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Soñé tus ojos
como dos luceros
que ahuyentaban
la oscuridad del cielo.
Soñé la noche de tu cabello
como un vasto bosque
mistral y fresco
lleno de música de alas.
Soñé tus manos
como dos mariposas de ternura,
soñé tus senos
como dos golondrinas
que desean ser arrulladas
por mis toscas manos.
Soñé tu voz
como el sonido
de una cascada de plata
al amanecer de un día
en que estalló
la alegría del mundo.
JD
SEP/2010