martes, junio 06, 2006

Il caffé San Marco: risorgimento de la mitteleuropa habsbúrgica

Il caffé San Marco: risorgimento de la mitteleuropa habsbúrgica Jorge Antonio Díaz Miranda 2006 [Cuernavaca Morelos, México] Trieste, 2006. Vuelve la nostalgia del antiguo imperio y su cultura. El mito no muere por la mera pretensión de enterrarlo. La nostalgia es reminiscencia y revelación, la sombra fantasmagórica de algo que desaparecido en los hechos no acaba de hundirse en el olvido. 40 años después de proponerse desmitificar el mito, el catedrático de literatura en lengua alemana en la Universidad de Trieste, Profesor Claudio Magris, prestigioso catedrático, germanista y traductor, se envuelve en el tal vez definitivo de un itinerario intelectual que no se irá nunca más de su sentido estético. Porque el caos organizado, aunque bien administrado, del último gran imperio europeo, parece mantener su sorprendente actualidad, o por lo menos, la magia de los prejuicios del entonces joven germanista se han evaporado en la mente posmoderna del hombre maduro, y lo que ha permanecido, lo que ha sobrevivido, a su propia deconstrucción, es su profundo enamoramiento. En este incipiente siglo, cuando el desconsuelo se acumula, cuando las desgracias vienen acompañadas de un eco universal, como en su momento la música de Wagner, las actitudes irónicas, escépticas, acorazadas, superfluas, hedonistas y humanamente paradójicas de la aurea mediocritas que es el núcleo de la cultura cosmopolita de la Viena austrohúngara, demuestran su encanto en la estridencia de la mayor derrota intelectual a manos de los pontífices de la imagen que trafican con la moneda espuria de la autoreferencia. Lo que queda después de la revolución truncada, de la burocracia planificadora, del capitalismo tardío, de las experiencias sangrientas de la voluntad de acción y de la tanto inútil como estéril participación en la historia, Il profesor se ha embarcado una vez más en su anacrónico barco decimonónico, y viaja con sus fantasmas por la rivera del Danubio hasta el último puerto, resquicio vienés en territorio extraño, Caffé San Marco. Los lugares del desencanto. Qué hay más decadente que una mesa de mármol, un expresso, un cigarrillo, el humo desperdigado, y las voces en distintos idiomas de gente que discute una y otra vez la lista de agravios pasados y actuales de sus respectivas naciones. Un coro estridente y en cierto sentido indiferente, castrado de individualidad, renuente a la actualidad policultural e inmigrante de la nueva Europa, y sin embargo abierto en canal por las muchas heridas que todavía sangran: Kosovo, Albania, Belgrado, Serbia, Bosnia Herzegovina, Chipre, Macedonia, Dalmacia; los Balcanes en la versión más reciente de su pulso convulsivo y los ríos de sangre fluyendo hacia el Adriático, opacando el brillo de Dubrovnik la ciudad perla del Mar de Adriano. La gesta aventurera y caritativa ha quedado en el pasado, no hay honor, la guerra moderna no requiere de protagonistas, sólo de una masa intelectualmete inoperante, tal como lo predijera Elías Cannetti en 1932, albacea de la cultura habsbúrgica. A pesar de este prontuario de miserias, siempre tendrá sentido hurgar en la historia, interrogar al pasado, recordar para no olvidar, remontar los nacimientos y repasar cada una de las etapas que llevaron a los pueblos a su respectiva encrucijada. No hay nada más vienés que un café asentado en Trieste y éste hecho sencillo no esta saturado de agravio pese a la presencia perenne de las unidades aeronavales de la NATO. Y con razón. La Viena decimonónica era la capital de un gran Imperio, desde esta ciudad se gobernaba la vida de 50 millones de personas, más de diez etnias cada una con lenguaje distinto, eslavos, magiares, hungaros, eslovenos, checos, y alemanes; una pluralidad cobijada bajo un manto delicado de desencuentros. El profesor Magris esta de acuerdo en que el trasfondo de la revolución cultural fue sustentado por una clase intelectual que con sus ideas y sobre todo, con su actitud combativa, derribaron los estamentos ideológicos de la ficticia kakania, profundizando en problemas diversos vinculados con la filosofía, la expresión literaria, la música y la arquitectura. La convivencia difícil de un imperio estropeado por su automarginación y su adicción al anquilosamiento pomposo, y la revolución cultural en ciernes en su capital neurálgica, recuerdan una y otra vez la arquitectura del Caffé Central de Viena, abierto y cerrado, un castillo horadado y en ruinas con una sola entrada, con una sola salida, como una cripta rumana, como una tumba valaca, de la que no se puede escapar cuando todo se derrumba. Llueve fuego sobre el trono del emperador. En Sarajevo, el pesado barco imperial conoció su primer presagio de naufragio, el archiduque Francisco Fernando es asesinado, último eslabón de una estirpe real condenada a un destino despiadado. Todo se rompió, la guerra fue desencadenada. El saldo de una cadena de decisiones equivocada es un imperio desintegrado, largas filas de soldados malheridos que vuelven desde las lejanas fronteras vulneradas para encontrar el caos…intelectuales perseguidos por los censores, el tejido social fracturado en diversos frentes, los radicalismos reforzados, pangermanistas y sionistas histéricos. El paralelo siniestro es la desaparición o huida de los cerebros más lúcidos de la época: Joseph Roth perdido en su alcoholismo, Herman Broch inicia su penoso exilio, Wittgenstein se marcha a Cambridge invitado por Rusell y Moore, Karl Krauss no tuvo tiempo de ver la caída del odiado imperio austrohúngaro que el mismo predijo, Franz Kafka renuncia a su judaísmo para hundirse en el anonimato de una obra y la obsesión por la autoaniquilación, entre otros muchos casos. En esta vorágine de desencuentros áulicos la mente del profesor Magris se concentra. Las máscaras venecianas en lo alto , sobre el mostrador de madera negra tallada del Caffé San Marco, son una colección de expresiones teatrales propicias para acompañar esta evocación de ausencia, y sin embargo, éste sitio, es como una arca de Noé en donde todavía hay lugar para rebobinar el pasado y volverse a enamorar, pese a las miserias, pese a las derrotas, pese al desengaño. Ahí, en el café, se elevan las voces sobre las murallas derruidas entremezcladas con los ecos de las risotadas; pero las olas sonoras se alejan como los círculos de humo, porque el mundo preserva las voces en los estantes de esta academia platónica donde se aprende la formula más directa para sobrellevar la vida y el desencanto. En este lugar el desencanto escampa, donde ya se sabe como termina el cómic de horrores de falsas verdades o mentiras invertidas, donde no se ha perdido el gusto de asistir a su final, ni la indulgencia ante los errores garrafales de los actores…en este café triestino de reminiscencia mitteleuropea, no hay lugar para falsos maestros que seducen con promesas lúbricas de redención, ni para aquellos que necesitan esa redención de forma gratuita, fácil e inmediata, besando anillos libidinosos en la mano de sus verdugos. Jorge Antonio Díaz Miranda 2006 [Cuernavaca Morelos, México]

