el castillo ideal que toda racionalidad construye en abstracto y otra muy distinta es la realidad, luego, cuando los mecanismos de control fallan se liberan desde dentro del individuo fuerzas oscuras que lo rompen en pedazos. Conrad sugiere que las situaciones limites ponen en evidencia la estructura de la vida humana, y el dolor es el factor de común de todo ello, podemos saber algunas causas y algunos efectos pero no tenemos una imagen de todos los factores coadyuvantes al dolor ni de todos sus efectos a largo plazo, tampoco sabemos nada de la percepción que él propio sujeto forma respecto de su dolor y mucho menos su disposición: causas y efectos distintos pueden implicar disposiciones equivalente, pero causas y efectos equivalentes pueden implicar disposiciones distintas, pero lo que es común a esa variedad tautológicamente descrita es que el Qualia de humanidad que nos discrimina de otras especies no es precisamente la razón o la inteligencia, sino justamente un punto en el cual estas se rompen bajo la presión de un golpe repentino. Y es que el dolor es eso, un golpe desmesurado que nos alcanza en los mejores y en los peores momentos, que nos devuelve la realidad de la posibilidad del naufragio.
¿A qué tipo de dolor se refiere tu reflexión? A un dolor "esencial" como este: "puedo escribir los versos más triste esta noche..." nerudianos o al dolor "físico", o muerte anunciada? Al ¿dolor por la vida o por la muerte? ¿Al Dolor añejo o reciente?
ResponderBorrarPodría escribir de aquí hasta la eternidad sobre el dolor...
aquí te va sólo una primera degustación de lo que es un acercamiento al dolor por la vida:
/Una ráfaga de viento gélido
atraviesa la estancia; /
sólo queda el aliento de la muerte
en torno mío,/
el aroma de la nada,
el espesor de una existencia ya consumada;/
la conciencia de ser
y estar completamente solos.
Esto es lo que queda tras tu ausencia./
Tú invocando la muerte,/
yo viviéndola.
Marina "muerta"...por ejemplo...y luego vendrá más...
EL DOLOR "más frecuentemente, nos enfrenta de forma repentina con la terrible realidad de nuestra propia vulnerabilidad".
ResponderBorrarESTE ES UN PUNTO ÁLGIDO A TRATAR CON RESPECTO AL DOLOR. AL ROMPER LOS ESQUEMAS DE ESTABILIDAD EMOCIONAL EL DOLOR NOS ENFRENTA CON NUESTRA ESENCIA DE SERES DEPENDIENTES, FUNDAMENTALMENTE NO LIBRES. SERES FRÁGILES COMO CRISTALES EN CAÍDA LIBRES, O BIEN, TENDIDOS DE HILOS SUTILES.
ESTO EXPLICA DE ALGUNA MANERA LA CONVERSIÓN RELIGIOSA DE LOS INDIVIDUOS FRENTE A LAS ADVERSIDADES QUE CONLLEVAN SUFRIMIENTO O DOLOR. POR ESTO LA SUBLIMACIÓN CRISTIANA TIENE QUE VER CON EL SUPLICIO, LAS ATROCIDADES, LAS AGONÍAS MÁS ABERRANTES, A VECES AUTOIMPUESTAS, CON TAL DE BUSCAR UNA LIBERACIÓN DEL SER. HABRÍA QUE EXPLORAR HISTORICAMENTE QUÉ RELACIÓN HAY ENTRE LA BUSQUEDA DE DIOS (RELIGIONES Y AFINES), Y ESTA ENTIDAD LLAMADA "DOLOR". ES MUY POCO SIGNIFICATIVO EL CONOCIMIENTO INDIVIDUAL, O LA RACIONALIDAD IMPLÍCITA, A LA HORA DE ENFRENTARSE AL DOLOR.
TAL VEZ EL DOLOR SEA UNO DE LOS POCOS (SI NO EL ÚNICO)SENTIMIENTO O PERCEPCIÓN QUE ACOMUNA, SIN NINGUNA VELLEIDAD DISCRIMINADORA, TODOS LOS SERES HUMANOS.
OTRA POSIBILIDAD QUE NOS RESERVA EL DOLOR ES LA DE CREAR; MUCHAS DE LAS CREACIONES ARTÍSTICAS MÁS SUBLIMES O BIEN PIEZAS DE UNA AUTENTICIDAD MAGISTRAL FUERON ENGENDRADAS BAJO EL EFECTO ENLOQUECEDOR DEL DOLOR INTENSO Y REPETIDO...EL RESULTADO DE LA AGONÍA PUEDE CONVERTIRSE (O SUBLIMARSE), TAL COMO LO EVOCA LA RELIGION CRISTIANA...EN UNA TRANSMUTACIÓN ARTÍSTICA O UNA KATARSIS RELIGIOSA...O BIEN ESTALLAR EN LOCURA.