2 comentarios:

  1. 19/08/06
    Análisis: Isis María Esquivel

    Il caffé San Marco: risorgimento de la mitteleuropa habsbúrgica
    Autor: Jorge A. Díaz Miranda

    La ciudad de Trieste, en Italia con su perfecta naturaleza creada por el mismísimo dedo de Dios, aunada a la belleza de su arquitectura de siglos pasados y presentes; El mismo Napoleón quedo impactado por la belleza de este lugar.

    Cuna de mentes brillantes, uno de los mas grandes de su época, El profesor Claudio Magris, con todos los títulos y premios que ha coleccionado en el trayecto de su vida, atrapado entre el pasado y el presente de la vieja y nueva Europa.

    Con la imaginación privilegiada que posee para transportarnos con sus letras a través de lugares desconocidos llenos de magia y misterio, como por ejemplo el mar de Adriano con todos sus años de existencia guardando miles y miles de secretos, que el profesor nos llevara de la mano en a historias por medio de su literatura.

    La plaza San Marcos, un centro de reunión, un sitio acogedor para tomarse un buen café: con un buen debate de temas complejos de actualidad, con todo tipo de personas que defenderán sus puntos de vista y que nunca llegaran a ningún acuerdo y mucho menos a una solución por ser algo relativo, en pocas palabras perdida de tiempo, pero agradable para pasar un buen rato.

    Lugares rodeados de historia; bastaría con tocar sus muros con la palma de la mano para sentir su energía fluir y transportarte a épocas pasadas; si te acercaras un poco más a las paredes escucharías el murmullo de las voces narrarte al oído sucesos de varias épocas transcurridas.

    Una plataforma flotante, para observar el atardecer hasta que se oculte el último rayo de sol y soñar con un amor.


    La Famosa Plaza San Marcos… Algo extraño para un lugar que sirve de cripta a un evangelista muerto en Egipto.

    Las nuevas ideas revolucionan toda una cultura dando paso a nuevas generaciones dejando atrás el pasado convirtiéndolo en historia, que se niega al olvido flotando en el aire como un recuerdo latente.

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  2. estuve justo el mes pasado en este café, en mayo del 2006, en Trieste estaba visitando el "caffé San Marcos" y pese a su antigua y original arquitectura neoclásica, ahora no se preserva casi nada del espíritu glorioso que animaba este lugar hace más de un siglo. Cada sábado tocan algo de música para animar el "bar". A mi me tocó un sábado de musica latinoamericana: "tango" argentino, salsa y cumbia cubanas, etc. Había parejas bailando, seguramente despúes de asistir a varios meses de clases de baile, dado que los triestinos no tienen el don de los latinos para bailar, sin aprenderlo artificialmente.
    Me pareció tan fuera de lugar el tipo de música con el ambiente que yo había anhelado ver y que se había grabado en mi mente.
    Pero, como quieras, los gestores del bar tienen que sobrevivir, ya que no hay casi gente entre semana.
    En cambio los otros bares de Trieste, que no tienen ni historia, ni decoración, lugares anónimos y planos, están atiborrados de jóvenes entre 15 y 30 años. La mayoría de los bares "vangard", se encuentran en Piazza Unitá, frente al mar, y la gente que fuma (es decir la mayoría), tiene que salir a la calle. De manera que no tiene lugar ningún rito que rinda tributo al lugar en sí, se trata sólo de charlas aburridas e insulsas para pasar el rato en un lugar "sin lugar".
    Lamento, mi joven escritor, haberte dado un cuadro algo desolador y seguramente distinto de la realidad que se vive hoy en día en la "ventosa" ciudad de Trieste. (La bora es el viento que sopla a más de 120 kmh.en esta zona). Una vez más las cosas siempre son inmensamente más bellas en tanto sean más inalcanzables y lejanas.

    Con mis atentos saludos...Fulvia di Riminni

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